Antig¨¢s
Lo de la m¨¢scara antig¨¢s para sobrevivir cuando Sadam Husein ataque con productos qu¨ªmicos letales no hab¨ªa que tomarlo a broma. Las autoridades saud¨ªes no estaban a favor del reparto anticipado del bozal protector. Ped¨ªas m¨¢scara y dec¨ªan que cada cosa a su tiempo y los nabos en adviento, as¨ª que me lanc¨¦ a las calles de la ciudad de Dahran, dispuesto a conseguir una como fuera.En la tienda de fotograf¨ªa un tipo dijo que probara en la farmacia. Pero el boticario no ten¨ªa para ¨¦l -ni para nadie. "Vaya enfrente, donde lo venden todo a 10 ryals". En efecto, hab¨ªa gafas de sol, papel higi¨¦nico, recogedores de basura, montones de pasta de dientes y grapadoras de papel, todo estaba a ese precio, pero no se ve¨ªa ni una sola m¨¢scara. Volv¨ª a la calle en busca de un comercio de instrumental m¨¦dico. El dependiente. se carcaje¨®. "Es mejor la mascarilla anest¨¦sica y cerrar los ojos", dijo. En las alturas rugi¨® algo que sonaba a aviones de combate. En una ferreter¨ªa intentaron colocarme a toda costa un tapabocas para el polvo. Me negu¨¦ a ello. Cambi¨¦ de acera. Un relojero muy amable me dio prisas para que llegara a tiempo a una peluquer¨ªa donde hab¨ªa o¨ªdo hablar del sitio en el -que vend¨ªan las m¨¢scaras. El barbero me hizo polvo: "Tuvieron varias en Aloyan, pero las devolvieron a la f¨¢brica porque, incluido el traje, costaban 6.000 ryals (unas 150.000 pesetas), y s¨®lo proteg¨ªan media hora del gas venenoso. Por cierto, ?sabe que lo que usted necesita es un corte de pelo? ?Se lo puedo hacer?". Eran las seis de la tarde. Oraban en las mezquitas. Cerraron los comercios. Corr¨ª a un taxi. El conductor dijo que comprara una manta, la empapara de agua, me cubriera con ella y no morir¨ªa. Sin venir a cuento vaci¨® un aerosol pestilente en el coche. Entonces exclam¨¦: "?Prot¨¦geme, Al¨¢, que ¨¦ste s¨ª que me gasea!", y ca¨ª fulminado como un mosquito con DDT.
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