Thatcher deber¨¢ librar una segunda batalla por el liderazgo conservador
Michael Heseltine obtuvo ayer los votos de 152 parlamentarios y forz¨® una segunda vuelta por el liderazgo del Partido Conservador brit¨¢nico al dejar a la primera ministra, Margaret Thatcher, con s¨®lo 204 sufragios. Las 16 abstenciones registradas significan que cerca de la mitad de los parlamentarios tories no apoyan a Thatcher, quien inmediatamente despu¨¦s de conocer el resultado asegur¨® en Par¨ªs que piensa disputar la segunda vuelta, a la que tambi¨¦n concurrir¨¢ Heseltine.
La extraordinaria campa?a electoral por el liderazgo conservador brind¨® ayer un espectacular resultado que dej¨® todas las posibilidades abiertas. "Estoy satisfecha porque he obtenido m¨¢s de la mitad de los votos y decepcionada porque no han sido suficientes para ganar en la primera ronda", declar¨® Thatcher en la Embajada brit¨¢nica en Par¨ªs. "Mi intenci¨®n es acudir a la segunda vuelta".Heseltine era la otra cara de la moneda. El exultante candidato agradeci¨® la confianza recibida de los parlamentarios y confirm¨® que concurrir¨¢ a la segunda vuelta, a celebrar el pr¨®ximo martes. Esta ronda est¨¢ abierta a cualquier candidato y para ganar basta con obtener 187 sufragios, la mayor¨ªa absoluta de los 372 parlamentarios conservadores. La decisi¨®n de Thatcher de concurrir, unida a la declaraci¨®n de fidelidad de Douglas Hurd, secretario del Foreign Office, y a la negativa de John Major, ministro de Hacienda, de disputar el liderazgo, despeja el campo a la primera ministra.
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Thatcher y Heseltine refuerzan sus posiciones en un ambiente febril
Viene de la primera p¨¢ginaLos dos bandos en liza reforzaron anoche sus posiciones de combate mientras ped¨ªan al rival que dejara el campo libre a su candidato en un febril ambiente en los pasillos del palacio de Westminster.
Los ministros fueron raudos en manifestar que Thatcher hab¨ªa quedado a cuatro votos de conseguir la mayor¨ªa necesaria y que eso significaba que va a ganar la pr¨®xima consulta, lo que hace in¨²til y da?ino un nuevo desaf¨ªo de Heseltine. Los partidarios del ex ministro de Defensa replicaban que el mensaje era claro: la primera ministra no cuenta con el apoyo del 45% del partido y debe marcharse.
El resultado ha abierto una nueva fase de incertidumbre y movimientos estrat¨¦gicos. Margaret Thatcher confirm¨® su voluntad de combatir hasta el final, y va a resultarle muy dif¨ªcil al aparato del partido convencerla de que ha de evitar el riesgo de una nueva humillaci¨®n. De hecho, al anunciar su disposici¨®n de seguir batallando, Thatcher ha puesto entre la espada y la pared a los miembros de su Gabinete que podr¨ªan saltar a la palestra como posibles candidatos para frenar a Heseltine.
En los Comunes se hicieron comentarios viperinos a la comparecencia de Hurd en Par¨ªs, en la misma Embajada brit¨¢nica y al poco de que hubiera hablado Thatcher. "La primera ministra sigue contando con todo mi apoyo. Lamento que tenga que seguir esta destructiva e innecesaria contienda", dijo Hurd, el cual rehuy¨® responder a las preguntas de si pensaba ofrecer su candidatura.
Los parlamentarios vieron a Hurd como un hombre forzado por Thatcher a renunciar a las ambiciones que pudiera tener y a dejar claro que el desaf¨ªo va a volver a ser cosa de dos.
Mejores expectativas
Las expectativas electorales de Thatcher son mejores que las de su rival, al que sac¨® 52 votos, pero los heseltianos consideraban, esa diferencia como una dificultad salvable. "Es el final de Thatcher", dijo uno de ellos, aunque otro se?al¨® que la perspectiva de un nuevo reto era poco agradable. Su tarea va a consistir ahora en reforzar la corriente que se ha generado a favor del aspirante como hombre del cambio que reclama el pa¨ªs y confiar en que no aparezca ning¨²n otro candidato capaz de recoger el voto antithatcheriano. Geoffrey Hovie no se ha pronunciado. Su comparecencia en la disputa reduridar¨ªa en detrimento del ex ministro de Defensa.
Acritud
La compa?a ha creado gran acritud entre ambos bandos y demostrado que el partido est¨¢ dividido en torno a pol¨ªticas y en torno a personalidades. El primer parlamentario en votar ayer fue thatcheriano sir Nicholas Fairbairn, convertido en una miniinstituci¨®n parlamentaria despu¨¦s de ser el primero en hacerlo el a?o pasado, cuando Thatcher se las vio con el f¨¢cil sir Anthony Meyer, y de encabezar la cola en 1975 cuando la hoy primera ministra desbanc¨® inesperadamente a Edward Heath.
Fairbairn dej¨® caer bilis sobre su voto. Se trataba, dijo, de dejar claro ante los "fracasados y descontentos que perdieron los cargos o nunca tuvieron uno" que deben abandonar toda esperanza de acabar con Thatcher. Su firme virulencia verbal se vio traicionada por una sombra de duda, que result¨® premonitoria. La primera ministra "ha liberado y ganado Europa del Este, como demuestra el tratado firmado ayer, y ser¨ªa un d¨ªa trist¨ªsimo si no ganara el Reino Unido".
La, votaci¨®n se llev¨® a cabo en una sala con paredes cubiertas de los paneles de roble que se ense?orean de todo el palacio de Westminster y en un muy relativo secreto. No hab¨ªa cabina electoral, y los parlamentarios que deseaban ejercer su derecho al anonimato deb¨ªan retirarse llamativamente al fondo de la sala para, con la m¨¢xima discreci¨®n posible, marcar su favorito. Algunos votantes hicieron una declaraci¨®n pol¨ªtica de fidelidad y marcaron el nombre de Thatcher a la vista de la mesa.
Durante toda la jornada continuaron las especulaciones sobre los votos que uno y otro pudieran obtener.
Asambleas locales
Los analistas ten¨ªan buen cuidado en coger con p¨ªnzas las confesiones de determinados electores, a muchos de los cuales las asambleas locales del partido hab¨ªan dejado con libertad de voto, tras un intenso fin de semana de consultas que vio a otros ser amenazados con la p¨¦rdida de su nombramiento como candidato en las venideras elecciones generales si trascend¨ªa que no hab¨ªan apoyado a la primera ministra Thatcher.
El resultado fue descorazonador para muchos, que se ve¨ªan una semana m¨¢s aireando las profundas diferencias ante toda la naci¨®n en una campa?a que adem¨¢s se va a endurecer y con ello va a hacer m¨¢s ardua la tarea de unificar a ambos bandos tras el futuro l¨ªder.
La oposici¨®n del Partido Laborista, mientras, sigue con claro alborozo el desarrollo de la crisis conservadora. El l¨ªder laborista, Neil Kinnock, present¨® ayer una moci¨®n de censura contra Margaret Thatcher y reclam¨® la celebraci¨®n de elecciones generales anticipadas por estimar que el recurso a las urnas es la ¨²nica respuesta v¨¢lida a lo que califica de intentona golpista interna en las filas conservadoras, con la que los tories pretenden hurtar al pa¨ªs la elecci¨®n de un nuevo primer ministro.
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