Mandela, ante el reto de la unidad para negociar
La hora de la libertad, es para Nelson Mandela la de la verdad: conseguir la unidad nacionalista para negociar. El mito Mandela, en quien los surafricanos ven a su salvador, va a tener que enfrentarse con la vida diaria del hombre. "Los blancos pragm¨¢ticos y casi todos los negros de Africa del Sur han puesto en ¨¦l todas sus esperanzas, que el propio Mandela har¨¢ lo imposible por no defraudar.
Su gran ambici¨®n es conseguir un frente unido negro para negociar con los pol¨ªticos blancos el destino de la nueva Sur¨¢frica no discriminadora. Hasta ahora, al amparo de las rejas carcelarias, Mandela ha podido negociar astutamente con Frederik W. de Klerk los cimientos sobre los que ha de construirse el nuevo pa¨ªs. Con la libertad llega el momento del pacto, la negociaci¨®n, del acomodo de intereses encontrados, de la lucha por la influencia.Su primer objetivo ser¨¢ unificar al Congreso Nacional Africano (ANC), al que, tras 78 a?os de lucha, los acontecimientos de los 10 ¨²ltimos d¨ªas han pillado descolocado. El movimiento de resistencia al apartheid est¨¢ dividido y ha sido incapaz no s¨®lo de perfilar los rudimentos de una estrategia para la nueva situaci¨®n, sino de ocultar las disensiones internas entre los partidarios de la negociaci¨®n y quienes abogan por una l¨ªnea dura ante De Klerk.
Nelson Mandela ha de poner de acuerdo ambas tendencias, que atribuye a la miop¨ªa pol¨ªtica, y tambi¨¦n encontrar una funci¨®n en el interior del ANC, acostumbrado a la direcci¨®n colegiada, sin jefes carism¨¢ticos.
Fuera del ANC, Mandela tendr¨¢ que atraerse a los africanistas y a los grupos afectos a la conciencia negra, que detestan los principios no raciales. defendidos por el Congreso Nacional Africano y quieren una Sur¨¢frica (Azania, en su jerga pol¨ªtica) s¨®lo por y para los negros.
En el otro extremo del espectro pol¨ªtico, el l¨ªder negro ahora liberado ha de hacer aceptable a ojos de sus seguidores a Mangosuthu Buthelezi, el jefe de los zul¨²es, que ha aceptado las reglas del juego segregacionista de Sur¨¢frica. Buthelezi opt¨® por convivir pac¨ªficamente con el sistema y construir el movimiento Inkhata como veh¨ªculo para su ambici¨®n pol¨ªtica. S¨®lo el blanco racista est¨¢ por delante de Inkhata en la lista de aborrecimientos del ANC, pero la futura Sur¨¢frica no puede concebirse sin el acuerdo de los zul¨²es, la mayor de todas las tribus del pa¨ªs.
Nelson Mandela tendr¨¢ que hacer frente tambi¨¦n a problemas personales de adaptaci¨®n a la libertad y sufrir el natural desgaste pol¨ªtico que una situaci¨®n tan abrasiva como la que ahora nace ha de producir, con lo que se abre para Sur¨¢frica un per¨ªodo pol¨ªtico sin precedentes dominado por la incertidumbre.
El l¨ªder nacionalista liberado tiene plena conciencia de ser la encarnaci¨®n del sufrimiento de toda una raza y piensa hacer valer su voluntad de hierro y sus firmes creencias en una sociedad democr¨¢tica como instrumentos para construir una Sur¨¢frica en la que quepan todos. Nadie entre los pol¨ªticos negros tiene la capacidad de tratar como un igual, y derrotar si llega al caso, a Frederik De Klerk, uno de los dos hombres en cuyas manos est¨¢ el destino de una naci¨®n.
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