'Le trottoir'
Aunque uno de los oficios m¨¢s antiguos del mundo sea la diplomacia, ello no autoriza a los diplom¨¢ticos a disputar, y aqu¨ª viene muy bien la palabra, las aceras a quienes llevan tacone¨¢ndolas desde que se cre¨® la sed inagotable de afectos mercenarios. Algunos peri¨®dicos dicen que funcionarios de la Embajada espa?ola en La Habana han instalado en la calle, a unos 40 metros de la sede diplom¨¢tica, unas mesas para atender al p¨²blico y evitar as¨ª nuevas entra das de refugiados con el pretexto de realizar alg¨²n tr¨¢mite.Sea o no competencia desleal la que realizan estos diplom¨¢ticos espa?oles a las trabajadoras habituales de las aceras, el hecho sienta ya un antecedente de consecuencias imprevisibles. Si la diplomacla saliera decididamente a las aceras, se abaratar¨ªa sustancialmente el producto, ya que por un tenderete en el bordillo siempre se pagar¨ªa menos que por los ampl¨ªsimos salones llenos de metros tanto cuadrados como c¨²bicos, sin olvidar ya en el terreno log¨ªstico que en un chiringuito improvisado se pueden sustituir muy f¨¢cilmente los canap¨¦s de caviar por los pinchos de morcilla.
Como contrapartida podr¨ªan abrirse los salones diplom¨¢ticos, como ya parece estarse ensayando en Buenos Aires, a las obreras m¨¢s distinguidas del trottoir, las cuales ver¨ªan aumentar su prestigio en la medida en que los diplom¨¢ticos ver¨ªan apagada su sed. En Cuba, sin embargo, el puritanismo revolucionario ha erradicado el comercio afectivo de las aceras, por lo que la iniciativa de nuestros hombres en La Habana, que sienta un precedente, podr¨ªa influir m¨¢s decisivamente en la diplomacia occidental, en la cual no se han introducido novedades al margen de la t¨¦cnica desde los tiempos de la Venecia renacentista.
Y ya va siendo hora de remover el asunto.
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