Declaraci¨®n de independencia
La cesi¨®n de soberan¨ªa para la creaci¨®n del banco central europeo, punto d¨¦bil de la uni¨®n econ¨®mica y monetaria
Fue una sorpresa para casi todos. El conocimiento de que previamente se hab¨ªa reunido con el ministro de Finanzas brit¨¢nico, John Major, en lo que parec¨ªa visita casi de cortes¨ªa, no era suficiente para adivinar la carga de profundidad que Carlos Solchaga -"ese peque?o navarro", como se permite el lujo de denominarlo el prestigioso Financial Times- soltar¨ªa en la reuni¨®n de ministros de Finanzas de los Doce celebrada en Roma el pasado 8 de septiembre. Solchaga presentaba una propuesta para la uni¨®n econ¨®mica y monetaria en Europa a medio camino entre el Informe Delors y la posici¨®n del Reino Unido. Mes y medio despu¨¦s, se convierte, paso a paso, en el centro del debate europeo. Pero la funci¨®n no ha hecho m¨¢s que empezar.
Las escasas explicaciones que el ministro dio sobre la nueva propuesta espa?ola le han acarreado no pocos disgustos, y entre ellos, la acusaci¨®n de paso atr¨¢s en el europe¨ªsmo del que este pa¨ªs ha hecho gala, hasta el punto de rumorearse discrepancias entre el titular de Econom¨ªa y la Moncloa , r¨¢pidamente desmentidos. Las cr¨ªticas, procedentes fundamentalmente del presidente de la comisi¨®n, se centraban en un hecho que parec¨ªa fundamental: frente a la propuesta de la comisi¨®n de que la segunda fase empiece en enero de 1993, Solchaga plantea un a?o m¨¢s. Reconocido ya hasta por el propio Delors que 12 meses m¨¢s o menos para un empe?o semejante no es motivo de discrepancia fundamental, se empiezan a desvelar problemas de mayor hondura que, sin duda, ser¨¢n los que centrar¨¢n las pr¨®ximas decisiones de cara a la conferencia intergubernamental de diciembre, cuando los jefes de Estado de los Doce acuerden las modificaciones necesarias al tratado para conseguir la unidad.La propuesta de Espa?a, mantiene Pedro P¨¦rez, secretario de Estado de Econom¨ªa, "se encardina perfectamente en el Informe Delors. Pero, bas¨¢ndose en su filosof¨ªa, trata de darle un contenido m¨¢s concreto para definir los criterios y condiciones a cumplir en la primera y segunda etapas y con ello asegurar que todos los pa¨ªses de forma conjunta van dando pasos para la convergencia". Sus condiciones envuelven al conjunto de los Doce. Desde ya, y antes de que comience en 1994 la segunda etapa, los m¨¢s pobres tendr¨¢n que aplicarse en una mayor disciplina monetaria y presupuestarla al tener que integrar sus monedas en el Sistema Monetario Europeo y prohibir dar a la m¨¢quina del dinero para paliar d¨¦ficit p¨²blicos.
Un paso previo
Pero los m¨¢s ricos, a los que su situaci¨®n econ¨®mica les permite cumplir desde hace tiempo semejantes requisitos, tendr¨¢n que poner su empe?o en la ¨²ltima y m¨¢s dif¨ªcil condici¨®n de la etapa inicial: la independencia de los bancos centrales o emisores de los poderes pol¨ªticos.
Es decir, antes de constituir un banco central ¨²nico, independiente y aut¨®nomo, habr¨¢ que lograr que estas condiciones se cumplan en cada pa¨ªs. Y esto es harina de otro costal, porque toca la fibra m¨¢s sensible de todo el proceso hacia la unidad: la transferencia de soberan¨ªa, primero desde el poder pol¨ªtico a la autonom¨ªa de los respectivos bancos centrales y despu¨¦s hacia lo que en el futuro ser¨ªa el banco ¨²nico central.
El estatuto de autonom¨ªa para todos los bancos centrales "es la modificaci¨®n institucional m¨¢s importante para la primera etapa y lo que m¨¢s debate de la propuesta espa?ola va a suscitar", dice P¨¦rez. "Si estamos dispuestos a que la futura institucion [el banco ¨²nico central] sea independiente, deber¨ªamos empezar por la propia casa". Ello no plantea ning¨²n problema a Alemania, con un Bundesbank poderosamente Independiente, que ya ha dado su si a este asunto. Holanda, que forma pr¨¢cticamente una unidad de zona con Alemania, tampoco lo ve nada mal, pero en el resto de los pa¨ªses la supeditaci¨®n de los bancos emisores a los departamentos de Econom¨ªa es mucho mayor. Sorprende la seria contradicci¨®n en la que se encuentra Francia, por ejemplo. Por una parte impulsa una r¨¢pida constituci¨®n de un banco central europeo, pero su banco central es el m¨¢s dependiente y todav¨ªa no se ha tomado ninguna medida para que deje de serlo.
