C¨®mo responder a Husein
Es evidente que la aventura militar de Husein requiere una respuesta. Las dudas de buena parte de los ciudadanos de todo el mundo se refieren a la modalidad de esa respuesta y a la honestidad e intenciones ¨²ltimas de algunos actores occidentales del conflicto.Los Gobiernos occidentales, entre ellos el espa?ol, han avalado el expansionismo del r¨¦gimen iraqu¨ª, al que han considerado un aliado hasta el pasado 2 de agosto. Entretanto, buena parte de la izquierda pol¨ªtica y social denunciaba en solitario el genocidio del pueblo kurdo o el asesinato de la oposici¨®n pol¨ªtica que indicaba claramente el escaso respeto de Bagdad a los derechos humanos.
Por otra parte, hemos se?alado reiteradamente que la pol¨ªtica de los pa¨ªses occidentales, especialmente la de Estados Unidos de Norteam¨¦rica (EE UU), no estaba contemplando las dram¨¢ticas expresiones que alcanzaba el conflicto Norte-Sur o las precisas reformas econ¨®micas para garant¨ªzar un nuevo orden econ¨®mico internacional.
Citar¨¦ un medio poco sospechoso como el Washington Post y un autor menos sospechoso todav¨ªa como el ex presidente Jimmy Carter, que el pasado d¨ªa 8 de agosto escrib¨ªa: "Querido Bush, suerte, pero la culpa es vuestra si la incapacidad para resolver la cuesti¨®n palestina ha permitido a Husein presentarse como un campe¨®n del mundo ¨¢rabe, si hemos desperdiciado 17 a?os para librarnos de la dependencia energ¨¦tica".
En esta situaci¨®n, los hechos del Golfo son la primera manifestaci¨®n de crisis aguda tras el excepcional 1989. Cabe preguntarse sobre las posibilidades de un nuevo desarrollo de las relaciones internacionales, en la perspectiva del desarme y la cooperaci¨®n, tras lo ocurrido.
En estas mismas p¨¢ginas (Ver EL PA?S de 9-3-1990) se?al¨¦ los l¨ªmites que se le presentaban al proceso de distensi¨®n: la ausencia de instituciones int¨¦rnacionales que definieran las reglas -del juego ante la imposibilidad de que la OTAN jugara ese papel y el riesgo de convertir el nuevo proceso en un pacto del Norte frente al Sur del mundo. En estas dos cuestiones residen las claves para encontrar una respuesta a Husein.
Las formas en que se pueda resolver esta crisis nos afectan a todos en la medida en que pueden definir las reglas de juego del futuro.
Las Naciones Unidas han vivido un momento estelar en su historia cuando su Consejo de Seguridad ha aprobado por unanimidad un embargo que incluye medidas sustancialmente justas y bastante eficaces a medio plazo (t¨¦ngase en cuenta que la unanimidad y las diferencias, por ejemplo, entre las econom¨ªas iraqu¨ª y surafricana hacen este embargo mucho m¨¢s efectivo).
Podr¨¢ reproch¨¢rsele a P¨¦rez de Cu¨¦llar cierta incapacidad para gestionar los acuerdos del Consejo de Seguridad, pero es cierto que antes de que estas medidas pudieran evaluarse o se arbitraran iniciativas pol¨ªticas o de seguridad que las reforzaran, las denominadas fuerzas multinacionales, con el apoyo expl¨ªcito o previsto de los pa¨ªses de la Europa occidental, ya estaban en camino dispuestas a practicar un bloqueo militar.
Los pa¨ªses de la Comunidad Europea se han plegado a la estrategia norteamericana, renunciando a los mecanismos de cooperaci¨®n pol¨ªtica previstos en sus acuerdos y apostando, frente al reforzamiento de las Naciones Unidas, por conceder papeles de intervenci¨®n en conflictos fuera de su ¨¢mbito a la OTAN o a la Uni¨®n Europea Occidental (UEO).
