"Aunque no haya guerra..."
Los padres de los marineros de la flotilla espa?ola viven pendientes de los medios de comunicaci¨®n
Se pasan la vida pendientes de la radio y cambian de cadena cuando hay noticias en televisi¨®n para no perderse nada. Compran varios peri¨®dicos o se crispan al o¨ªr el tel¨¦fono, por si llamase ¨¦l, el hijo embarcado en una de las corbetas o en la fragata Santa Mar¨ªa, uno de los 200 marineros de reemplazo que forman parte de la tropa. Otros confiesan que la tensi¨®n camina con ellos como si fuera su sombra y reprochan al Gobierno no haber sido informados. Despu¨¦s de las primeras l¨¢grimas de la despedida, la crisis del Golfo tambi¨¦n ha cambiado la vida de los padres de los soldados espa?oles.
Mar¨ªa del Pilar entrecruza las manos inquietas sobre la funda de pl¨¢stico de la camilla, en la min¨²scula entrada-salita de su casa, una porter¨ªa interior en el barrio de Cuatro Caminos, en Madrid. All¨ª lleg¨® la familia Salgado hace 19 a?os, con Daniel a¨²n en el vientre de la madre. "Echo de menos hasta cuando le rega?aba", dice. Su hijo, marinero de la fragata Santa Mar¨ªa, no ha escrito, pero recibe casi todos los d¨ªas noticias de su familia a trav¨¦s de Radio Exterior de Espa?a. Le mandan hasta t¨¦lex y paquetes con latas de bonito de kilo y cigarrillos.El muchacho, pinche de cocina en un restaurante, ha trastocado la vida familiar con su periplo hacia el Golfo. El padre, Valent¨ªn, un ebanista que trabaja de noche en un garaje, adem¨¢s de ver la televisi¨®n y la radio, compra ahora todos los peri¨®dicos -"nuestra principal fuente de informaci¨®n es la Prensa"- y siente "una tristeza muy grande, nos ha fastidiao". "Ten¨ªan que haber informado al pueblo", le dice al Gobierno. y se muestra pesimista sobre la pronta vuelta del hijo. "A ¨¦stos les dan el turr¨®n all¨ª, mientras lo puedan tomar y luego celebrarlo aqu¨ª ......
Su mujer se coloca unos cascos para escuchar una min¨²scula radio por la noche y no molestar as¨ª, en el piso que apenas alcanzar¨¢ los 50 metros -un dormitorio, un servicio sin ducha, la cocina donde sol¨ªa dormir Daniel en un jerg¨®n y esta entrada en la que habla- a los dem¨¢s habitantes de la casa, el marido y el hijo mayor.Despu¨¦s se ech¨® a llorarMar¨ªa del Pilar, de 47 a?os, tiene grabadas -igual que grab¨® en televisi¨®n la salida de los buques- las fechas y las horas de este calendario que ha sobrepasado ya el mes, desde el mediod¨ªa del 12 de agosto, cuando llamaron para "localizar al hijo", hasta las ocho de la tarde del viernes 17, cuando la voz sin identificar al otro lado del tel¨¦fono orden¨® que Daniel -que estaba de vacaciones en Segoviase presentase el lunes en Rota. Ella s¨®lo quer¨ªa prolongar la conversaci¨®n: "Pues no puede estar a las 8.30 por el tren". Despu¨¦s se ech¨® a llorar. Ahora agradece estar ocupada entre la porter¨ªa y cobrando recibos para su marido. "Todav¨ªa no me lo puedo creer", dice.
"La abuela me dijo que se iba a la guerra". Naima, de 14 a?os, la prima de Daniel, compa?era habitual de incursiones al Burger King y blanco de sus bromas, tambi¨¦n llor¨®, como ahora. Eso fue lo que dijo ¨¦l, muy enfadado, al marchar: "Adi¨®s, me voy a la guerra". Sus padres no creen que se llegue a cruzar fuego.
Tras despedir a dos conocidas, testigos de Jehov¨¢, que han entrado a preguntar por Daniel, Mar¨ªa del Pilar saca fotografias infantiles del soldado, un ni?o larguirucho, de pelo pajizo y ojos azules posa muy serio, vestido de blanco y con un ancla impresa enla manga -"que no veas la lata que dio para hacer la primera comuni¨®n de marinero, que no quer¨ªa ni de almirante, y ahora rnira"-, luego abre su antigua carpeta de estudiante, plagada de pegatinas de Kortatu, manosea discos del ¨²ltimo de la Fila y La Polla R¨¦cords, contempla la colecci¨®n de mecheros de Daniel y muestra un diploma de deportista completo otorgado al joven por el Ayuntamiento. No cree a nadie y s¨®lo desea que su hijo vuelva y se licencie.
