El final del sue?o
Las familias de siempre toman el poder en Nicaragua
ENVIADO ESPECIAL Daniel Ortega sell¨® el mi¨¦rcoles 25 de abril con el mejor discurso de su carrera pol¨ªtica el final del sue?o de una noche de verano tropical. Nicaragua descendi¨® ese d¨ªa del pedestal del mito para caminar junto al resto de los pa¨ªses en busca del bienestar econ¨®mico y la convivencia pac¨ªfica, sin h¨¦roes ni m¨¢rtires, con la mayor normalidad posible, de la mano de unos tecn¨®cratas eficientes que conocen a la perfecci¨®n las reglas del mercado y del crecimiento sin inflaci¨®n.
El ¨²nico v¨ªnculo entre esos tecn¨®cratas y Nicaragua es Violeta Chamorro, la nueva presidenta, una mujer con m¨¢s genio que ideas, la mejor muestra de la Nicaragua de siempre. Con su traje de chaqueta blanco perla de ?scar de la Renta, Violeta era el d¨ªa de su toma de posesi¨®n todo un s¨ªmbolo de limpieza y esperanza frente a los nuevos tiempos.El mensaje de la revoluci¨®n sandinista, que vivi¨® con fe en su inmortalidad, lleg¨® a su final tan gastado como los vaqueros que vest¨ªa Daniel Ortega el d¨ªa de la entrega del poder.
Los sandinistas reconocen que un d¨ªa de febrero de 1990 abrieron los ojos y vieron enfrente un pa¨ªs que se rebelaba contra su locura de j¨®venes prepotentes.
Ese pa¨ªs que se hart¨® de ser conejillo de Indias de experiencias revolucionario-socialistas y de experimentos de intervencionismo extranjero cay¨® el 25 de febrero pasado en los brazos de la madre tierna que lo devuelve a los or¨ªgenes.
Nicaragua vuelve a manos de las familias de siempre. En el nuevo Gobierno de esta naci¨®n centroameriana no s¨®lo hay Chamorros, sino Arg¨¹ellos, Sacasas, Cuadras, Lacayos y Mayorgas.
La necesaria reconciliaci¨®n entre los nicaraguenses ha obligado a incluir entre este selecto club de apellidos que han dirigido la vida nacional por d¨¦cadas un nuevo socio: los Ortega.
El Gobierno de Violeta Chamorro -que ser¨¢ en realidad el Gobierno de su yerno, Antonio Lacayo, ministro de la Presidencia- pretende b¨¢sicamente corregir el desorden econ¨®mico, poner fin a la guerra y normalizar las relaciones con la comunidad internacional, especialmente con Estados Unidos.
Esas tres premisas fundamentales estan unidas por un com¨²n denominador que representa el estilo de los nuevos gobernantes: el pragmatismo. Lacayo es hombre que hace las cosas que debe hacer en funci¨®n de los intereses que se propone, sin dudas ni prejuicios: si tuvo que dejar al general Humberto Ortega como jefe del Ej¨¦rcito para garantizar el respaldo del Frente Sandinista a su Gobierno durante la cr¨ªtica fase de la transici¨®n, lo hizo; si tuvo que marginar al vicepresidente, Virgilio Godoy, en aras de un mensaje gubernamental m¨¢s moderado y m¨¢s moderno, lo hizo, y si tuvo que amenazar de muerte a la Contra para dejar claro que no negociar¨¢ su autoridad con esa clase de gente, por supuesto que lo hizo.
Pero, probablemente, si en el futuro tiene que hacer todo lo contrario, en la b¨²squeda de objetivos distintos, lo har¨¢. Lacayo parece constituirse como una sombra sobre la que la opini¨®n p¨²blica puede descargar todos sus odios en el momento en el que las cosas vayan mal, pero no podr¨¢ compartir los aplausos cuando vayan bien.
Antonio Lacayo parte tambi¨¦n con una debilidad sobre la que, seguramente, ¨¦l mismo habr¨¢ recapacitado y tomar¨¢ en consideraci¨®n: no se sostiene sin Violeta Barrios de Chamorro.
La nueva Administraci¨®n juega al golf
Nicaragua es actualmente un pa¨ªs unido en la causa com¨²n de la paz -con excepci¨®n de los 10.000 contras-, pero no es un pa¨ªs un¨¢nime en su respaldo al nuevo Gobierno, como no lo fue nunca, aunque los sandinistas no lo entendieran. El nuevo poder, que es el de las buenas intenciones, pero que tambi¨¦n es el poder de las grandes familias, de las fiestas con caviar y de la tentaci¨®n del pasado, parece obligado a abrir un espacio a ese tercio de poblaci¨®n derrotado, mientras que ¨¦ste, a su vez, tendr¨¢ que hacer un esfuerzo de adaptaci¨®n.Entre los dirigentes derrotados, algunos ya lo han hecho aparentemente sin mayores dificultades. No s¨®lo Humberto Ortega, sino toda la jerarqu¨ªa militar sandinista sigue en sus puestos. Tambi¨¦n contin¨¢an, en su misma funci¨®n o en otras similares, funcionarios claves del antiguo Gobierno, corno el viceministro del Interior, comandante Len¨ªn Cerna, encargado de los servicios de espionaje, y el jefe de la polic¨ªa, comandante Ren¨¦ Rivas.
Otros antiguos funcionarios de la Administraci¨®n de Ortega ser¨¢n repartidos en la red de negocios privados que el Frente Sandinista ha ido montando durante los ¨²ltimos a?os ante la eventualidad, no de una derrota, sino de una completa privatizaci¨®n de la actividad econ¨®mica.
El funcionario sandinista con uniforme verde olivo, a bordo de un veh¨ªculo sovi¨¦tico Lada recorriendo las fantasmag¨®ricas calles de Managua en direcci¨®n a su casa expropiada, ha pasado ya al archivo de la memoria. El nuevo funcionario juega al golf, escribe sus documentos en un ordenador de 5.000 d¨®lares reci¨¦n aparecido en Miami, viaja en un Toyota todoterreno y vive en la casa familiar con el orgullo de haberla defendido contra el sandinismo durante 10 a?os. Una d¨¦cada de sue?os o de pesadillas, seg¨²n quien la mire.
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