'Lasai', Oteiza, 'lasai'
Diversos intelectuales y artistas reflejan en el siguiente art¨ªculo, Tranquilo, Oteiza, tranquilo, la consternaci¨®n y alarma que les han producido los ataques del escultor Jorge Oteiza contra el tambi¨¦n escultor Eduardo Chillida, al que, entre otras cosas, acusa de plagio. Defienden que cada artista verdadero tiene su lugar y su sentido y piden "un poco de silencio, que no se puede trabajar".
Con consternaci¨®n y alarma leemos en la prensa tus furibundos ataques al compa?ero y gran escultor Eduardo Chillida. Alarma y preocupaci¨®n por la falta de ¨¦tica en tus incomprensibles ataques contra alguien cuya ¨²nica preocupaci¨®n, como deber¨ªa ser la tuya, es la de trabajar.Ni creemos que tus palabras le hagan da?o, ni es su defensa -que, por otro lado, no necesita- el motivo de esta carta; pero s¨ª nos preocupan las guerras desleales, que desear¨ªamos ver desterradas de nuestra profesi¨®n.
El aspecto m¨¢s detestable de la historia de los hombres que practican el arte es el ansia voraz por la supremac¨ªa. En una actividad donde el tiempo es el juez inapelable, esa actitud intolerante y restrictiva ante todo lo que pueda oscurecer el prestigo propio es interesada y, aunque se enmascare con m¨²ltiples disfraces oportunistas, siempre tiene el mismo origen: la necesidad de ser ¨²nicos. Pero en arte, ser ¨²nicos ni es posible ni es necesario, ni depende de nuestra voluntad. El trabajo se entrega a los dem¨¢s abierto, sin instrucciones para su manejo y sin una valoraci¨®n del propio autor.
No alcanzamos a comprender a qui¨¦n pretende Oteiza hacer creer esos desatinos que dice de Chillida. Cualquier persona, artista o no, tiene un criterio que no va a cambiar por escuchar esa apolog¨ªa del resentimiento que son sus palabras. Como un favor de Oteiza vamos a obviar la cuesti¨®n de las influencias y los plagios. No tiene sentido, porque no es posible desentra?ar el laberinto de las influencias en todo trabajo creativo, pero hay una ley infalible: el gran artista no plagia.
En el fondo de estos peri¨®dicos arrebatos que padece Jorge Oteiza subyace, a modo de cat¨¢strofe natural o jugarreta del destino, la verdadera causa de todas sus desgracias: el hecho fortuito de que a su lado surgiera un artista del talento de Eduardo Chillida y que este talento tuviera un reconocimiento mundial. A nadie se le escapa que sin estas tres circunstancias: lugar de nacimiento, importancia de la obra y reconocimiento mundial, no habr¨ªa problemas.
No hace mucho, en otra de sus declaraciones a la prensa, aseguraba Oteiza para nuestro estupor que ya hab¨ªa muerto, que le dejaran en paz... Era como un quejido pat¨¦tico de quien se siente abrumado, casi exhausto, por el peso de la gloria; pero parece como si esa paz no s¨®lo se alimentara con un permanente goteo de p¨²rpura, sino que necesita la desaparici¨®n de los dem¨¢s.
Es una l¨¢stima el tormento innecesario en el que vive y que su val¨ªa y sus a?os no le hayan dado serenidad, porque la superioridad de la obra de Chillida no anula la suya: cada artista verdadero tiene su lugar y su sentido.
?Y un poco de silencio, que no se puede trabajar!
Firman tambi¨¦n este art¨ªculo: Jos¨¦ Antonio Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, Luis Gordillo, Enrique Gran, Crist¨®bal Halffter, Fernando Higueras, Antonio L¨®pez Garc¨ªa, Julio L¨®pez Hern¨¢ndez, Lucio Mu?oz y Francisco Nieva.
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