Los usurpadores del liberalismo
Me refiero, entre otros usurpadores, a los que Unamuno denominaba liberales manchesterianos (que ¨¦l ve¨ªa muy concretamente en la industria y las finanzas bilba¨ªnas); esto es, a los que cifran el, liberalismo en la libertad de empresa. Mas el liberalismo originario -el de los ingleses de la llamada gloriosa revoluci¨®n de 1698- afirmaba sobre todo la m¨¢s absoluta libertad de conciencia. M¨¢s adelante, como afirmaba lord Acton (historiador y cat¨®lico), la gran novedad de la historia brit¨¢nica es el rompimiento entre libertad y propiedad, que cre¨® un abismo entre los antiguos y los nuevos whigs (que m¨¢s adelante, en el siglo XIX, se llamar¨¢n ya liberales). En suma, la afirmaci¨®n de la primac¨ªa de la conciencia, en 1688, es el comienzo del liberalismo europeo: como lo vieron claramente los espa?oles de la gloriosa revoluci¨®n de septiembre de 18,68. Pero el otro comienzo se encuentra en el racionalismo cr¨ªtico de la Francia de la Ilustraci¨®n y de la Revoluci¨®n. No es ahora la ocasi¨®n de esbozar la historia sem¨¢ntica del vocablo liberal en los albores de la Revoluci¨®n Francesa, pero conviene recordar que para uno de sus principales actores, el famoso abate Siey¨¨s, hab¨ªa dos actitudes opuestas ante la historia y el futuro: la de los "serviles", que se sent¨ªan hechos de historia y dominados por ella, y la de los hombres de ideas "liberales", que se ve¨ªan como iniciadores del futuro, sin ataduras de ning¨²n g¨¦nero con el pasado. En suma, que el liberal pod¨ªa inventar el porvenir, s¨®lo de ¨¦l depend¨ªa el hacerlo: de ah¨ª que Siey¨¨s fuera una m¨¢quina de hacer constituciones. El t¨¦rmino liberal empez¨® a circular ampliamente al final mismo del siglo XVIII, con un sentido algo impreciso que permitir¨¢ su primera usurpaci¨®n, nada menos que por Bonaparte, despu¨¦s del golpe de Estado del 18 Brumario (9 de noviembre de 1799), preparado, por cierto, por Siey¨¨s.Pocos a?os m¨¢s tarde, la oposici¨®n de algunos intelectuales a Napole¨®n empieza a recuperar el concepto y t¨¦rmino de liberal como s¨ªmbolo de las libertades perdidas. Los ejemplares dirigentes del C¨¢diz de las Cortes Constitucionales -que emplean el sustantivo los liberales- hacen que el t¨¦rmino adquiera una acepci¨®n heroica, identific¨¢ndolo con su patriotismo. Al mismo tiempo, Benjamin Constant y la en¨¦rgica madame de Sta?l acent¨²an el contenido profundamente personal del liberalismo. Poco antes de morir, escribe, en 1829, Benjamin Constant: "Por libertad entiendo el triunfo de la individualidad, tanto sobre la autoridad que quiera gobernar desp¨®ticamente como sobre las masas que reclaman el derecho de someter la minor¨ªa a la mayor¨ªa". Constant no lleg¨®, verdaderamente, a ver todas las consecuencias de la llamada revoluci¨®n de julio (1830), pero cuando muri¨®, en diciembre de aquel a?o, una multitud inmensa sigui¨® su coche f¨²nebre, sabiendo que Constant hab¨ªa conseguido indirectamente las libertades ganadas por el pueblo franc¨¦s. Mas las usurpaciones del liberalismo empezaron pronto con los llamados doctrinarios, que ofrecieron como programa a la burgues¨ªa francesa el enriquecerse con todos los recursos de la revoluci¨®n industrial. Y en Inglaterra empieza el liberalismo manchesteriano que combat¨ªa Unamuno: tanto los liberales galos como los brit¨¢nicos afirman una com¨²n actitud ante el Estado, que no debe inmiscuirse en las actividades de los individuos. Todos sabemos lo que esa usurpaci¨®n del liberalismo signific¨® para millones de seres humanos (entre ellos, centenares de miles de ni?os) durante la primera ¨¦poca de la revoluci¨®n industrial. De ah¨ª que hacia el ¨²ltimo tercio del siglo XIX, en Inglaterra, y muy particularmente en las universidades de Oxford y Cambridge, se cobr¨® conciencia del car¨¢cter hip¨®crita del liberalismo tradicional, formul¨¢ndose una nueva relaci¨®n entre el Estado y la sociedad. As¨ª, los profesores Thomas Green (1836-1882) y Leonard Hobhouse (1864-1929) propusieron que el Estado deber¨ªa ser el defensor de todos los derechos individuales, empezando por el de la libertad. Ah¨ª est¨¢ el origen del liberalismo que fue la direcci¨®n pol¨ªtica central del Partido Dem¨®crata norteamericano, sobre todo desde el comienzo de la primera presidencia de Roosevelt. Que tuvo como consecuencia, m¨¢s tarde, el concepto mismo del llamado welfare State, o sea, Estado del bienestar. Y cuando sobreviene la reacci¨®n conservadora representada por Reagan, el vocablo liberal es empleado peyorativamente, casi como sin¨®nimo de rojo estatista. No ha habido, pues, en Estados Unidos la usurpaci¨®n del liberalismo, caracter¨ªstica, en cambio, de la Europa occidental de la posguerra mundial.
