El merodeo en torno al genoma
?Qu¨¦ es el genoma? ?Y por qu¨¦ tanta inquietud en torno a su estudio? Empleemos palabras sencillas. El genoma es el conjunto de genes -entre 50.000 y 100.000 por cada individuo cuya exacta composici¨®n qu¨ªmica y localizaci¨®n celular se indaga hoy febrilmente. ?Por qu¨¦? Simplemente porque en esos genes est¨¢ el programa biol¨®gico de cada uno de nosotros, lo que somos materialmente y lo que el porvenir nos reserva. Es la herencia org¨¢nica en su devenir temporal.Hay muchas enfermedades que ah¨ª est¨¢n, en el genoma, dispuestas a hacer su aparici¨®n cuando los genes lo dispongan. Cada una de las dolencias hereditarias -varios miles- obedece a una defectuosa estructura de alguno de tales genes. Ellas son el testamento err¨®neo de nuestros antepasados. Entonces lo que de primeras busca la investigaci¨®n de laboratorio es dar con esos defectos y, si es posible, subsanarlos. Por de pronto ya parece que algo se est¨¢ consiguiendo en determinados estados patol¨®gicos. Hasta aqu¨ª, pues, nada hay que objetar.
Pero ocurre que en este desider¨¢tum no se agota el af¨¢n inquisitivo de nuestros sabios. Algo m¨¢s intentan, o al menos as¨ª se desprende de ciertas manifestaciones aparecidas en libros -incluso recientes- de muy alta autoridad. Un premio nobel de Fisiolog¨ªa y Medicina de hace bastantes a?os, Hermann Joseph Muller, afirm¨® en repetidas ocasiones que ser¨ªa posible, a partir de la manipulaci¨®n gen¨¦tica, fabricar sujetos sensiblemente iguales. ?En qu¨¦ sentido? Para Muller habr¨ªa genes portadores de cualidades humanas beneficiosas y genes portadores de cualidades humanas negativas. Entre las primeras estar¨ªan el sentimiento de fraternidad, la condescendencia con el pr¨®jimo, el af¨¢n de comprensi¨®n, etc¨¦tera. Y entre las segundas tendr¨ªamos el ego¨ªsmo, la envidia, la c¨®lera explosiva, etc¨¦tera. Todav¨ªa m¨¢s: nuestro hombre afirmaba que lo que el avance t¨¦cnico pueda depararnos, eso que -son palabras suyas- "est¨¢ a la vuelta de la esquina", facilitar¨ªa la producci¨®n de criaturas sobresaturadas de virtudes espec¨ªficamente humanas y dar¨ªa de lado a los seres con carga gen¨¦tica contraria.
En esta l¨ªnea doctrinal se encontr¨® asimismo el bi¨®logo Julian Huxley, y virtualmente Watson, el genial descubridor de la doble h¨¦lice del DNA. As¨ª pues, y siguiendo al propio Muller, con la metodolog¨ªa adecuada podr¨ªamos, eng¨¦ndrar infinidad de individuos sensiblemente homog¨¦neos. Claro que esta propuesta enseguida tuvo sus contradictores. Recordemos a Portmann y a Wieser. Yo mismo publiqu¨¦ un trabajo en el que rechazaba en redondo las pretensiones del Nobel. Se habl¨®, con justificada indignaci¨®n (Portmann), de producci¨®n artificial de castas. Y yo denunci¨¦ su dirigismo totalitario. Hasta aqu¨ª los excesos. De los que nuestro Santiago Grisol¨ªa es plena y l¨²cidamente consciente.
?Qu¨¦ se oculta tras ellos? Simplemente, el serio desliz conceptual que consiste en admitir, sin m¨¢s, el pase desde el plano estrictamente f¨ªsico alplano individual, e incluso al transpersonal.
El hombre es persona y, como tal, no limita sus actividades, o quiz¨¢ ser¨ªa mejor decir que no las agota ni siquiera en la originalidad -cada uno de nosotros es una creaci¨®n ¨²nica e irrepetible- o en la decisi¨®n -cada uno de nosotros es libre para tomar decisiones siempre, en toda circunstancia-, sino que va m¨¢s all¨¢ y da un paso esencial. ?En qu¨¦ consiste ese paso? En preguntarse por lo que ya no es ¨¦l mismo. En preguntarse por la significaci¨®n de la vida, por la significaci¨®n de la muerte, por el sentido de la existencia, etc¨¦tera.
?Todo esto es s¨®lo un epifen¨®meno de los dinamismos gen¨¦ticos? Admit¨¢moslo. Pero entonces hay que explicar la realidad transfisica como tal epifen¨®meno. Y esto es lo dif¨ªcil. Ried1 lo ha dicho: no se concibe c¨®mo un mont¨®n de mol¨¦culas puede meditar sobre esas mismas mol¨¦culas.
