Un hombre de bien
EL GRAN escritor paraguayo Augusto Roa Bastos recibe hoy de manos del Rey de Espa?a el Premio Miguel de Cervantes, el m¨¢ximo galard¨®n de las letras hisp¨¢nicas de nuestro tiempo. Se rinde homenaje de esta manera a un gran creador de la lengua espa?ola, a la cultura de los pueblos unidos por ella, y se apuesta a la vez por el indiscutible horizonte de futuro del espa?ol, idioma puntero como instrumento de creaci¨®n y comunicaci¨®n culturales en el contexto del mundo contempor¨¢neo. Al mismo tiempo es un reconocimiento que surge del pasado m¨¢s claro de nuestra comunidad ling¨¹¨ªstica, que aqu¨ª representa el nombre de nuestro m¨¢ximo creador, Miguel de Cervantes.A?o tras a?o -desde que empez¨® la democracia-, tras el nombre del autor de El Quijote se inscriben en una lista de evidente dignidad creadora nombres espa?oles y latinoamericanos que conforman, cada uno a su manera, la alta historia reciente de la lengua espa?ola, y que se proyecta como un honor y un gozo para todos los hispanohablantes a uno y otro lado de todos los mares. La reciente concesi¨®n del Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras al venezolano Arturo Uslar Pietri incrementa y ratifica la convicci¨®n de la necesidad en reafirmar un quehacer com¨²n.
El premio a Roa Bastos fue concedido en medio de abundantes pol¨¦micas de todo tipo, que, sin embargo, para nada afectaron al elegante, discreto y casi silencioso escritor paraguayo. Los tiros iban por otro lado, o por otros muchos lados, salvo por el suyo, y ven¨ªan determinados -dejando aparte coyunturas pol¨ªticas ef¨ªmeras- por el hecho inevitable de que toda elecci¨®n supone al mismo tiempo muchas eliminaciones, esto es, que para elegir hay que rechazar al mismo tiempo. Pero en el terreno del arte no existen los agravios comparativos, y la riqueza actual de las letras en las literaturas hisp¨¢nicas es tal que las mismas pol¨¦micas podr¨ªan reproducirse -y de hecho surgen, en mayor o menor medida siempre- al menos durante bastantes a?os.
Lo que nadie puede objetar es la calidad y el rigor del creador premiado. Un escritor bastante marginal, dentro de su espec¨ªfica importancia, por su apartamiento de todos los centros de poder, por su rechazo de toda suerte de publicaciones, por su aversi¨®n a lo espectacular o al cultivo de una carrera profesional, cosa tan habitual entre los escritores y artistas de nuestro tiempo consumista, sin citar, para no herir su sensibilidad de hombre de bien, los honores pol¨ªticos y de representaci¨®n a los que renunci¨® recientemente en su pa¨ªs de origen.
La obra de Roa Bastos es escasa y tremendamente rigurosa. Se basa, fundamentalmente, en dos grandes novelas -Hijo de hombre y Yo, el Supremo- y algunos relatos breves que han dado la vuelta al mundo y que aparecen ya como un hito en la historia de las letras espa?olas de todos los tiempos. M¨¢s a¨²n: el manuscrito de una tercera novela, El fiscal, muchas veces anunciada ante las presiones de sus lectores, fue destruido por el escritor, que lo consider¨® insuficiente. ?Qu¨¦ creador har¨ªa lo mismo en este tiempo? Augusto Roa Bastos sabe bien que la literatura tiene que ser necesaria para ser de verdad el arte que debe ser. Su ejemplo, frente al alud que invade el mercado, resulta purificador.
Por ¨²ltimo, su nombre trae al palmar¨¦s la historia reciente de ese peque?o gran pa¨ªs latinoamericano que es Paraguay, el gran olvidado muchas veces, cuya historia de guerras, dictaduras y exilios -que Augusto Roa Bastos ha experimentado en carne propia casi desde que naci¨®- no le ha impedido enarbolar su propia peculiaridad con orgullo, generosidad, esfuerzo y valor, y que tambi¨¦n acaba recientemente de recobrar su libertad. Es todo un s¨ªntoma.
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