Tormenta en Hungr¨ªa
HUNGR?A HA vuelto a la calma, al menos de momento, despu¨¦s de varios d¨ªas en que la huelga de taxistas y camioneros paraliz¨® la circulaci¨®n pr¨¢cticamente en todo el pa¨ªs. El abastecimiento, ya deficiente, empeor¨® bruscamente. Se cre¨® un ambiente de p¨¢nico entre la poblaci¨®n, pese a expresar, inicialmente, cierta simpat¨ªa hacia los huelguistas y desconfianza hacia el Gobierno. Esta paralizaci¨®n del transporte h¨²ngaro ha sido, probablemente, el primer conflicto de gran envergadura en un antiguo pa¨ªs comunista. Es cierto que ha habido huelgas obreras en Polonia, Rumania o la antigua RDA, pero este caso ha sido mucho m¨¢s grave, b¨¢sicamente por dos razones: primero, porque el pa¨ªs entero qued¨® -paralizado, y, adem¨¢s, porque en la huelga lucharon juntos los trabajadores, las cooperativas del transporte y las incipientes empresas privadas.En Europa occidental, con libertad de asociaci¨®n y de huelga para todos los sectores sociales, se producen en algunos casos sin duda, excepcionales conflictos laborales que paralizan servicios p¨²blicos vitales. En Espa?a hemos tenido recientemente una huelga de camioneros con cierta semejanza a la de Hungr¨ªa. En el caso h¨²ngaro, con problemas econ¨®micos muy agudos y con una nov¨ªsima libertad de organizaci¨®n y manifestaci¨®n de los sectores sociales, no debe sorprender que se produzcan protestas amplias en la poblaci¨®n. Pero en la actual etapa de transici¨®n, las consecuencias pueden ser fatales. Las fuerzas pol¨ªticas h¨²ngaras necesitan elaborar una normativa que permita evitar el estallido de conflictos de ese g¨¦nero y, a la vez, cauces que ayuden a resolverlos de manera negociada. Cuestiones que deben de ser valoradas tambi¨¦n por los pa¨ªses de la Europa occidental, deseosos de ayudar en la transici¨®n pac¨ªfica hacia la democracia y la econom¨ªa de mercado.
En la ra¨ªz de la tormenta h¨²ngara est¨¢ una grav¨ªsima situaci¨®n econ¨®mica: carente de energ¨ªa y materias primas, tiene una dependencia total del exterior, y por ello sufre doblemente en la actual coyuntura. Por eso mismo es acertada la decisi¨®n de la cumbre comunitaria de Roma, en la que, a propuesta del canciller Kohl, se decidi¨® acelerar la entrega del cr¨¦dito concedido a dicho pa¨ªs.
Pero la conflictividad h¨²ngara tuvo otras causas: su origen se debe centrar en los incomprensibles errores pol¨ªticos del Gobierno de Antall, que decret¨® de golpe una subida del 65%. de los precios de los combustibles y sin ninguna consulta previa. Fue la chispa que hizo estallar la indignaci¨®n. La situaci¨®n corri¨® el serio riesgo de radicalizarse cuando el ministro del Interior amenaz¨® con utilizar la polic¨ªa contra los huelguistas, amenaza que no secundaron las fuerzas del orden p¨²blico. Pero la propensi¨®n a recurrir a m¨¦todos autoritarios por parte de un Gobierno con una base electoral poco s¨®lida -su derrota en las ¨²ltimas elecciones municipales fue rotunda- son preocupantes. Felizmente, cuando ya la situaci¨®n era insostenible, Antall acept¨® negociar, tras rebajar sus iniciales aspiraciones. Ahora se espera una ley parlamentaria que liberalice los precios de los carburantes.
En todo caso, es obvio que el prestigio del Gobierno, muy da?ado despu¨¦s de los comicios municipales, ha sufrido un nuevo golpe. El principal partido de la oposici¨®n -la Alianza de los Dem¨®cratas Libres- pidi¨® su dimisi¨®n culp¨¢ndole, no sin raz¨®n, de haber reaccionado ante el problema de manera torpe e irresponsable. En diversos c¨ªrculos surgi¨® la propuesta de constituir un Gobierno de concentraci¨®n nacional. Hoy, a pesar de que el conflicto est¨¢ resuelto, la conveniencia de un Gobierno con amplio consenso -que no tiene el Gobierno de Antall- no parece descabellada.
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