Tecnolog¨ªa c¨®moda
Con un teclado, hoy se pueden hacer cosas de lo m¨¢s aparentes. La t¨¦cnica del sampling (grabaci¨®n de cualquier sonido para reproducirlo a trav¨¦s de un sintetizador digital), permite a cualquiera disponer y utilizar un banco sonoro que puede abarcar desde el mantra de un monje tibetano hasta el canto del urogallo en celo, pasando por el bombo de la bater¨ªa del ¨²ltimo disco de Quincy Jones. Por esto, los m¨²sicos m¨¢s vendedores se cuidan mucho de dejar sonidos limpios y aislados para evitar futuras copias, porque se puede dar el caso que una guitarra utilizada por Prince o el gritito de Michael Jackson aparezca en un disco de cualquier grupo fantasma. Por poner alg¨²n ejemplo.La inform¨¢tica aplicada a la m¨²sica permite, adem¨¢s, que con apretar un bot¨®n se comiencen a disparar secuencias, acompa?amientos y ritmos. Un m¨²sico con un teclado puede sonar como una orquesta. En Depeche Mode hay cuatro m¨²sicos, seis teclados y otros artilugios electr¨®nicos. Tecnolog¨ªa punta para un grupo con 10 a?os de existencia, que en Madrid abarrot¨® el Palacio de los Deportes con 10.000 j¨®venes que pagaron 2.500 pesetas por entrada (en reventa alg¨²n pase se cotiz¨® a 20.000 pesetas), para escuchar las canciones de Violator, ¨²ltimo disco del cuarteto, que en Espa?a ha vendido 150.000 ejemplares. Una barbaridad.
Depeche Mode
David Gahan (voz), Andrew John Fletcher (teclados, sampler), Martin Lee Gore (teclados, sampler, voz, guitarra), Alan Charles Wilder (teclados, percusiones). Aforo: 10.000 personas. Precio: 2.500 pesetas. Palacio de Deportes de la Comunidad. Madrid, 7 de noviembre.
Utilizaci¨®n
Pero la cuesti¨®n no es la tecnolog¨ªa, sino c¨®mo se utiliza. Y Depeche Mode la emplea de manera resultona. Sirvi¨¦ndose de unos medios de posibilidades ?limitadas, el grupo es muy poco imaginativo. Sus maquinitas lanzan ritmos machacones, sobre los que tres teclistas crean un ambiente arm¨®nico de escasa riqueza t¨ªmbrica para sostener una voz que interpreta melod¨ªas carentes de enjundia. Pero sus composiciones permiten bailar, cantar y participar. En Madrid todos bailaron, cantaron y participaron con una m¨²sica de relativo valor art¨ªstico, pero de alto inter¨¦s sociol¨®gico.
Bast¨® con que el cantante David Gahan moviese el palmito con posturas, a medio camino entre Mick Jagger y Freddie Mercury, para levantar pasiones desenfrenadas. Tambi¨¦n desat¨® histerias cuando iz¨® el pie del micr¨®fono sobre su cabeza. O cuando la espectacularidad del montaje adorn¨¦ con precisi¨®n una noche triunfal para el grupo brit¨¢nico.
En muchos momentos, Fletcher, Gore y Wilder se manten¨ªan a un metro de sus sintetizadores, sin poner las manos sobre los teclados, mientras aquello sonaba solo. Este estatismo, roto por la actividad de Gahan, se convirti¨® en algo m¨¢s humano cuando Martin Lee Gore agarr¨® su guitarra y se puso a cantar.
Fueron los momentos m¨¢s ¨ªntimos de un recital que recogi¨® la tradici¨®n de un tecno-pop con pocos ¨ªdolos, aunque los grupos que mantienen la llama concentren audiencias con una discutible, por conservadora, utilizaci¨®n de la t¨¦cnica.
La pr¨®xima semana, Laurie Anderson comienza una gira por cinco ciudades espa?olas con un empleo valiente y arriesgado de la tecnolog¨ªa. En la otra cara de la moneda, Depeche Mode prefiere rentabilizar la tecnolog¨ªa c¨®moda.
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