Lo que se pretende evitar es una situaci¨®n pol¨ªtica que cambiar¨ªa el orden internacional como es la capacidad de las Naciones Unidas para pasar de interponer cascos azules a dirigir una posible intervenci¨®n y que esta instituci¨®n internacional sustituya a las organizaciones militares hoy operativas.
Una opci¨®n de este tipo no s¨®lo ofrece serios riesgos para el futuro de todos nosotros, sino para la estabilidad del ¨¢rea. Si se prolonga la intervenci¨®n militar dirigida por EE UU, monarqu¨ªas como la saud¨ª o la de los Emiratos s¨®lo podr¨¢n sostenerse con una presencia continuada en la zona, lo que volver¨ªa a situarnos ante un cambio peligroso del equilibrio geoestrat¨¦gico en el mundo.
Es por ello que deben hacerse toda clase de esfuerzos por reconducir a la direcci¨®n de las Naciones Unidas todas las acciones. Que sean ¨¦stas las que eval¨²en el cumplimiento del embargo, sancionen a pa¨ªses cuyas empresas no lo cumplan y estimen si es preciso, ulteriormente, otro tipo de acciones.
Por otra parte, la comunidad internacional debe considerar la peculiar traducci¨®n que en esta zona tiene el conflicto Norte-Sur. Si se quiere reducir la demagogia nacionalista y panarabista de Husein, las tensiones generadas por el malestar econ¨®mico, la sed de justicia que reclaman los palest¨ªnos y el desarrollo pol¨ªtico del fundamentalismo isl¨¢mico, hay que adoptar iniciativas cuyo desarrollo contribuir¨ªa, ya hoy, a aligerar tensi¨®n en el conflicto. Al desarrollo de estas iniciativas deben aplicarse tambi¨¦n las Naciones Unidas y la Comunidad Europea, que, a estas alturas, parece evidente que ha perdido la oportunidad de protagonizar una soluci¨®n euro¨¢rabe en una de sus fronteras sin alquilar su iniciativa a EE UU.
Desde esta perspectiva hay que analizar la posici¨®n del Gobierno espa?ol, o mejor, de su presidente.
Tras ligeras vacilaciones, Espa?a puso a disposici¨®n de los norteamericanos nuestras bases antes de que se desarrollaran iniciativas pol¨ªticas y contribuyendo, en esa medida, a la estrategia de EE UU de no intervenci¨®n de las Naciones Unidas.
No es menos grave que nuestra participaci¨®n en el conflicto se haya amparado en unos tratados internacionales cuyo ¨¢mbito no permite una acci¨®n en el Golfo. Nuestro pa¨ªs ha suscrito, de hecho, un nuevo pacto militar y participa en un mando militar integrado, alterando as¨ª lo que era nuestra inserci¨®n en la seguridad europea.
Por estas razones, y por razones evidentes de respeto institucional, el Parlamento espa?ol debiera haber sido consultado, muy especialmente si en las fuerzas que enviamos al Golfo figuran ciudadanos de escasa preparaci¨®n para acciones de este tipo. El Gobierno ha facilitado con esta decisi¨®n la reflexi¨®n sobre un nuevo m¨®delo de servicio militar.
El Gobierno espa?ol deber¨ªa reconducir su estrategia proponiendo a las Naciones Unidas que asumieran la coordinaci¨®n y direcci¨®n del conflicto y sus,pendiendo el env¨ªo de fuerzas navales en el actual contexto, que, desde luego, va m¨¢s all¨¢ del embargo decretado por Naciones Unidas y alimenta la tensi¨®n en la zona. El Gobierno deber¨ªa dirigirse, igualmente, a las Naciones Unidas proponiendo iniciativas que tiendan a superar de forma pac¨ªfica y estable el conflicto.
El silencio amparado en el discurrir de nav¨ªos por los mares de la guerra no es, desde luego, una propuesta pol¨ªtica de recibo.
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