Soares, reelegido
LA CRISIS del Golfo acall¨® casi por completo el inter¨¦s que en otras circunstancias habr¨ªan merecido las elecciones presidenciales portuguesas del domingo 13 de enero. El resultado era tan obv1o como la personalidad del actual, y futuro, jefe del Estado, Mario Soares. Ganar con el 70% de los votos, aun cuando la abstenci¨®n haya sido del 38%, demuestra que Portugal vive una estabilidad pol¨ªtica y un desarrollo econ¨®mico lo suficientemente correctos como para no sufrir sorpresas. Consecuencia de esa monoton¨ªa pol¨ªtica es la desmotivaci¨®n popular ante los comicios.La campa?a electoral tuvo escaso inter¨¦s. Los candidatos que aspiraban a suceder Soares pelearon con la convicci¨®n de que sus posibilidades de ¨¦xito eran limitadas. Pero la importancia del debate radica en que, tanto en estos comicios como en los legislativos del pr¨®ximo octubre, se libra tambi¨¦n una pugna entre dos concepciones distintas del sistema pol¨ªtico: la de Mario Soares, el reelegido presidente, que defiende un r¨¦gimen presidencialista, y la del primer ministro, el socialdem¨®crata Cavaco Silva, que quiere potenciar el sistema parlamentario.
El notable ¨ªndice de abstenci¨®n merece alguna reflexi¨®n. Desde 1986, la tendencia abstencionista ha ido en aumento en Portugal. Probablemente ello se deba, en parte, a la bondad econ¨®mica y pol¨ªtica ya citadas y, en parte, a cierta confusi¨®n pol¨ªtica que nace de la ambici¨®n personal de Mario Soares. Si el Presidente es -y no cabe negarlo- el mejor posible, tambi¨¦n es cierto que su papel como jefe de Estado es menos relevante de lo que quisiera. Su triunfo debe ser considerado punto de partida de una larga precampa?a legislativa en la que los socialdem¨®cratas de Cavaco aspirar¨¢n, sin duda, a revalidar la mayor¨ªa absoluta de que disponen desde 1987. La habilidad de esta formaci¨®n consisti¨® en acudir a los comicios sin presentar candidatura propia y habiendo aceptado la de Soares, con quien cohabitan desde que ¨¦ste fue elegido hace cinco a?os. Se ahorraban as¨ª el desgaste de una campa?a y su m¨¢s que probable derrota a manos del l¨ªder socialista. De este modo, los socialistas y su candidato sufrieron solos los efectos habituales de unas elecciones.
Portugal cuenta desde el pasado domingo con un jefe de Estado que durante cinco a?os m¨¢s tendr¨¢ que sortear las dificultades objetivas de toda naci¨®n en v¨ªas de desarrollo, complicadas por la pertenencia a una CE que durante la presidencia de Soares debe completar el mercado ¨²nico y progresar definitivamente en la construcci¨®n de la unidad continental. La tarea del presidente no es sencilla, pero probablemente es el pol¨ªtico luso mejor equipado para aplicarla.
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