?Valla valla!
Eugenio D'Ors, el paseante del Prado, sol¨ªa decir que en esta ciudad de parlanchines a cierta hora del d¨ªa o dabas una conferencia o te la daban. Las cosas han cambiado much¨ªsimo: ya es tan reiterada la conferencia que te dan que la frase de Xenius ha dejado de ser un diagn¨®stico ir¨®nico para convertirse en una tautolog¨ªa. Madrid es una ciudad de conferencias. De conferencias y de congresos, de conferenciantes y de congresistas. Madrid es una conferencia permanente, sin l¨ªmite de horario, sin frontera de temas. Y con oyentes en todas partes, lo cual hace m¨¢s imparable el fen¨®meno. Madrid es una conferencia en s¨ª misma, o al menos es la amenaza de una conferencia.
S¨ªmbolos diversos
Adem¨¢s, Madrid es una ciudad de vallas. Una legislaci¨®n infructuosa quiso poner orden en el avallamiento de Espa?a, pero las vallas siguen proliferando, situ¨¢ndose en los lugares m¨¢s inveros¨ªmiles, apelando al viandante con los s¨ªmbolos m¨¢s diversos y con los mensajes m¨¢s estramb¨®ticos. Ahora esta ciudad, y las otras, est¨¢n pobladas con vallas sobre las vallas. Son anuncios para que la gente se anuncie, como hab¨ªa antes -los sigue habiendo, y son provocaciones surrealistas muy estimulantes- publicidad de objetos imposibles que a uno le apetecer¨ªa fabricar u obtener para quitarle a las casas ese aire de utilidad atosigante que las envuelve.
Esta vez la campa?a de los publicitarios para convencer a los vendedores de que sus productos lucir¨ªan mejor si aparecieran anunciados en las vallas tiene a la propia valla como protagonista. Antes la valla era un espacio, y as¨ª se dec¨ªa: este espacio est¨¢ reservado para usted. La valla ten¨ªa verg¨¹enza de nombrarse a s¨ª misma como valla y se recurr¨ªa a per¨ªfrasis para referirse a ella. El ecologismo militante hab¨ªa visto en las vallas una amenaza m¨¢s al paisaje y los gobernantes avisados trataron de buscar un m¨¦todo para eliminar el desm¨¢n de las vallas. Han conseguido poco, y algunos seguro que lo agradecen porque la valla est¨¢ tan enraizada como medio de comunicaci¨®n que ya ser¨ªa muy dificil imaginar un mundo sin vallas, una ciudad. sin esos anuncios que distraen el viaje e ingresan en la memoria como una parte inevitable de la vida. La valla es hoy nuestra magdalena de Proust.
Enrique Jardiel Poncelacontaba en La tourn¨¦e de Dios que lo primero que vio Dios al llegar a la Tierra en su viaje imaginario fue un cartel que anunciaba Ulloa ¨®ptico.,, Entonces la valla era una inscripci¨®n negra sobre una piedra del camino. Las cosas se fueron haciendo cada vez m¨¢s sofisticadas, y por tanto m¨¢s habituales, de forma que las vallas se hicieron tan reiterativas y mon¨®tonas que ya no informaban ni a Dios.
Vender la imagen
Por eso, acaso, ahora los publicitarios han querido llenar de publicidad de vallas las propias vallas, tal vez para lavar su imagen, o para venderla, o para resucitarla. Coinciden los anuncios del soporte sobre el soporte con una campa?a en contra de la droga que tambi¨¦n convierte a la valla en un acontecimiento en s¨ª mismo, as¨ª que desde hace alg¨²n tiempo sorprenden m¨¢s las vallas en Madrid que los grafitos de Muelle, quien, por cierto, hace tiempo que no renueva sus apariciones ni tiene m¨¢s descendientes que los que ya tuvo hace un par de a?os.
La,ciudad es una valla, y en cierto modo la memoria de Madrid, para el que viene de fuera, es la memoria de la primera valla que ve. Cuando las vallas cambian es como si cambiara la piel urbana, y no es m¨¢s limpio el paisaje cuando s¨®lo es paisaje. S¨¦ que puede parecer una aberraci¨®n ecol¨®gica, pero a la retina no se la puede desposeer de la historia de las im¨¢genes que ha visto. De ni?os aprend¨ªamos de memoria La canci¨®n del pirata, y esos versos siguen habitando en nosotros como un est¨ªmulo de Pav1ov. Los versos actuales tienen forma de valla, y qu¨¦ le vamos a hacer.
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