Antes del largo silencio
La fama p¨®stuma comienza de inmediato tras de la muerte, y nunca se sabe cu¨¢nto puede durar. Desde luego, apenas conocida la noticia de que un escritor desaparece de este mundo las trompetas de su fama, sopladas por los ¨®rganos de p¨²blica informaci¨®n, se apresuran a concitar y publicar las alabanzas de los colegas: su muerte constituye noticia, y conviene subrayarla. Un poco m¨¢s tarde, enseguida, seguir¨¢ casi siempre un largo lapso de silencio; y s¨®lo cuando el m¨¦rito o la fortuna lo determinan, viene a establecerse su nombre con fijeza no inmutable, sino relativa, en los registros del Parnaso. Ha muerto Alberto Moravia, y -c¨®mo no- se me pide que diga algunas palabras a prop¨®sito de su obra. Que esta obra me ha parecido siempre estimable, lo prueba el hecho de haber traducido yo su novela La romana. Ello fue en la d¨¦cada de los cuarenta, cuando a ra¨ªz de la guerra civil espa?ola me encontraba exiliado en Buenos Aires. Terminada apenas la inmediata conflagraci¨®n mundial, ya por entonces comenzaba el auge de la literatura italiana contempor¨¢nea, de cuanto saliera de Italia. Todos le¨ªamos con -inter¨¦s y con placer los libros que, en busca de la difusi¨®n propiciada por el boom editorial argentino, surgido al derrumbe de la industria espa?ola y favorecido por la cerraz¨®n del r¨¦gimen franquista, nos llegaban desde Europa.'La romana'
Trabajaba yo en una de las nuevas empresas publicadoras reci¨¦n creadas en suelo americano, y esto me pon¨ªa en contacto con las novedades libreras del Viejo Continente -para el caso concreto, con Ias procedentes de Italia- Una de las obras que decidimos traducir al castellano fue La romana, de Moravia, y yo me apliqu¨¦ a la tarea con un gusto que no siempre siente quien la tiene por oficio, como era circunstancialmente el que yo desempe?aba en aquel entonces. Mi conocimiento de la lengua italiana ven¨ªa por el solo camino de la lectura; nunca antes hab¨ªa visitado Italia. Traduje, pues, la obra, y sin duda tuvo buena y amplia aceptaci¨®n en aquel ambiente. Fue bastante le¨ªda, y bien comentada. Recuerdo, como pintoresca an¨¦cdota, la indignaci¨®n de una amiga m¨ªa, esposa de un senador, quien, siendo romana ella, consideraba intolerable el t¨ªtulo de la novela que, seg¨²n le parec¨ªa, podr¨ªa infamar a todas con la profesi¨®n de la protagonista. Me reprochaba no hab¨¦rselo cambiado...
Viaje a Roma
Pocos a?os despu¨¦s de publicada mi traducci¨®n pude cumplir mi deseo antiguo de visitar la Roma moderna, y desde luego en llegando all¨ª procur¨¦ ponerme en contacto con Moravia, quien me invit¨® enseguida a su casa. Fue una visita larga, amena, en compa?¨ªa de la excelente escritora Elsa Morante, que era todav¨ªa su esposa. Despu¨¦s, nunca m¨¢s he tenido oportunidad ni deseo mayor de encontrarme con ¨¦l. A la distancia, me he enterado de sus pasos un tanto renqueantes en la Tierra, y nada m¨¢s. Ahora nos llega la noticia de su muerte. Es demasiado pronto para intentar una valoraci¨®n de su obra, pero tiempo oportuno para dedicarle este recuerdo, estas palabras de despedida.
Sus mejores novelas
La primera novela de Alberto Moravia fue Gli indifferenti (1929), traducida al espa?ol como Los indiferentes en editorial Orbis (1984). La Romana (1947) tiene cuatro traducciones al espa?ol, en Orbis (1982), Oveja Negra (1983), Planeta (1984), y Lumen (1986). La Disubbidienza (1948), fue traducida como La desobediencia y editada en 1981. L'Amore Coniugale (1949) fue su s¨¦ptima novela, seguida por Il Conformista (1951) traducida en Seix Barral (1984) y en Orbis (1987) como El conformista.Il disprezo (1954) fue traducida en Plaza & Jan¨¦s como El desprecio (1983), La noia (196 1) fue traducida al espa?ol como El tedio en la editorial Seix Barral en 1986, y L'Attenzione (1965) fue traducida en Seix Barral en 1986 con el t¨ªtulo de La Atenci¨®n.
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