La rebeli¨®n contra el padre
A puerta cerrada
De Jean-Paul Sartre. Dramaturgia y direcci¨®n de Angel Facio. Int¨¦rpretes: Mario Vedoya, Carlos Rivas, Covadonga Cadenas, Zywila Pietrzak. Escenograf¨ªa: Zofia de In¨¦s. Producci¨®n de Los Goliardos. Sala Olimpia, 27 de Junio.
Los Goliardos eran gentes que formaron un grupo vivo y luchador que alz¨® su nombre con su teatro en un tiempo sombr¨ªo. Acabaron antes que ese tiempo. Vuelven ahora, y es l¨®gico que su regreso se acoja con alg¨²n entusiasmo, sobre todo si se piensa que el teatro necesita de todas sus fuerzas. Entretanto, como han declarado en estos d¨ªas, est¨¢n sus rudas opiniones con respecto a la obra que presentan, A puerta cerrada (Huis-clos), de Sartre. No les gusta. En 1944 fue una sorpresa por la capacidad de concretar en una hora de escena todo un pensamiento dominante, una situaci¨®n del existencialismo en la que el individuo es presa del tiempo y el espacio -una habitaci¨®n cerrada, la eternidad- y de su inevitable capacidad de da?arse unos a otros. Sali¨® de ella la frase inagotable "el infierno son los otros". Los tres personajes se destrozan, incapaces cada uno de ellos de saciar su sed y de servir de agua a la sed de los dem¨¢s. Todo un teatro naci¨® de ah¨ª -el de la incomunicaci¨®n-, y est¨¢ considerada como una obra maestra de nuestro siglo. A Los Goliardos, a ?ngel Facio, no les gusta. Dan razones que tambi¨¦n se dieron en su tiempo: no es teatro, no hablan personajes sino ideas. Ellos creen que Sartre quiso hacer una obra como las que hizo Strindberg, pero que no le sali¨® bien. "Se le atragant¨® la tradici¨®n ret¨®rica francesa", dicen.
Decisi¨®n heroica
En consecuencia, han tomado la decisi¨®n heroica de arreglarla. Pod¨ªan haber decidido abandonarla, no pensar en ella, dej¨¢rsela a quienes siguen creyendo que es una obra maestra y refleja una ¨¦poca de guerra-posguerra de la que deriva ¨¦sta. Hubiese sido lo f¨¢cil. Incluso que ?ngel Facio hubiese escrito ¨¦l mismo una obra diferente, expresando lo que quiere expresar. Pero prefieren esta lucha: desde un puesto oscuro, muy difamado y pol¨¦mico -por las anteriores direcciones de Facio-, desde su peque?ez de resucitados, hacer de esta obra lo que deb¨ªa haber sido si Sartre hubiese entendido el teatro, cosa que ellos no creen, al mismo tiempo que est¨¢n seguros de que ellos s¨ª. Una extraordinaria osad¨ªa.
Teniendo una opini¨®n contrar¨ªa a la de ellos, me es d¨ªficil hacer una cr¨ªtica de su resultado; para m¨ª, es un desastre. Y un dessartre. No veo tampoco al Strindberg que invocan como "padre originario". Parece que el teatro, como ellos lo entienden, es un exceso de lo ostensible. Ha de quedar claro que no hay tal habitaci¨®n de hotel, sino el infierno, desde el primer momento. Ha de quedar claro que los personajes son reales, pero muertos; que son distintos porque tienen nacionalidades distintas y medios sociales distintos, y unas vidas que se pueden contar como cuentos -las ven en un televisor: infernal, claro-. No resulta tanto que el infierno sean los otros, sino precisamente estos tres individuos entre s¨ª: la casu¨ªstica del teatro, que ellos prefieren; y arreglan as¨ª la no-vida de los seres -y la nada- de Sartre, y de c¨®mo a ¨¦ste "se le escap¨® la realidad concreta". Y la materialidad, y el juego de los sentidos. Corren ellos a atrapar esas piezas huidizas y a colocarlas en la escena; muchas veces con las palabras de Sartre, otras no. Todas suenan como no.
Era m¨¢s f¨¢cil combatir a Franco que a Jean-Paul Sartre. Esto, a mi juicio, no cuadra. Impregnado por este prejuicio, no puedo ver al actor y las dos actrices m¨¢s que como malos, porque me parece que no pueden actuar dentro de una pieza -en los dos sentidos, en la de obra de teatro y en la de habitaci¨®n- como si estuvieran en otra, decir unas palabras como comi¨¦ndoselas y hacer ostensibles otras no representativas. Desde esta fastidiosa posici¨®n de incredulidad por lo que veo y oigo, no puedo sentir m¨¢s que fastidio ante la dramaturgia y la direcci¨®n de ?ngel Facio, ante la producci¨®n de Los Goliardos; y hasta a la utilizaci¨®n de su nombre para esto.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.