Prejuicios contra Estados Unidos
En algunos momentos paro para frotarme los ojos y asegurarme de que estoy despierto y sobre el planeta Tierra, mientras leo que la actual crisis del Golfo no fue causada por las agresiones del dictador iraqu¨ª, sino por una conspiraci¨®n maquinada por EE UU para elevarle el precio del petr¨®leo a sus competidores europeos y japoneses. Entonces recuerdo que el antiamericanismo ha sido end¨¦mico en Europa desde finales del siglo XIX, especialmente entre los intelectuales, y despu¨¦s de haber observado el fen¨®meno en Francia y Espa?a durante 40 a?os, aprovecho la oportunidad para escribir al respecto. Pero antes que nada quiero se?alar que hablo acerca de un prejuicio contra EE UU como potencia mundial, no de un prejuicio contra los norteamericanos como individuos.Como rasgo cultural europeo, tom¨® forma en un principio en lo que llamar¨¦ "el s¨ªndrome Henry James", en honor de uno de los m¨¢s grandes novelistas de Estados Unidos, en cuya obra los norteamericanos aparecen regularmente como seres ricos, ingenuos, ajenos tanto a su poder como a sus deplorables modales, e ignorantes de los matices y bellezas de la civilizaci¨®n europea. Con posterioridad, gigantes literarios expatriados, tales como T. S. Eliot y Ezra Pound, ratificaron a los lectores europeos el an¨¢lisis jamesiano de las relaciones entre las clases medias y altas de Europa y Estados Unidos.
A un nivel menos te¨®rico, el incremento del turismo, de la inversi¨®n comercial multinacional y de los intercambios culturales desde 1945 han dado lugar a sentimientos arraigados, en los que se combinan la admiraci¨®n y la envidia: por la prosperidad que hizo posible el turismo, por la energ¨ªa y la capacidad organizativa de los hombres de negocios norteamericanos, y por los laboratorios y bibliotecas universitarios, que est¨¢n mucho mejor dotados que los europeos. Este aspecto del antiamericanismo ha ido disminuyendo proporcionalmente a medida que los europeos, a partir de 1960 aproximadamente, han ido adquiriendo el mismo tipo de oportunidades econ¨®micas y profesionales que aquellas antes disfrutadas s¨®lo por los norteamericanos.
Una causa muy importante del sentimiento antiamericano entre los intelectuales dem¨®cratas y de izquierda ha sido el deplorable historial de EE UU en el tratamiento de los indios y ex esclavos negros, as¨ª como el apoyo demasiado frecuente a dictaduras realmente viles en Latinoam¨¦rica. A nivel popular, las pel¨ªculas han mostrado al mundo c¨®mo se conquist¨® el este mediante la matanza de guerreros indios y la localizaci¨®n del resto de las tribus en reservas, una especie de apartheid. Las pel¨ªculas tambi¨¦n mantuvieron los estereotipos el negro bueno (respetuoso y cervicial con el blanco) y del negro malo (violento o vago).Estudios serios sobre las relaciones raciales y la pol¨ªtica exterior han demostrado la tendencia norteamericana a tratar como inferior a cualquier cultura que no ponga sus m¨¢ximos esfuerzos en imitar el estilo de vida del Estados Unidos blanco y anglosaj¨®n. La sociedad norteamericana no tiene prejuicios raciales contra aquellos que adoptan sus valores, como puede verse en la r¨¢pida asimilaci¨®n de muchas minor¨ªas asi¨¢ticas, pero rechaza brutalmente aquellos valores que no son asimilables al capitalismo y a las tradiciones culturales anglosajonas.Sin embargo, el factor sin duda m¨¢s importante en el desarrollo del antiamericanismo ha sido el de la hostilidad casi ininterrumpida entre la Rusia revolucionaria y EE UU desde 1917 a 1989. Desde el triunfo de la Revoluci¨®n de Octubre, Lenin y sus colegas por un lado y los Gobiernos de Europa Occidental y Estados Unidos por otro, asumieron la existencia de un conflicto irreconciliable, que deb¨ªa manejarse en gran parte mediante v¨ªas econ¨®micas. y diplom¨¢ticas, pero que inevitablemente habr¨ªan de incluir violencia. A excepci¨®n de los a?os 1941-1945, cuando las democracias capitalistas europeas, Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica participaron todos