'Henry y June' decepciona, y la sovi¨¦tica 'Quieto, muere, resucita' emociona
La de ayer fue jornada de platos fuertes en esta 39 Semana de Cine de Valladolid. Dos propuestas absolutamente diferentes por procedencia, ambici¨®n y medios llevaron a la selecci¨®n oficial la decepci¨®n y el rigor. La norteamericana Henry y June, de Philip Kaufman, fue la decepci¨®n anunciada, mientras que la sovi¨¦tica Quieto, muere, resucita, de Vitali Kanevski, sirvi¨® para demostrar que el cine es tambi¨¦n una herramienta para el an¨¢lisis y la divergencia. Los dos primeros cap¨ªtulos de la serie Los jinetes del alba, de Vicente Aranda, sirvieron igualmente para confirmar que televisi¨®n no tiene por que ser sin¨®nimo de adocenamiento.
Escrita a partir de vivencias auto biogr¨¢ficas, narrada con ritmo nervioso pero con una hondura y un rigor fuera de toda duda, Quieto, muere, resucita cuenta la historia de dos ni?os en el umbral de la adolescencia. Viven ambos en Siberia, en los alrededores de un campo de internamiento para prisioneros de guerra -japoneses- y disidentes. Ambos, en su deambular por el pueblo, realizan un involuntario recorrido por el horror, la miseria, la violencia. No tendr¨¢n tiempo de convertirse en futuro.Condenado por una violaci¨®n no probada, preso durante ocho a?os, Vitali Kanevski tard¨® varios en poder realizar su primer filme. Nada menos que a los 55 a?os, el sovi¨¦tico articula su discurso como una suerte de r¨¦plica a los filmes estalinistas de h¨¦roes adolescentes de una pieza. El aprendizaje del horror y no del hero¨ªsmo es el desgarrador balance de una educaci¨®n sentimental condenada a muerte. Filme mayor, hecho por un adulto que no ha perdido la justa ira de sus a?os mozos. Quieto, muere, resucita se anuncia ya como un s¨®lido aspirante a figurar en el palmar¨¦s.
No parece ser el caso de Henry y June. Como el anterior, ¨¦ste se centra alrededor de la mirada de uno de sus personajes, la escritora Ana?s Nin, cuyos Diarios constituyen la materia prima del filme. Kaufman, frecuentador de universos literarios ajenos -recu¨¦rdese Elegidos para la gloria, seg¨²n Tom Wolfe, o La insoportable levedad del ser, seg¨²n Kundera-, se preocupa ahora no s¨®lo por la obra sino tambi¨¦n por c¨®mo se gest¨¢. La apuesta es arriesgada, valiente, pero el tratamiento, desgraciadamente, es superficial, m¨¢s interesado por -mal- mostrar los elementos er¨®ticos escandaliz adores -los amores, l¨¦sbicos, el -ambiente de los burdeles- que el proceso mismo de la escritura.
Kaufman evidencia su conocida habilidad para la composici¨®n del encuadre, pero tambi¨¦n su no menos conocida incapacidad para narrar fluidamente un gui¨®n pretencioso, largo y superficial hasta el aburrimiento.
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