Debajo de las conquistas concretas en el estudio del genoma humano yace otra cosa, a saber, el supuesto de que conocido todo eso, conoceremos, en definitiva, el secreto de la vida, y as¨ª, el secreto de la criatura humana. Y aqu¨ª est¨¢ el desliz. Porque ello equivale a sostener que ese secreto consiste en un andamiaje material, todo lo fino y sutil que se quiera, pero andamiaje al fin y al cabo. ?sta es una hip¨®tesis de trabajo, por supuesto operativa, pero hip¨®tesissin m¨¢s, esto es, figuraci¨®n. Quiero decir que se parte con ello de una idea preconcebida, de un aut¨¦ntico pre-juicio. Prejuicio que es menester deslindar en sus perfiles y en sus alcances. Estamos, pues, ante un caso de resbalamiento mental bajo cuyo amparo se admite, sin m¨¢s, que determinadas estructuras qu¨ªmicas son la clave ¨²ltima del ser del hombre.
Ya sabemos, s¨ª, ya sabemos que el individuo es un conjunto inseparable, fij¨¦monos bien, inseparable, de c¨¦lulas ligadas en una enorme complejidad de ¨®rganos. Mas lo que ocurre es que dentro de ese laberinto formal, y quiz¨¢ s¨®lo en el hombre, emergen unas actividades, llam¨¦moslas as¨ª para entendernos, que, aunque ligadas a lo material, parecen ofrecer un rostro distinto. Esos oficios superiores se nos muestran como capacidad de juicio, de abstracci¨®n, de sensibilidad axiol¨®gica, de emoci¨®n, etc¨¦tera. ?Es todo esto ¨²nicamente resultado -epifen¨®meno- del soporte material? ?Son cosas diferentes? ?0 se trata acaso de una unidad indiscernible -Zubiri- con muy extra?a textura? En todo caso, la criatura humana, sea unidad, agregado o simple suma, se nos aparece como algo que es flisico y algo que, de entrada, no parece flisico. Estamos, por tanto, ante lo que ~oy se denomina totalidad psicoflisica. Integraci¨®n que La¨ªn ha disecado con exigente e implacable minucia. Y ¨¦sta es, actualmente, la escala postrera de la navegaci¨®n cient¨ªfica. O, como dir¨ªa Bacon, la primera cosecha.
Habr¨ªa, por ende, que crear, al lado de la cartograflia fisica del genoma, una cartograf¨ªa transfisica de la criatura humana. Si hacemos esto, y si la empresa la llevamos a cabo con decisi¨®n, con rigor y con honestidad intelectual, habremoscontribuido a desvanecer los reparos morales que el estudio y la utilizaci¨®n del genoma humano provoca. Obligu¨¦monos a la claridad en las ideas. Percat¨¦monos de una vez por todas que una cosa es cambiar el acervo gen¨¦tico con fines pr¨¢cticos y otra muy distinta pretender penetrar en la esencia misma de la criatura humana, en lo que constituye su ¨²ltima especific¨ªdad transbiol¨®gica.
Es menester, pues, sembrar claridad, di¨¢fana claridad, entre el gran p¨²blico. ?C¨®mo? Subrayando con m¨¢xima energ¨ªa y en lenguaje accesible a los no doctos, que el estudio y utilizaci¨®n del entramado gen¨¦tico habr¨¢ de someterse, por fuerza, a la conciencia de sus propios l¨ªmites, en los que, parad¨®jicamente, est¨¢ su grandeza. Esos l¨ªmites son, para la exclusiva operaci¨®n hurgadora del genoma, la capa m¨¢s primaria de la constituci¨®n flisica del hombre.
La ciencia ya est¨¢ al cabo de la calle respecto al alcance de su propia labor. ?Sus fines? Mejorar el formato org¨¢nico del pr¨®jimo. Jam¨¢s debe pas¨¢rsele por la cabeza a la gente de laboratorio, esto es, a la ciencia positiva, que ella tenga que considerarse como la gran descifradora de la esencia del hombre y de la esencia de la vida en general. Esta nuestra ciencia descubre cada d¨ªa con mayor precisi¨®n los vectores materiales de la vida, pero no la vida misma. Recordemos a Oppenheimer, nada menos que a Oppenhelmer: reducir los procesos vitales y espirituales a fen¨®menos fisicoqu¨ªmicos es una imposibilidad absoluta. ?Por qu¨¦? ?Qu¨¦ hay detr¨¢s de esos fen¨®menos? Hay, sencillamente, la libertad y la dignidad. O lo que es lo mismo: la condici¨®n humana.
Domingo Garc¨ªa-Sabell es miembro del Colegio Libre de Em¨¦ritos.
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