en., una guerra de supervivencia contra Hitler, esa hostilidad fue constante. La pol¨ªtica de apaciguamiento por parte de las democracias occidentales respecto a Hitler.dio una justificaci¨®n real al miedo sovi¨¦tico, y el establecimiento de reg¨ªmenes t¨ªteres a partir de 1945 en Europa del Est¨¦ dio una justificaci¨®n real a los miedos occidentales.Como estudiante universitar¨ªo en la Francia de 1950-1952, yo era un lector fiel y en gran -parte admirador de Jean-Paul Sartre, y mi mujer y yo fuimos tratados muy calurosamente por parte de la jeunesse progressiste despu¨¦s que nos vieron conversar amistosamente con un estudiante africano negro. Yo estaba profundamente impresionado por la forma en que Sartre, y pr¨¢cticamente todos nuestros amigos universitarios de izquierda, daban a la URSS el beneficio inmediato de la duda en cualquier conflicto pol¨ªtico entre norteamericanos y sovi¨¦ticos. Para ellos, el tel¨®n de acero, recientemente construido no fue una medida estalinista desesperada para evitar que la gente emigrase hacia Occidente, sino m¨¢s bien una defensa necesaria contra la amenaza del imperialismo norteamericano. El Plan Marshall no fue un esfuerzo digno de cr¨¦dito para ayudar a Europa a reconstruir su econom¨ªa destruida por la guerra, sino m¨¢s bien un medio de sojuzgarla frente a EE UU, al que frecuentemente se refer¨ªan calific¨¢ndolo de fascista.Dentro de mi propio pa¨ªs, yo me opuse totalmente a la repre.si¨¢n del Partido Comunista y al empleo de cient¨ªficos nazis ex prisioneros de guerra para la construcci¨®n de misiles. Pero cuando mis amigos franceses culpaban de toda la guerra fr¨ªa a EE UU, yo les preguntaba si los sovi¨¦ticos no ten¨ªan su parte de culpa al haber prometido Stalin elecciones libres en los pa¨ªses de Europa del Este y en cambio hab¨ªa establecido dictaduras comunistas asentadas en las bayonetas sovi¨¦ticas. Su respuesta a esto era que las democracias populares eran una extensi¨®n progresiva en tiempos de paz de la resistencia a los nazis que hubo en tiempos de guerra y que, de hecho, eran m¨¢s genuinamente democr¨¢ticas que los Gobiernos que hubiesen resultado de unas elecciones burguesas con participaci¨®n de elementos fascistas tales como los partidos campesinos.A m¨ª me parec¨ªa que en Francia el antiamericanismo era resultado de tres factores principales: el s¨ªndrome Henry James, la gratitud hacia la URSS (mucho mayor que hac¨ªa EE UU) por la victoria sobre HitIer y la predisposici¨®n a otorgar el beneficio de toda duda, tanto en asuntos internos como internacionales, a los Gobiernos sovi¨¦tico y europeos orientales.
El sentimiento antiamericano en Espa?a era para m¨ª m¨¢s comprensible que el de Francia.
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Prejuicios contra Estados Unidos
Viene de la p¨¢gina anteriorEstados Unidos y el Reino Unido no sent¨ªan un especial cari?o por el general Franco, pero tem¨ªan un desorden rojo en la tierra de los toros y del flamenco y, por tanto, durante y despu¨¦s de la II Guerra Mundial le brindaron un m¨ªnimo apoyo econ¨®mico y diplom¨¢tico necesario para sobrevivir. M¨¢s tarde, en 1947, Espa?a, como dictadura, ser¨ªa excluida del Plan Marshall.
A partir de la mitad de la d¨¦cada de los cincuenta, Estados Unidos desarroll¨® la OTAN y, al mismo tiempo, apoy¨® la formaci¨®n del Mercado Com¨²n. Ya que se supon¨ªa que ambas organizaciones estaban compuestas ¨²nicamente por Gobiernos democr¨¢ticos, Espa?a fue, por definici¨®n, excluida. Pero durante esos mismos a?os Estados Unidos entablar¨¢ unos estrechos lazos econ¨®micos y militares con la Espa?a de Franco. Es, por tanto, comprensible que la izquierda espa?ola haya visto a Estados Unidos, no como a un partidario de la democracia, sino como al patrocinador de las dictaduras militares m¨¢s derechistas. A?adan, a esto el hecho del papel clave que jugaron los comunistas en la resistencia a Franco y les ser¨¢ f¨¢cil comprender por qu¨¦ en Espa?a la URSS tambi¨¦n obten¨ªa el beneficio de todas las dudas durante la guerra fr¨ªa.
