Poco brit¨¢nico
Lawrence George Durrell fue un autor brit¨¢nico insultado con frecuencia por no ser suficientemente brit¨¢nico. No siempre es culpa de estos hombres que escriban de lugares ex¨®ticos porque viven en ellos. Durrell, como hijo del Imperio Brit¨¢nico, fue educado en Darjeeling. Su carrera estuvo en su mayor parte al servicio del Estado Brit¨¢nico en sus manifestaciones exteriores -funcionario del Servicio de Prensa Extranjera en Atenas y El Cairo; agregado de Prensa en Alejandr¨ªa y Belgrado; director del Consejo Brit¨¢nico en Kalamata (Grecia), y en C¨®rdoba (Argentina). Era inevitable que escribiera de Cefal¨² y Chipre y que tradujera a los poetas griegos. Era primordialmente un hombre mediterr¨¢neo y la opulencia de su verso y su prosa parec¨ªa bendecida, o maldita, por el sol. Est¨¢ empapada en vino y aceite de oliva. Dado que prefiri¨® una expatriaci¨®n c¨¢lida al tibio registro del adulterio en Hampstead, se le consider¨® una especie de traidor barroco a nuestra tradici¨®n literaria insular. El Estado nunca le honr¨®, aunque concedi¨® la Orden del Imperio Brit¨¢nico a su hermano menor, el naturalista Gerald.Pose¨ªa una cierta extravagancia verbal que encontraba su mejor escape en el verso. Este verso desde?aba la tradici¨®n descolorida iniciada por Eliot. Gran parte es bueno pero poco es memorable. Aplicaba tonalidades barrocas a la prosa narrativa pero posiblemente sea incorrecto calificarle de novelista rom¨¢ntico al estilo de ese otro favorito franc¨¦s, Charles Morgan. A principios de su carrera literaria concibi¨® una gran admiraci¨®n por Henry Miller. Esto llev¨® a una amistad que se conmemora en los intercambios epistolares publicados hace unos a?os. Miller alent¨® una explotaci¨®n de lo er¨®tico, as¨ª como un desastroso programa de lectura que inclu¨ªa a Marie Corelli. En la ficci¨®n Durrell era un realista, aunque esto quedaba disfrazado por una exaltaci¨®n po¨¦tica, y una atracci¨®n por la magia, que su obra maestra, el Cuarteto de Alejandr¨ªa, ilustra caracter¨ªsticamente.
Este t¨ªtulo apareci¨® en cuatro partes publicadas r¨¢pidamente entre 1957 y 1960. A Miller le gust¨® el erotismo de la tetralog¨ªa, pero parece haberse mostrado poco seguro de la t¨¦cnica novelesca. Durrell calific¨® a su obra de "novela relativista". Sus cuatro componentes -Justine, Balthazar (que gan¨® el Premio al Mejor Libro Extranjero), Mountolive y Clea- pretend¨ªan describir los mismos acontecimientos desde cuatro ¨¢ngulos diferentes. Esto suena innovador pero resulta ser un mero truco. Yo creo que el contenido de la obra est¨¢ viciado por una exageraci¨®n que invita a la parodia. Un camello es destrozado vivo en una calle de Alejandr¨ªa mientras los habituales de un caf¨¦ lo contemplan con indiferencia. Una chica es violada tras una caja registradora mientras alguien del piso superior grita con meningitis terminal. Esto no es una parodia total. Hay un desconcertante sabor a inocencia brit¨¢nica en el relato de atrocidades ex¨®ticas. Es como si Durrell, el maestro de la escuela preparatoria, estuviera contando sus aventuras veraniegas a chavales con los ojos desorbitados. Caramba, cu¨¦ntenos m¨¢s, se?or.
Esto es injusto, pero Durrell es lo suficientemente grande para encajarlo.
Las dos novelas -Tunc y Numquam- que componen La Rebeli¨®n de Afrodita llevaron la extrava gancia un poco lejos. Aqu¨ª la ma gia es un ingrediente descarado, y el significado anagram¨¢tico del primer t¨ªtulo resulta algo pueril, y no at¨ªpicamente. En un punto se plantea que los pacientes chinos de shook jong, una terrible enfer medad en la que el paciente cree que el pene le est¨¢ desapareciendo en las entra?as, deber¨ªan llevar un anagrama tunc como talism¨¢n contra el mal. Esto es indigno, a la par que tontamente adolescente. Es el tono adolescente lo que perjudica a gran parte de la ficci¨®n. Hay acontecimientos atemorizadores y sadomasoquistas que no tienen nada que ver con ninguna realidad conocida. El t¨ªtulo de la primera novela del Cuarteto de Alejandr¨ªa parece prestar homenaje al Divino Marqu¨¦s. Tambi¨¦n escr¨ªbi¨® una Justine llena de imposibles excesos sexuales.
Todo lo anterior suena como un menosprecio de la novela de Durrell, que, desde luego, es inferior a obras como Limones Amargos y Reflexiones sobre una Venus Marina, obras que celebran, en una prosa apropiadamente rica en su conjunto, el ambiente mediterr¨¢neo que Durrell amaba.
Resulta dif?cil encajarle en el cuadro contempor¨¢neo de novelistas brit¨¢nicos. La edad de Kingsley Amis no le ha considerado simp¨¢tico. En su verso est¨¢ a un mundo de distancia de Philip Larkin. Pero el ¨¦xito del Cuarteto de Alejandr¨ªa pareci¨® revelar, en los lectores angl¨®fonos, una especie de nostalgia por las comidas op¨ªparas y ex¨®ticas. Durrell no le deb¨ªa nada a Retorno a Brideshead, de Evelyn Waugh, pero pose¨ªa un hambre barroca que Waugh reconoc¨ªa en s¨ª mismo, aunque m¨¢s tarde la repudiara. Se consideraba a Durrell carente de sentido del humor, pero Antrobus Complete (1985) y Smile in the Minds Eye (1980) son bastante divertidas. Es correcto elogiar su profesionalismo. La lista de sus obras demuestra un compromiso constante con la prosa o el verso, un libro publicado casi cada a?o, y una falta de disposici¨®n a sentirse deprimido por cr¨ªticas adversas, algunas de ellas mal¨¦volas. Mientras la literatura brit¨¢nica considera si introducirse en Europa, se encontrar¨¢ con que Durrell ya est¨¢ all¨ª como pionero. Los franceses rara vez escuchar¨¢n una palabra contra ¨¦l y hay que respetar los juicios est¨¦ticos franceses. Su hermano es el que mejor refleja su encanto en Mi Familia y otros Animales, televisada en 1987. Debe confiarse en que la posteridad, eso espera uno, pueda dictar alg¨²n tipo de veredicto literario.
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