Amores principescos
Para interpretar el papel de la protagonista femenina de Vacaciones en Roma -personaje deseado por cualquier actriz joven de aquella ¨¦poca- la elecci¨®n recay¨® en Audrey Hepburn, una aspirante casi desconocida en tonces, 1953. Despu¨¦s de esta in terpretaci¨®n, ella se convirti¨® en una gran estrella y, adem¨¢s, en un aut¨¦ntico prototipo femenino para las chicas de todo el mundo, imponiendo su figura, elegante y muy delgada, frente a los cuerpos impresionantes y carnales de las actrices cinematogr¨¢ficas de aquella ¨¦poca.El filme tuvo un gran arraigo en su tiempo e influy¨® en el desarrollo de una incipiente prensa del coraz¨®n europea -que, entonces, en el primer lustro de los cincuenta, apenas exist¨ªa- canalizando el inter¨¦s del p¨²blico por la realeza y los arist¨®cratas, con una gran curiosidad hacia la vida y milagros de las clases sociales privilegiadas en el ejercicio descarado de sus privilegios.
Vacaciones en Roma (Roman holiday)
Producci¨®n: Paramount Pictures. Gui¨®n: Ian MacLellan Hunter (Dalton Trumbo) y John Dighton. Im¨¢genes: Henri Alekan, Franz F. Planer. M¨²sica: Georges Auric. Montaje: Robert Swink. Direcci¨®n: William Wyler. Int¨¦rpretes: Gregory Peck, Audrey Hepburn, Eddie Albert. Estreno en Madrid: cine Infantas Classic. Versi¨®n original.
Naturalmente, desde aquella ¨¦poca a la nuestra ha habido tantos y tan vertiginosos cambios que no parece f¨¢cil contemplar ahora, con serenidad y una pizca de iron¨ªa distanciada, esta historia ingenua, y levemente nost¨¢lgica, en la que una princesa, casi de cuento de hadas, pretende vivir unas horas de libertad, sus Vacaciones en Roma, fuera del asfixiante protocolo que regula su conducta. El providencial encuentro con un periodista americano destacado en la Ciudad Eterna a?ade una nueva emoci¨®n, cuando ¨¦l se entera de su verdadera identidad, y renuncia, caballerosamente, al reportaje que le hubiera supuesto un gran triunfo profesional.
Vacaciones en Roma es, sobre todo, una obra encantadora, pese a esas convenciones ingenuas, o precisamente por ellas, porque Wyler se tom¨® en serio su trabajo, aceptando las obligaciones que comportaba y dejando la iron¨ªa y los gui?os para otra ocasi¨®n m¨¢s apropiada. Rod¨® esta narraci¨®n tierna y amable, construida con un perfume inevitable de nostalgia y fatalismo, como si se hubiera tratado de una ambiciosa superproducci¨®n, con su legendaria atenci¨®n al detalle, sin olvidar el perfeccionismo t¨¦cnico que caracteriz¨® su manera de hacer durante tantos a?os, coincidentes con la edad de oro de la industria americana.
La historia de Vacaciones en Roma posee esa rara cualidad que s¨®lo nace del equilibrio y de la medida certera dela acci¨®n, unida al control absoluto de cada escena. La pel¨ªcula supo conectar -o despertar- las tendencias mayoritarias del p¨²blico de aquella ¨¦poca. Lo mejor que todav¨ªa puede decirse de ella es que a¨²n conserva ese atractivo en la nuestra.
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