Los objetivos
Espa?a tambi¨¦n tendr¨ªa que hacer al respecto algunas modificaciones en el sentido de introducir lo que en t¨¦rminos comunitarios se denomina independencia con control democr¨¢tico". Es decir, el Ejecutivo nombrar¨ªa al gobernador, pero el Parlamento tendr¨ªa control sobre ¨¦l. En la actualidad, seg¨²n la ley de ¨®rganos rectores del Banco de Espa?a, la entidad act¨²a con autonom¨ªa respecto de la Administraci¨®n e informa a las Cortes "a solicitud de ¨¦stas".
La pol¨¦mica sobre la independencia crece cuando se traslada desde el ¨¢mbito dom¨¦stico hasta el supranacional, y se complica con la definici¨®n de lo que debe ser el futuro banco central europeo y c¨®mo se debe formar. Hay quien piensa, caso de la comisi¨®n y Espa?a, que su creaci¨®n debe ser paulatina.
Se debe crear un sistema de bancos centrales que se vaya llenando de contenido a lo largo de la segunda etapa. Y los hay reacios a cualquier modificaci¨®n institucional para el tr¨¢nsito desde el sistema actual hasta el de banco ¨²nico en la etapa final, como Alemania y Holanda, que machaconamente ponen el acento en que aumente la convergencia econ¨®mica entre los distintos pa¨ªses antes de ir dando las riendas a nuevas instituciones de pol¨ªtica monetaria. No en vano la suya es muy fuerte e independiente. Incluso el canciller alem¨¢n, Helmut Kohl, al tiempo que apoyaba el Plan Solchaga para retrasar la segunda etapa hasta 1994, recordaba que por encima de todo el futuro banco central tiene que mantener total independencia del poder pol¨ªtico Por ¨²ltimo, el Reino Unido ni siquiera se plantea un banco central ¨²nico, sino un fondo emisor de una d¨¦cimotercera moneda para la Comunidad (el ecu fuerte).
?Qu¨¦ funci¨®n tendr¨ªa ese banco central? En su pleno funcionamiento (tercera etapa), ser¨ªa el ¨®rgano que dictara con independencia la pol¨ªtica monetaria de la Comunidad. Pero hasta aqu¨ª surge la pol¨¦mica. Alemania sigu¨ªendo su propio esquema interno, mantiene que el ¨²nico objetivo debe ser conseguir la estabilidad de los precios, mientras Espa?a, por ejemplo, a?ade que ese objetivo debe ir encaminado a facilitar el crecimiento y el empleo.
Moneda ¨²nica
Tambi¨¦n est¨¢ en plena fase de debate el periodo en el que el banco empezar¨ªa a funcionar; en definitiva, la duraci¨®n de la segunda fase. Mientras la comisi¨®n, apoyada fundamentalmente por Francia, quiere acelerar la uni¨®n econ¨®mica y monetaria y alemanes y holandeses no se definen en cuanto a calendario, Espa?a propone una segunda etapa de entre cinco y seis a?os. "Es un periodo corto si se compara con otras fases, como la del mercado ¨²nico, que es de siete a?os sin problemas de cesi¨®n de soberan¨ªa, pero al tiempo es realista", dice Pedro P¨¦rez. "Si el periodo de tiempo fuera inferior", a?ade, "correr¨ªamos el riesgo de fracasar".
El banco central europeo, adem¨¢s de dictar la pol¨ªtica monetaria, emitir¨ªa la moneda ¨²nica, el ecu, que perder¨ªa su condici¨®n de cesta.
Frente al inicial rechazo frontal del Reino Unido, su ministro de Finanzas ha llegado a admitir que el ecu llegue a convertirse en moneda ¨²nica, pero s¨®lo si las fuerzas del mercado as¨ª lo deciden despu¨¦s de que durante un tiempo funcione como decimotercera moneda de la Comunidad en paralelo a las doce nacionales. Ser¨ªa el ecu fuerte, que la comisi¨®n rechaza, mientras Espa?a lo admite transitoriamente como paso intermedio hacia su conversi¨®n en moneda ¨²nica. Y no por aceptaci¨®n de las fuerzas del mercado, sino, una vez m¨¢s, por voluntad pol¨ªtica. La fuerza de esa voluntad ser¨¢ al final la que marque el destino de la Europa unida.
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