Alemania en punto
La fuerza de Alemania en Europa se refleja entre otras cosas en una literatura que, para el autor, no tiene parang¨®n por su calidad, y que est¨¢ apoyada por una industr¨ªa editorial poderosa, no s¨®lo de grandes cifras, sino de prestigio. Sin embargo, como en otros sitios, los escritores tienen que combatir por ser conocidos.
Las letras alemanas gozan en la actualidad de una salud de hierro. Los escritores que viven y publican en Alemania, hasta hace poco Rep¨²blica Federal de Alemania, se ven amparados por una pujante industria editorial, y no nos referimos solamente a los gigantes de la edici¨®n Axel Springer o Bertelsmann, sino a sellos editoriales dedicados a la publicaci¨®n de literatura del prestigio de la antigua S. Fischer Verlag o la Friedrich, que, junto con la editora fundada por Peter Suhrkamp, enmarcan un esplendoroso siglo de libros.En la actualidad, nombres como el de los novelistas Enzensberger, Martin Walser, el fallecido Thomas Bernhard, Adolf Musch o el patriarca de las letras alemanas, Ernst J¨¹nger, dejan patente una literatura dif¨ªcilmente, por su calidad, comparable con cualquiera otra europea. Pero en Alemania no solamente gozan del inter¨¦s del p¨²blico lector los narradores; en la hasta hace unos momentos Rep¨²blica Federal, la poes¨ªa cuenta con un lugar destacado en los planes de edici¨®n de las editoriales y en la propia vida p¨²blica y social. J¨®venes como Ralf Rothmann o Friederike Roth se codean con novelistas, todos ellos nacidos en la d¨¦cada de los cincuenta, como Ulla. Berk¨¦wicz, Bodo Morsh¨¢user, Josef Winkler... Pero no todo es armon¨ªa en las huestes literarias alemanas. El temperamento solipsista de Peter Handke le ha enfrentado en otras ocasiones con escritores de un compromiso distinto al suyo propio. Parece que en Alemania la desmemoria, el olvido del pasado, es una ceremonia taumat¨²rgica que se emplea en todos los casos. Se emplea en la renuncia al recuerdo del terror nazi, muchos de cuyos protagonistas siguieron un destino normal integr¨¢ndose plenamente en los propios estamentos p¨²blicos y pol¨ªticos, y esta otra y reciente desmemona que de un plumazo olvida toda una ¨¦poca, un pa¨ªs: la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA). Pero en literatura el plasma de lo vivido, lo ambiental, ese caldo de cultivo que forma la vida real y que no tiene que ver nada con el imperio de la lengua, no podr¨¢ ser desterrado, por mucho que se quiera, de un plumazo.No es todo un paseo por un jard¨ªn de rosas. La voz que maldec¨ªa al Estado de Austria en las l¨ªneas testamentarias de Bernhard, el autoexilio de G¨¹nter Grass y sus senas reticencias a c¨®mo se ha gestado la inventidura de la reunificaci¨®n alemana son indicios permanentes de un malestar singular en la generaci¨®n que padeci¨® la guerra. Tampoco todo son flores a la hora de los reconocimientos; hace poco un editor europeo manifestaba tener serias dudas sobre la posibilidad de que en la actualidad se pudieran escapar sin publicar obras de inter¨¦s real, pero lo cierto es que escritores de la talla de Robert Walser son todav¨ªa m¨²sica de c¨¢mara para iniciados, y hace poco Botho Strauss, el importante dramaturgo germano, se lamentaba de la suerte corrida por la obra. de Hans Henny Jahn -muerto en 1959-, y pon¨ªa el valor monetario del importante Premio Georg B¨¹chner a disposici¨®n de un mayor conocimiento del autor ignorado.
La refundaci¨®n de las Alemanias ha traido de repente, que los escritores de la RDA, sus instituciones culturales, su manera de ser, queden borrados del mapa por la goma de borrar de unos estadistas que no han sabido resolver de una manera menos traum¨¢tica este viejo asunto germano. Hace poco tiempo, antes de la unificaci¨®n, los vecinos pobres de la RDA, los escritores, se encontraban metidos en un kafkiano y complejo estado de acusaciones mutuas y autocr¨ªticas. ?Esto acaso tambi¨¦n est¨¢ borrado? Lo curioso es que una literatura que a lo largo de los a?os ha vivido en estado de excepci¨®n y con continua derrama de valores literarios, sin embargo, ha dado productos que, aunque ahora se niegue la procedencia de origen, son fruto de la reciente biograf¨ªa de la Rep¨²blica Democr¨¢tica.ExilioCiertamente, el exilio fue el camino de muchos: Uwe Johnson, Christa Reinig, Biermann, G¨¹nter Kuriert, Reiner Kunze o Erich Loest. Pero ello no quiere decir que en la otra Alemania no hayan existido escritores de m¨¦rito que han resistido contra viento y marea los malos a?os transcurridos. Ahora se discute si realmente se pudo hablar alguna vez de una literatura diferenciada de la RDA; para el que haya le¨ªdo las novelas de Stefan Heym, por poner' un ejemplo, la muy reciente entre nosotros traducida Ahasver, una novela sobre el mito M jud¨ªo errante, no puede tener duda que esta escritura, su iron¨ªa y su densidad parten de una manera de ser que es propia de un lugar determinado, no de cualquier lugar. Un ejemplo fundamental es la novelista Christa Wolf, la m¨¢s conocida de las escritoras de la RDA entre nosotros y que no ha merecido el Nobel de literatura porque seguramente se pens¨® que, d¨¢nsoselo a ella, se reconoc¨ªa que la RDA hab¨ªa existido realmente. Esta novelista, junto con Christoph Hein, Luz Rathenow y el grupo configurado en Prenzlauer Berg, conforman una realidad rica en propuestas y estilos literarios que les son propios. Para resumir la, zozobra vivida en estos a?os anteriores a la desaparici¨®n pueden servir las palabras de Christa Wolf en un reciente congreso -y ¨²ltimo- de escritores celebrado en la RDA, y donde la autora expresaba que no se pod¨ªa delegar en otros la responsabilidad intelectual. Tal vez la autora de Bajo los tilos pon¨ªa coto a ciertas actitudes victimistas que en cubren a veces la falta de otros valores.
Lo que s¨ª va a ser una realidad es que la refundaci¨®n de las Alemanias (una que desaparece y otra que engorda) va a significar a corto plazo el nuevo auge de una gran ciudad literaria, Berl¨ªn, ciudad cantada por D?blin, Benjamin o Peter Schneider, y que se convertir¨¢ en un espacio cultural integrador -Checoslovaquia y Polonia muy cerca- de primera magnitud, y que tal vez sirva para que una ciudad europea vuelva a ser lo que represent¨® Viena en 1900 o Par¨ªs en la d¨¦cada de los a?os veinte.
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