Una v¨ªctima de su propio estilo
Una de las im¨¢genes m¨¢s felices sobre Alfonso Guerra es aquella que le representa metamorfoseado en la figura de un abejorro, omnipresente, incordi¨®n y, entre travieso y maligno, siempre dispuesto a clavar su aguij¨®n en el flanco m¨¢s desguarnecido del adversario. Como sucede en las grandes tragedias, y tambi¨¦n en las farsas baratas, ha sido alguien de la misma sangre, Juan, el hermano predilecto, quien ha desencadenado las desdichas del vicepresidente. Los turbios manejos comerciales de Juan, su af¨¢n de enriquecimiento, chafaron el aguij¨®n de Alfonso, que era su pose ¨¦tica, el discurso de "los pobres, humildes y desheredados" y la leyenda atemorizante y disuasoria de que nada se escapaba a sus ojos y o¨ªdos."Se?or Guerra (...), usted es v¨ªctima de su propio estilo pol¨ªtico. (...) A usted, hay mucha gente que le ten¨ªa ganas". El diagn¨®stico, que hoy adquiere resonancias de epitafio, se debe al portavoz del Grupo Catal¨¢n, Miquel Roca, en aquella sesi¨®n parlamentaria de febrero pasado en el que Alfonso Guerra rechaz¨® cualquier responsabilidad, incluso la pol¨ªtica, sobre los manejos de su hermano y "asistente" En efecto, de no haber sido por la personalidad y el papel asumido por el hasta ahora n¨²mero dos del Gobierno y del PSOE, dif¨ªcilmente los pecados de un hermano poco escrupuloso habr¨ªan llegado a da?ar la imagen de alguien de la forma en que lo ha hecho el caso Juan Guerra.
Ser¨ªa dif¨ªcil tambi¨¦n que algo tan normal para el vicepresidente de un Gobierno como reclamar un avi¨®n Mystere con el fin de evitar un atasco de tr¨¢fico que le imped¨ªa reincorporarse a tiempo a su despacho entinte las p¨¢ginas de los peri¨®dicos y se convierta en debate nacional. Pero es que la persona que en la Semana Santa de 1988 hizo venir a Sevilla un reactor oficial por haber perdido el vuelo regular era Alfonso Guerra; el mismo que irradiaba austeridad y frente al derroche de los "caciques y se?oritos" predicaba la ¨¦tica de los "descamisados".
Por eso, cuando casi dos a?os despa¨¦s de aquel episodio correnzaron a conocerse las andanzas de Juan en el despacho oficial del herman¨ªsimo en la Delegaci¨®n del Gobierno en Sevilla, alquien que ha compartido con ¨¦l muchas reuniones de ¨®rganos del PSOE y del Gobierno dictamin¨® ante sus ¨ªntimos: "Alfonso es un cad¨¢ver pol¨ªtico".
La agon¨ªa dur¨® un a?o, los mismos que ha aguantado el vicepresidente, convertido de acusador en acusado, los comentarios inclementes de la opini¨®n p¨²blica. Sin embargo, lo que m¨¢s le ha costado soportar, fueron las miradas conmiserativas, si no resueltemente ir¨®nicas, de muchos companeros de partido que igualmente "le ten¨ªan ganas".
Mirada heladora y vitri¨®lica
Pese a mantener intacto su inmenso dominio sobre el aparato del PSOE y el mismo Gobierno, hab¨ªa quedado desactivada su principal arma; la capacidad de intimidar -al adversario y al de casa que ose moverse en la foto-, con su mirada heladora y con su iron¨ªa vitri¨®lica. Porque el poder de Alfonso Guerra, que era mucho, se asentaba antes en la disuasi¨®n que en su ejercicio; lo cual no quiere decir que tuviera excesivos remilgos a la hora de aplicarlo. El censo de sus damnificados se presenta nutrido.
Pocos pol¨ªticos como ¨¦l han utilizado de forma tan intensa y eficaz el arma de la informaci¨®n. Gran parte del temor que inspiraba a sus adversarios se basaba en los informes que dec¨ªa tener o se supon¨ªa que guardaba cuien se hab¨ªa autodefinido como "oyente" del Gobierno. Azares del destino, ese alarde cont¨ªnuo de conocerlo todo priv¨® de la necesaria credibilidad a su declaraci¨®n de ignorancia sobre las actividades incorrectas de su hermano Juan en el despacho sevillano de la Delegaci¨®n del Gobierno.
Quienes han podido ver estos meses al vicepresidente en la intimidad de su despacho hablan de un Guerra melanc¨®lico y taciturno, pero no en el sentido que, diera al t¨¦rmino su admirado Antonio Machado.
El paseo militar de Sadam Husein en Kuwait abort¨® la salida del presidente, pero no pudo menos que llamar la atenci¨®n la no asistencia del vicepresidente en la reuni¨®n en que se adopt¨® una de las decisiones de mayor trascendencia tomadas por el Gobierno socialista: embarcarse con tres buques de guerra en el bloqueo contra Irak. Entre tanto, el juez de Sevilla ?ngel M¨¢rquez Romero iba acumulando diligencias contra Juan Guerra, y se acercaba inexorable el momento en que, seg¨²n la estimaci¨®n del magistrado "habr¨ªa que hacerle algunas preguntas" a su hermano Alfonso.
"Para alguien que, como Alfonso, ha elegido el papel de malo, de fajador, tiene que resultar muy duro contemplar que ya no impone temor ni respeto, y que puede quedar desarmado en la dial¨¦ctica pol¨ªtica en cuanto el contrincante invoque el "caso Juan Guerra", apunta un ministro. Frente a quienes opinan que el vicepresidente se ha resistido a abandonar el sill¨®n, esperando en vano que el esc¨¢ndalo amainara, este miembro del Gabinete asegura que Guerra ha continuado en el Gabinete por pura lealtad hacia Felipe Gonz¨¢lez.
"Lo m¨¢s c¨®modo para ¨¦l", agrega, "hubiera sido que el presidente le aceptara la dimisi¨®n en enero". Entre otras cosas, se habr¨ªa evitado la experiencia de ver c¨®mo compa?eros le evitaban como si fuera un apestado, o c¨®mo otros maniobraban contra ¨¦l y calificaban de "perjudicial para la imagen del partido" su continuidad en la Moncloa. El declinar de Alfonso Guerra no ha estado desprovisto de episodios ef¨ªmeros de gloria, que por breves instantes hicieron concebir a los suyos esperanzas de que el chaparr¨®n hab¨ªa pasado. Al entrar la primavera, un Alfonso Guerra inusualmente entra?able aventaba en p¨²blico el "impulso vital" de reducir su dedicaci¨®n a la pol¨ªtica. Fuera sincero o no, lo cierto es que ni siquiera "su" triunfo rotundo en las elecciones auton¨®micas de Andaluc¨ªa y el enardecimiento consiguiente de sus seguidores sirvieron para frenar su declinar. Por el contrario, alrededor del 32? Congreso del PSOE se propici¨® una larga relaci¨®n de posicionamientos que se clavaban directamente en su puerta. Sus detractores no s¨®lo se atrev¨ªan a moverse, sino que incluso pod¨ªan salir en la foto. Y eso ya era demasiado para Alfonso.
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