Los nuevos 'corsarios' del Mediterr¨¢neo
Cuando Joe Burke lanz¨® un eructo directamente a la cara de la representaci¨®n espa?ola, el medio ambiente de aproximada mente cinco metros a la redonda se inund¨® del aroma reciclado de dos litros y medio de sangr¨ªa. Joe llevaba una buena borrachera en el cuerpo y un ojo tapado. Era su distintivo y el de 320 personas m¨¢s (el 95% brit¨¢nicos). Acababa de participar en una muy singular fiesta de piratas en la localidad de Benidorm. Tres horas de juerga le garantizaban, por 2.800 pesetas, la cena y la bebida sin l¨ªmite. Joe particip¨® en una historia de tesoros robados. Fue amigo de Francis Drake y Barbarro ja, dese¨® a Escarlata y mir¨® con ojos extasiados c¨®mo dos bandoleros del mar escup¨ªan fuego por la boca, despu¨¦s de que unos equilibristas provenientes del Circo de los Muchachos simularan peleas y que el gale¨®n La Hispaniola sirviera de tel¨®n de fondo para que una Pantera Rosa de pene estrechito y largo bailara con el Pato Donald. Pero Joe no se fue del todo contento. ?l hab¨ªa venido a Benidorm en busca de sexo y no lo hab¨ªa encontrado. Porque esta fiesta, en la que se mostr¨® alg¨²n culo y se ense?aron unas cuantas tetas, fue, a pesar de la bebida y de los gritos -"tetas fuera para los chicos"- de m¨¢s de dos centenares de varones ebrios m¨¢s de desfogue verbal y gestual. Mover la pelvis agarr¨¢ndose los genitales era bastante habitual.Joe resumi¨® en una frase lo que supon¨ªa para ¨¦l la crisis tur¨ªstica de la Costa Blanca: "Hay muchas menos mujeres, se ha notado que vienen menos turistas y yo no follo nada".
En la misma situaci¨®n de semen seco estaba Andrew, un pelirrojo de Carlisle que encerraba su felicidad en tres infinitivos verbales: "Follar, beber y re¨ªr" Para este muchacho su primera visita al para¨ªso estaba en cuarto menguante, pues solamente hab¨ªa conjugado los dos ¨²ltimos verbos, y de qu¨¦ manera. Andrew bebi¨® y ri¨® como un pirata pero su mirada de deseo, durante las tres horas que dur¨® la fiesta, no obtuvo respuesta. Aficionado al f¨²tbol, Andrew no quiso aceptar que fuera un hooligan. Pero s¨ª lo defini¨®. Y lo hizo d¨¢ndole calificativo de bueno y malo. "Un buen hooligan es un seguidor de Inglaterra en los partidos que juega en el extranjero". Para se?alar al mal aficionado, le a?adi¨® dos atributos: "Llevan un cuchillo o una pistola".
El soci¨®logo municipal de Benidorm, Jos¨¦ Miguel Iribas, defini¨® esta poblaci¨®n como "una coca-cola de litro, que se puede consumir sola o en familia", y acert¨®. Pero ser¨ªa mejor sustituir la coca-cola por cerveza, porque beber alcohol es el deseo primero de todo turista.
La noche de Benidorm empieza a las ocho de la tarde, y es como si te hubieran montado en un videoclip. Mientras Joe y Andrew se emborrachan en la fiesta aventurera, en la zona paralela a la playa, en el mundo de las terrazas, se desarrolla un universo igualmente ins¨®lito. Cada una de las terrazas muestra un escaparate distinto con un denominador com¨²n: el baile y el conjunto musical con ¨®rgano autom¨¢tico. Mientras dos ancianas aut¨®ctonas bailan juntas la lambada, en la pared de al lado un conjunto que se autodefine como "muy moderno" interpreta Las cintas de mi capa. En el otro tabique, como si de una feria de muestras se tratara, una vocalista recita lo ¨²ltimo de Phil Collins para luego proseguir con una jota que habla de las excelencias de Navarra como patria. Y entre terraza y terraza se tiene la oportunidad de encontrar una b¨¢scula que te pesa, te dice los kilos que te faltan o te sobran, te ratifica tu edad en d¨ªas y, adem¨¢s de decirte cu¨¢l es tu estado emocional e intelectual, te advierte de tus posibles d¨ªas malos. Si tienes la capacidad emocional a media asta es mejor proseguir el camino y tomarte un zumo, una cerveza o un agua observando a un imitador de Fred Astaire en Sombrero de copa.
Esta zona a pie de arena est¨¢ habitada principalmente por latinos, espa?oles e italianos. Y como si de las capas de un pastel de hojaldre se tratara, te adentras en la jungla de los luminosos del leather, leder, cuir y piel, dejas atr¨¢s las peluquer¨ªas unisex, los r¨®tulos de inmobiliaras y de bancos, y llegas a la la guinda de la tarta: el apartheid brit¨¢nico. Pasear m¨¢s tarde de la una de la madrugada permite comprobar que los r¨®tulos de tiza son distintos a los de la tarde. Una frase se repite: crazy sex o crazy hours. Lograr que el portero no se percate de tu nacional?dad es tarea que hay que encomendar a la buena suerte. Si lo consigues y est¨¢s presente en el local a la hora convenida, lo mejor es clonizarse. Aunque resulta dificil.
El desnudo del remero
En el local, de las aproximadamente 200 personas s¨®lo dos no son brit¨¢nicas. Y 198 apenas llegan a los 20 a?os. La pista de baile de la tarde se ha reconvertido en una imaginaria barca en la que una veintena de voluntarios simulan remar, azuzados por un monitor que rappea. Los cuerpos de los j¨®venes barqueros est¨¢n sentados y con las piernas abiertas. En el hueco de la entrepierna se acopla el culo del de delante. Sale un chico de la imaginaria barca y se baja los pantalones y el slip. Ense?a ostentosamente los genitales al respetable. El respetable ni se inmuta. Ni tan siquiera cuando la chica, que sale del voluntariado navegante, se tumb¨® para el n¨²mero del franc¨¦s. Hasta 21 flexiones realiz¨® el muchacho para lograr que la punta de su pene rozara pechos, boca y ojos de la adolescente. Al final, una botella de champ¨¢n como premio.El n¨²mero prosigue in crescendo, pero en este momento el personaje cl¨®nico se percata de que las miradas l¨ªquidas de los brit¨¢nicos se motean de venillas rojas y cuchichean. Es el mejor momento para desaparecer lo m¨¢s discretamente posible. Las pelvis de los asistentes se empiezan a mover con cadenciosidad. Fuera, en las calles del apartheid, grupos de j¨®venes empiezan a amenazarse de una terraza a otra. El clonizado a?ora el sonido familiar del Bamboleo y que una b¨¢scula adivina le se?ale su estado emocional.
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