Camino de perfecci¨®n
Todos los conciertos de Phil Woods en Madrid en los ¨²ltimos a?os han tenido el claro car¨¢cter de lo especial. M¨¢s all¨¢ de su capacidad como compositor, arreglista y l¨ªder de banda, y de su absoluto magisterio instrumental, en los conciertos de Woods se ofrece una suerte de perfecci¨®n cre¨ªble (y viva) cuyo primer logro es un aldabonazo sobre el mismo acto de la comunicaci¨®n musical. Por la reproducci¨®n ac¨²stica de su m¨²sica (sin micr¨®fono ni ampliaci¨®n), por la sabidur¨ªa empe?ada en cada uno de los cl¨ªmax, inflexiones y texturas, Woods exige, naturalmente, ser escuchado.En el silencio de quien respeta y recibe hace su m¨²sica, en la que la vocaci¨®n de perfecci¨®n tambi¨¦n permite el plano de la proyecci¨®n emotiva. Woods es el m¨²sico que nos recuerda que tambi¨¦n el coraz¨®n piensa y la cabeza siente, que hay una raz¨®n sensible y que la emotividad puede ser parte de nuestra raz¨®n. Arquitecto de m¨²sicas que precisan definici¨®n (tambi¨¦n con Gillespie y con Monk), este continuo inventor mel¨®dico tiene hoy, a sus 59 a?os, bien asentado su nombre en la historia del jazz: por sus evidentes cualidades, por la certeza de su camino y tambi¨¦n por la reafirmaci¨®n de la intensidad natural del jazz que conlleva su apuesta ac¨²stica.
Phil Woods Quintet
Colegio mayor San Juan Evangelista. Madrid, 5 de mayo.
El actual quinteto, formaci¨®n estable de Woods desde 1983, se present¨® con algunos cambios. Permanecen los sostenes r¨ªtmicos, el contrabajista Steve Gilinore y el baterista Bill Goodwin; ambos son parte esencial en la limpieza sonora del grupo. No ven¨ªa el trompetista Tom Harrell, y el segundo viento era confiado al trombonista Hal Crock, quien ya ha colaborado con Woods, de buena inteligencia con ¨¦l y del que, en sus solos, pueden ser m¨¢s estimables primeras partes que segundas. Su trabajo sobre I wish I knew confirm¨® sus mejores cualidades como instrumentista. Tambi¨¦n hubo cambio en la plaza de pianista, sucediendo a Hal Galper, Jim McNeely, a quien ya hab¨ªamos podido escuchar en Madrid, con John Abercrombie.
Y el jefe, claro, que dej¨® tocar mucho a sus muchachos y deslumbr¨® en su intervenci¨®n tanto en el saxo alto como en el clarinete. Con este ¨²ltimo dio el bis Just the moon, como volviendo a considerar que la perfecci¨®n no tiene por qu¨¦ ser inhumana. Hubo homenaje a Parker y a Morik en la coda a The best is yet to come, y el temario, en su mayor parte composiciones propias (y un Jobim sabiamente tratado), fue buena base para lograr una m¨²sica importante y del presente.
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