La secci¨®n oficial ya no est¨¢ bajo m¨ªnimos
Las pel¨ªculas 'Oh, Boris' y 'La semana de la esfinge' apuntan algunos buenos destellos
Como era previsible, ayer subi¨® algunos pelda?os la calidad de las pel¨ªculas en concurso. No son la austriaca Oh, Boris, de Niki List, ni la italiana La semana de la esfinge, de Danlele Luchetti, cine excepcional, pero son cine. Mal acabado, a veces torpe y balbuciente, pero cine al fin y al cabo, cosa que no puede decirse de las tres pel¨ªculas inaugurales de San Sebasti¨¢n 90, todas ellas situadas bajo m¨ªnimos. En cualquier caso, la presencia fuera de concurso del magistral y radical filme pol¨ªtico Agenda oculta, obra del brit¨¢nico Ken Loach, suaviza sus insuficiencias.
El defecto m¨¢s grave de Oh, Boris y de La semana de la esfinge hay que buscarlo parad¨®jicamente en su ambici¨®n de originalidad. Lo que habitualmente es una virtud, aqu¨ª se convierte en defecto. Un defecto, igualmente en forma de paradoja, por exceso.Daniele Luchetti es un director conocido por su anterior largometraje, Ocurrir¨¢ ma?ana, que es de esos que, sin ser enteramente satisfactorio, da lugar a esperanzas fundadas en los pasos futuros de la carrera de este cineasta. La semana de la esfinge es su segundo paso y, despu¨¦s de ¨¦l, Luchetti sigue siendo, m¨¢s que una realidad, todav¨ªa una esperanza.
Destellos
Hay en la pel¨ªcula destellos y ecos de una mirada y de una voz propias, pero s¨®lo eso: destellos y ecos, no aut¨¦nticas luces y sonidos intransferibles.Luchetti ofrece, m¨¢s que verdades enteras, pistas de una verdad tras la que anda y todav¨ªa no ha encontrado.Pero las peculiaridades de su estilo son lo bastante acusadas para mantener ante ¨¦l la tensi¨®n de espera que se deduce de su manera de organizar los sucesos y los tipos que maneja, que tal vez pecan de excesivamente suyos, de indefinici¨®n entre originalidad y extravagancia, cosas que no s¨®lo son distintas sino opuestas. Pero Luchetti tiene tan s¨®lo 30 a?os, est¨¢ literalmente en los comienzos de su oficio, y todo indicaque tiene dentro algo que echar fuera, algo que decir y algo que a?adir a la rica tradici¨®n del cine italiano, hoy pr¨¢cticamente muda.
El austriaco Niki List es tan s¨®lo cuatro a?os mayor que su colega italiano. Oh, Boris es su quinto largometraje y, aunque en ¨¦l se perciben algunos signos de sabidur¨ªa, tambi¨¦n es perceptible en ¨¦l que este cineasta contin¨²a aprendiendo su trabajo mientras lo hace.
Cuenta en Oh, Boris una historia sumamente triste, -incluso muy l¨²gubre, y por tanto muy austriaca. No es f¨¢cil contar un asunto as¨ª, tan desmesuradamente atroz y s¨®rdido, y a su manera todav¨ªa balbuciente List se acerca y casi logra narrarlo, aunque en el tramo final de la pel¨ªcula ¨¦sta se le va de las manos y pierde casi por completo su vigor inicial.
En efecto, cuando uno espera hora y cuarto para ver aparecer a un personaje en el que se han depositado todos los hilos de la intriga, y este personaje, cuando llega, resulta ser nada o casi nada, la frustraci¨®n es inevitable. Pero, mientras el tal Boris llega, en la pantalla suceden cosas y a veces cosas serias e inquietantes. No es poco, dada la sequ¨ªa de cine que, como la de agua, hace est¨¦riles y amarillas las otras veces f¨¦rtiles y verd¨¦s riberas del Cant¨¢brico.
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