El Instituto Cervantes
HACE YA varios a?os que se oye hablar del proyecto de creaci¨®n del Instituto Cervantes, instituci¨®n que coordinar¨ªa la difusi¨®n de la lengua y la cultura espa?olas en el extranjero, a imagen y semejanza de lo que otros grandes pa¨ªses occidentales, como el Reino Unido con el British Council, Francia con la Alliance Fran?aise o Alemania Occidental con el Goethe Institut, realizan desde hace mucho tiempo. Las ¨²ltimas informaciones al respecto son, sin embargo, bastante contradictorias: los m¨¢s optimistas dicen que el proyecto de ley ya est¨¢ preparado y que su aprobaci¨®n es inminente, de uno a tres meses vista; los pesimistas, que la cosa va para a?os, poniendo algunas el horizonte de la simb¨®lica fecha de 1992.La acci¨®n cultural espa?ola en el exterior es una larga historia de buenas intenciones, proyectos interrumpidos, realizaciones m¨¢s o menos frustradas, logros trabajosos, cambios en marcha y un desordenado y ca¨®tico derroche de esfuerzos humanos y estimables cantidades de dinero, siempre insuficientes a pesar de todo. A una acci¨®n de propaganda fundamentalmente pol¨ªtica en el r¨¦gimen anterior, con los escasos resultados que cab¨ªa prever desde el principio, se unieron otros esfuerzos en el terreno educativo y laboral, que en buena parte concluyeron poniendo parches y remediando problemas puntuales, cuando se pod¨ªa.
En la actualidad los diferentes enfoques, las distintas competencias, la escasez de medios humanos, materiales o econ¨®micos -con 16.000 millones de pesetas anuales poco se puede hacer a estas alturas- y la dificultad a?adida de poner de acuerdo a tres o m¨¢s ministerios -Asuntos Exteriores, Educaci¨®n y Cultura, a los que habr¨ªa que a?adir Trabajo y Hacienda, siempre madre del cordero- parecen configurar un galimat¨ªas gigantesco que sin embargo no puede durar m¨¢s.
Al filo del siglo XXI, en un mundo donde el espa?ol es la segunda lengua universal con mayor futuro, cuando la demanda de nuestro idioma y nuestra cultura crece por doquier de manera evidente, y a veces hasta incontenible, Espa?a no puede seguir esperando m¨¢s, invirtiendo desastrosamente un escaso dinero, desbordada por todas partes, sumida en intestinas discusiones administrativas, cuando no en rid¨ªculos celos interministeriales, y traicionando su propia presencia en el planeta, pues adem¨¢s la cultura y la lengua espa?olas son el m¨¢s rico, s¨®lido y permanente capital que posee. Hace falta una decisi¨®n pol¨ªtica superior y global que ponga fin a esta situaci¨®n y lleve nuestra cultura, bajo el signo de Cervantes, a todos los rincones del planeta.
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