Gurb, en Denia
Encontr¨¦ a Gurb en el fondo de la piscina, al lado de la pastilla de cloro. Estaba intentando coger con la red una ara?a muerta, y all¨ª estaba ¨¦l, con cara medio de grenilim, medio de gato de Cheshire. Mi perro se puso a ladrar antes de que yo pudiese sacar la cabeza del agua. Odia a los gatos, aunque sean de ficci¨®n, o extraterrestres. Colgu¨¦ a Gurb de un ¨¢rbol para que se secase y para que el'perro no pudiese alcanzarlo.Me puse a pensar qu¨¦ har¨ªa con Gurb. Ten¨ªa los ojos rojos del cloro, llevaba unos pantalones de rayas muy anchos y parec¨ªa muy disminuido fi?sicamente. Quiz¨¢ la encuesta que le hab¨ªan hecho los chicos de la Brigada Judicial le hab¨ªa afectado m¨¢s de lo que piensa el director del Centro Penitenciario de J¨®venes de C¨¢ceres. Me alegro de todas formas de que le facilitase la huida.
Por mi parte, pens¨¦ que ser¨ªa un detalle ir al pueblo y comprarle churros. Pero no conozco ninguna churrer¨ªa en Denia y no recuerdo si era a ¨¦l a quien le gustaban los churros o a su amigo. Confundir cosas as¨ª puede ser un error fatal con un hombre, aunque sea un extraterrestre.
Empec¨¦ a pensar que Gurb era un incordio. No pod¨ªa hablar del susto que ten¨ªa, y no me atrev¨ªa a ba arle por si era peligroso o por si mi perro se lo com¨ªa. S¨ª entraba en la casa a encerrar al perro, se le pod¨ªa Tasgar el cuello de la camiseta y caerse al suelo. No quer¨ªa tener sobre mi conciencia la muerte de Gurb.
Decididamente, hab¨ªa sido mala pata encontrar a Gurb en el fondo de la piscina. Volv¨ªa a llover y me miraba desde all¨ª arriba con cara. trist¨ªsima. Toda la escena empezaba a parecerme algo extra?a. Lo m¨¢s extra?o de todo era tener un extraterrestre en el jard¨ªn y estar tan tranquila. Le dije a Gurb que me contestase por se?as si les ten¨ªa miedo a los perros, y le expliqu¨¦ que ¨¦ste no muerde y que s¨®lo quiere jugar. La respuesta de Gurb, o al menos la de sus ojos, fue la usual en estos casos: mirarme como si yo fuese una vieja inglesa exc¨¦ntrica, y desear que a m¨ª y a n¨² perro nos partiese un rayo.
De hecho, empezaba a tronar y Gurb se estaba poniendo morado porque el cuello -de la camiseta le ahogaba, o eso parec¨ªa. Decid¨ª arriesgarme a dejarle solo un momento. Encerr¨¦ al perro en el garaje y descolgu¨¦ a Gurb. Segu¨ªa sin pronunciar palabra, y cada vez se parec¨ªa m¨¢s a un gato mojado y miserable,-de esos que dan pena yasco a la vez. Me hubiese gustado encontrar a Gurb un d¨ªa de sol en el que yo estuviese m¨¢s di spuesta que esta tarde lluviosa de finales de agosto a asombrarme y entusiasmarme por haber rescatado a un extraterrestre de la piscina m¨¢s clorada de la zona. Pero el d¨ªa era de esos que parecen un plato de alubias a medio guisar, y no hab¨ªa nada que pudiese remediarlo. Me sent¨ªa un poco avergonzada por no demostrar m¨¢s entusiasmo. Puse a Gurb en el camino hacia La Jara, en el lado izquierdo, como debe ser. Ni siquiera me dijo adi¨®s. Espero volver a tener noticias suyas en alguna otra ocasi¨®n.-
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