Porque en este continente s¨ª se ha dado la usurpaci¨®n del liberalismo por todos los que han querido reducirlo a fermosa cobertura (para emplear los t¨¦rminos de un poeta castellano) del capitalismo salvaje. Recuerdo ahora c¨®mo hace a?os penetr¨¦ en una librer¨ªa del Barrio Latino de Par¨ªs en busca de libros sobre el liberalismo, y la due?a se present¨® con orgullo: "Est¨¢ usted en la fortaleza del liberalismo". Se refer¨ªa, claro est¨¢, a los autores obviamente opuestos a cualquier g¨¦nero de estatismo, que ella editaba. En suma, en la Europa actual, el liberalismo ha quedado reducido al sin¨®nimo de econom¨ªa de mercado. Lo cual es lamentable, dado lo que est¨¢ sucediendo en la llamada Europa oriental. Porque los acontecimientos, del todo imprevisibles, en aquella Europa han sido ante todo una magna rebeli¨®n contra el Estado todopoderoso (e ineficaz econ¨®micamente) de los reg¨ªmenes comunistas. Y es l¨®gico que las masas de la Europa del Este vean en la abundancia de bienes materiales de ac¨¢ de este lado (como dir¨ªa un mexicano) la prueba del ¨¦xito de la econom¨ªa capitalista. Mas es manifiesto que la explosi¨®n popular de la Europa oriental no ha podido ser motivada exclusivamente (pese a Marx) por el se?uelo del consumismo occidental: la libertad, pura y sencillamente, ha sido el m¨®vil principal de tantos millones de seres humanos hasta ahora sometidos a odiosas opresiones. Un librito del gran escritor franc¨¦s (aunque norteamericano de nacimiento) Julien Green, Libert¨¦ ch¨¦rie (Querida libertad), adem¨¢s de ser un canto a la libertad, advierte de todos los peligros que la acechan en nuestro mundo dominado por el capitalismo salvaje y, m¨¢s a¨²n, por las formas de vida facilona que ha generado, convirtiendo a los hombres en seres satisfechos con las rutinas diarias. O, puesto en otros t¨¦rminos: que la libertad se conquista cada d¨ªa. Pienso, ahora que el maravilloso espect¨¢culo pol¨ªtico que el destino, nos ha permitido contemplar (?gracias, por supuesto, a la televisi¨®n!) ofrece a los verdaderos liberales -?que no son precisamente los de la dizque Internacional Liberal!- en la Europa del Este la posibilidad de esforzarse por marcar una diferencia tajante entre el capitalismo y el liberalismo. De otro modo, podr¨ªa suceder lo que pas¨® tras las revoluciones de 1848 -cuyo eco lejano ha debido sentirse en Berl¨ªn y otras capitales de aquella fecha casi sagrada-: que se produjeran movimientos adversos a todo lo que significa el liberalismo.
La dificultad mayor para el renacimiento liberal en la Europa que viene es, patentemente, el descr¨¦dito de los partidos liberales (y similares) de Occidente, que casi todos han sido perfectos ejemplos de usurpaci¨®n del liberalismo. Quiz¨¢ habr¨ªa que volver a los conceptos de la gran v¨ªctima del fascismo italiano, Carlos Rosselli, y su Partido Socialista Liberal (ya apuntado por el joven Ortega, o por Fernando de los R¨ªos, con su "socialismo humanista"). Quiz¨¢ los apelativos no importen para el fortalecimiento de las creencias liberales. De todos modos, las organizaciones pol¨ªticas van a cambiar en la Europa unida de un futuro muy cercano, y ser¨¢ entonces cuando deban acabar para siempre las usurpaciones del liberalismo.
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