El profesor Calvo
Le ruego me ceda unas l¨ªneas para comentar la homil¨ªa que sobre el cond¨®n ofrec¨ªa el profesor Calvo en dos p¨¢ginas enteras. Pareci¨®le al florido escribiente que criticar al cond¨®n, por motivos carcas, estaba mal, pero defenderlo por sanitarias razones, vulgar era. Ante parad¨®jica situaci¨®n, encontr¨® la soluci¨®n: atacarlo debo, pero con progre discurso, y ante tal novedad, garantizada quedar¨¢ la audiencia de sal¨®n. Puso manos a la obra y entre lat¨ªnes, erudiciones, citas, un poco de Estado y Capital, may¨²sculas y una compleja, aunque sin m¨¢cula, puntuaci¨®n nos descubre la verdad entera: profilaxis y prevenci¨®n, muerte en vida son. Contraargumentar no puedo, pues de replicar argumentos se trata, y tales cosas no encuentro en su talentosa bravata. Creer debe don Agust¨ªn que, para de intelectual ejercer, la obligaci¨®n debe tener de practicar la provocaci¨®n, ignorando que tan alta actividad, cuando hu¨¦rfana est¨¢ de pensamiento, es mera frivolidad. No es de extra?ar entonces que, ante preclaros ejemplos, el trabajo intelectual despierte, por estos la res, poco contento. Pero insistir es deber en que ejercitar el m¨²sculo subcraneal no es juntar palabras al azar, sobre el tema del momento. S¨®lo me queda lamentar que, en su digno medio, baste un nombre tener para de tribuna dis oner. Y concluyo con una cita que, aunque no muy erudita, a nuestro insigne ling¨¹ista le resultar¨¢, sin duda, sencillo localizar: "Cuentan de un sabio que un d¨ªa / tan seco y m¨ªsero estaba / que tan s¨®lo disertaba / de lo que en la ducha se le ocurr¨ªa. / ?Habr¨¢ otro, para s¨ª dec¨ªa, / m¨¢s pobre y triste que yo? / Y cuando el rostro volvi¨® / hall¨® la respuesta viendo / que Garc¨ªa Calvo iba cogiendo / las ocurrencias que ¨¦l arroj¨®".-
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