Esta hostilidad constante entre la URSS y el Occidente democr¨¢tico capitalista lleg¨® a su fin durante los a?os 19851989, debido a las primeras y extraordinarias iniciativas de paz de Gorbachov, que fueron bien recibidas y seguidas por los presidentes Reagan y Bush, para desmoronamiento de los Gobiernos, partidos y doctrinas comunistas. Pero las actitudes acumuladas durante 70 a?os no cambian en menos de cinco. Muchas de las personas que siempre otorgaron a los sovi¨¦ticos el beneficio de la duda contin¨²an desesperadamente buscando maneras de culpar del fracaso del socialismo real al cerco capitalista, o a describir en t¨¦rminos positivos la brutal industrializaci¨®n alcanzada, sin duda, por Stalin -aunque a un coste humano probablemente mayor y, por cierto, m¨¢s intencionadamente cruel que el de la primera revoluci¨®n industrial en el Reino Unido y Europa Occidental de principios del siglo XIX- Muchas otras personas que dieron tiempo, dinero y -en muchos casos- cumplieron sentencias de c¨¢rcel por sus ideas pol¨ªticas, ahora pueden comprobar tristemente que gran parte de lo que pensaron que eran los dolores de parto de una sociedad m¨¢s justa eran, en realidad, los cimientos ensangrentados de una serie de dictaduras burocr¨¢ticas.
Pero el reflejo de culpar a Estados Unidos continu¨® existiendo con m¨¢s fuerza que nunca, estimulado, en parte, por la p¨¦rdida de fe en la alternativa, presumiblemente superior, que se hab¨ªa estado construyendo en la URS S. Si la izquierda antiamericana ya no puede seguir otorgando, de forma cre¨ªble, el beneficio de la duda a la URS S, puede d¨¢rselo a los Sadam Husein y a cualquier otro de los dictadores populistas que vayan de campeones de los m¨¢s d¨¦biles, m¨¢s a¨²n si la pose incluye fuertes condenas morales dirigidas al capitalista, imperialista y militarista Estados Unidos. Por el momento, no importa cu¨¢nto oprimen ellos a su propio pueblo ni qu¨¦ porcentaje del ingreso nacional gastan en armas letales.
Desde mis tiempos de estudiante siempre he encontrado realmente extra?o el que tantos izquierdistas inteligentes no pudiesen reconocer las cosas buenas del papel norteamericano en los asuntos internacionales. Especialmente en Europa. ?Estar¨ªan mejor los europeos si la Alemania imperial hubiese ganado la Primera Guerra Mundial o l¨¢ Alemania nazi la Segunda? ?Estados Unidos no se merece ning¨²n cr¨¦dito por su ayuda m¨¦dica y en alimentos, ni por la ayuda internacional a los refugiados despu¨¦s de 1918, formas de ayuda que llegaron tanto a la nueva Uni¨®n Sovi¨¦tica como a los devastados pa¨ªses de la Europa Oriental y Central? ?No se merece ning¨²n cr¨¦dito por el Plan Marshall despu¨¦s de 1947, un plan que no s¨®lo permiti¨® a Europa recuperarse economicamente, sino que le evit¨® todos los problemas de la deuda b¨¦lica que hab¨ªan interferido con la recuperaci¨®n europea durante la d¨¦cada de los veinte?
?Estados Unidos no ha apoyado consistentemente, a excepci¨®n de los casos de Espa?a y Grecia, a las democracias pol¨ªticas en Europa desde 1945? ?Qu¨¦ sucedi¨® con la idea de que la OTAN era un complot para invadir la URSS cuando el Pacto de Varsovia se viniera abajo y, obviamente, nadie en Europa Oriental o en la URSS estuviese en absoluto preocupado con una invasi¨®n norteamericana? ?No merece EE UU ning¨²n cr¨¦dito por los consistentes esfuerzos del presidente Bush por solucionar la crisis del Golfo en colaboraci¨®n con las Naciones Unidas antes que a trav¨¦s de una fuerza militar unilateral?
Nota final no pol¨ªtica: recomiendo plenamente a Henry James, T. S. Eliot y Ezra Pound. Pero, por favor, l¨¦anlos sin recoger sus prejuicios esnobs hacia el pa¨ªs en el cual, desde sus puntos de vista, tuvieron la desgracia de nacer.
es historiador.
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