?sta es una de las peticiones de la Coordinadora de Padres, integrada por m¨¢s de 60 de las 75 familias barcelonesas de los marineros de reemplazo a bordo de las corbetas Cazadora y Descubierta. "Tras la partida de los chicos hubo rabia, impotencia y dolor; despu¨¦s, en la traves¨ªa por el Mediterr¨¢neo, volvi¨® la calma, y ahora, pasado el canal de Suez, la cosa se ha ido crispando", asegura Jos¨¦ Ricart, portavoz de lacoordinadora. Su hijo Arturo, de 21 a?os, est¨¢ a bordo de la Cazadora. "Por experiencia propia, a los padres nos cambia la vida, hay m¨¢s nervios, siempre est¨¢s escuchando las noticias y viendo lo que hay de nuevo, con las expectativas de que cualquier d¨ªa se desate el conflicto".
"S¨ª, es el peor recuerdo que tengo en toda mi vida. Que se te vaya un hijo a la guerra aunque no haya guerra", dice Carmen, madre de Juan Carlos Molt¨® al que trasladaron desde la Victoria a la Santa Mar¨ªa.
"Lo llevo muy mal, muy mal. La tensi¨®n va por dentro". Andr¨¦s Rico, propietario de un taller de matricer¨ªa en Fuenlabrada (Madrid), est¨¢ sobre todo enfadado: "Los pol¨ªticos son unos mentirosos, y Felipe Gonz¨¢lez tambi¨¦n. Ten¨ªa que estar su hijo all¨ª. Dijeron que se pondr¨ªan en contacto con los familiares, pero ni por el Gobierno ni por la Armada hemos tenido noticias".
"Te queremos, Daniel"
Sobre las diez de la ma?ana del 8 de septiembre son¨® el tel¨¦fono en casa de los Crespo, en Ir¨²n. Pepita, la madre, respondi¨®. "Soy yo", dijo una voz entrecortada por las interferencias. Era Pedro Pablo Crespo, su hijo, embarcado en la Santa Mar¨ªa.
-?Como est¨¢s, hijo?
-Estoy bien.
-Estoy muy preocupada por lo que pasa all¨ª.
-Aqu¨ª no pasa nada.
-?Y si pasa?
-T¨² no te preocupes. Bueno, ya te dejo, que me dicen que tengo que cortar.
Tan breve conversaci¨®n dulcific¨® a la madre, esposa de un electricista de una f¨¢brica de sillas de playa que confiesa que antes de saber de ¨¦l lloraba y discut¨ªa con quien se pusiera por delante". Sostuvo un di¨¢logo similar el viernes por la tarde, tambi¨¦n con muy mala calidad t¨¦cnica. "Me gustar¨ªa", protesta, "comunicarme mejor con ¨¦l; se cortan las palabras".
Cinco de septiembre, a media ma?ana. Suena el tel¨¦fono en casa de los Salgado, en Madrid. Lo descolg¨® la madre, Mar¨ªa del Pilar. Una voz masculina se o¨ªa malamente:.
-Mam¨¢, que soy yo.
-Ya, ya lo s¨¦ que eres t¨², ?c¨®mo est¨¢s de tus granos?
-Bien, bien.
-?Desde d¨®nde llamas, Daniel? ?Llamas desde la fragata?
-No, desde fuera, desde Egipto.
-Estamos bien. Estar¨¦ en contacto con la prensa, as¨ª podemos comunicarnos. T¨² tambi¨¦n.
La conversaci¨®n se cort¨® inmediatamente. Desde entonces, cada vez que suena el tel¨¦fono a Mar¨ªa del Pilar le da un vuelco el coraz¨®n.
El escaso par de minutos que dur¨® la conversaci¨®n entre ambos, la ¨²nica comunicaci¨®n oral hasta la fecha, no la olvidar¨¢ nunca ella, pregunta incluida sobre la alergia -los granos- de su hijo. Cada d¨ªa, Daniel recibe a trav¨¦s de Radio Exterior, en el programa Espa?a a bordo, que se difunde a partir de las nueve de la noche, mensajes de algunos miembros de su familia. B¨¢sicamente, todos dicen lo mismo: "Te queremos, Daniel".
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