Sed de Wagner

Es un acierto unir la Primera sinfon¨ªa de Claudio Prieto con el pr¨®logo de la Atl¨¢ntida. Los ecos de Falla se proyectan en el lenguaje y esp¨ªritu de la sinfon¨ªa del compositor palentino. Impera el lamento. La sensaci¨®n de esperanza es llevada por el oro, fundamental en las dos obras. Fue un h¨¢ndicap. Falto de entrenamiento, tuvo una noche desafortunada.. Los susurros de Prieto eran gritos, el canto de Falla llegaba pl¨²mbeo y mon¨®tono. Ros .Marb¨¢.dirigi¨® m¨¢s entonado la musica de Prieto con la que se reencontraba tras sus primeras audiciones en 1976 ¨¦n Granada y Madrid. El lenguaje propio y reconocible, comunicativo y coherente, de Prieto ten¨ªa en la orquesta una respuesta entregada y aceptable, con una adecuada planificaci¨®n de las din¨¢micas.Despu¨¦s, Wagner: nada m¨¢s oportuno. Con el bell¨ªsimo Idilio de Sio`rido, aut¨¦ntico remanso de paz e inspiraci¨®n musical, llegaron los mejores momentos de la noche. Ros efectu¨® una lectura l¨ªrica sin dejarse tentar por la dulzoner¨ªa, excelentemente secundado por los violines (se nota la presencia como concertino de ?ngel Jes¨²s Garc¨ªa, habitual de Bayreuth) y con alguna intervenci¨®n solista de calidad en la madera (oboe). La ausencia de una mayor pasi¨®n en la cuerda baja limit¨® la redondez de la versi¨®n.

No fueron tan bien las cosas en la Inmolaci¨®n de Brunilda, impresionante fragmento de El ocaso de los dioses. A Jeannine Altmeyer (una extraordinaria Sieglinde) le falta grandeza e intensidad en la construcci¨®n del personaje. En buen estado vocal y con dominio del estilo, Altmeyer cant¨® una Brunilda plana y excesivamente lineal. Tampoco Ros estuvo especialmente fino.