La lecci¨®n de Smiley
Le Carr¨¦ plantea su ¨²ltima novela como una ilustraci¨®n de las ense?anzas del esp¨ªa
La novela n¨²mero 13 de John Le Carr¨¦, The secret pilgrim, publicada a finales del pasado a?o en el Reino Unido y de pr¨®xima aparici¨®n en Espa?a (Plaza y Jan¨¦s, en castellano, y Edicions 62, en catal¨¢n), est¨¢ planteada como una lecci¨®n. Es la clase de un maestro de esp¨ªas, el veterano George Smiley, en el momento de la ca¨ªda del muro, de la despedida de la guerra fr¨ªa. Invitado a pronunciar la lecci¨®n magistral en la clausura de un curso de esp¨ªas, Smiley expone lo aprendido en sus muchos a?os en el servicio. Al narrador del libro -Ned- le conoc¨ªamos de la anterior novela de Le Carr¨¦, La casa Rusia. Ahora es un profesor de esp¨ªas a punto de retirarse. Mientras Smiley pronuncia su lecci¨®n, la memoria de Ned emprende un viaje sentimental hacia el pasado, hacia una carrera de esp¨ªa que llega al final.
"Se?oras y se?ores, George Smiley, una leyenda del servicio secreto". Con estas palabras, el narrador de The secret pilgrim, Ned -as¨ª, sin apellido- presenta a sus pupilos al veterano esp¨ªa, ausente de las novelas de John Le Carr¨¦ desde la publicaci¨®n de La gente de Smiley (1980). En la ¨²ltima d¨¦cada, el maestro de la narrativa de espionaje hab¨ªa abandonado a su personaje, que no aparec¨ªa en sus tres ¨²ltimas novelas: La chica del tambor, Un esp¨ªa perfecto y La casa Rusia. Smiley reaparece por fin 10 a?os despu¨¦s, m¨¢s viejo y "m¨¢s radical", para hacer un encendido elogio de la profesi¨®n ante los alumnos de su amigo Ned, esp¨ªas del futuro, y para advertirles de las trampas que pueden encontrar en su complicado camino por el mundo.A lo largo de la novela, y a modo de ilustraci¨®n de las palabras que pronuncia George Smiley, Ned va recordando su pasado de esp¨ªa, desde sus meteduras de pata como novato en el Circus hasta el momento de la retirada. Son como historias cortas, unidas por el discurso de Smiley, que ilustran la vida de un esp¨ªa. Ned confiesa: "Soy tan s¨®lo un profesional, entrenado para escuchar y recordar". Y no tarda en darse cuenta de que las palabras de John Le Carr¨¦. Smiley se dirigen a ¨¦l, a su pasado.
La primera aparici¨®n del veterano Smiley en The secret pilgrim le sirve para desmentir que la profesi¨®n de esp¨ªa sea algo condenado a desaparecer en estos tiempos en que el muro ya no existe. Escribe Le Carr¨¦: "(Smiley) se burl¨® de la idea de que espiar fuera una profesi¨®n moribunda ahora que la guerra fr¨ªa ha terminado: con cada nueva naci¨®n que salga del hielo, dijo, con cada nueva alineaci¨®n, cada recuperaci¨®n de las viejas identidades y pasiones, cada erosi¨®n del viejo statu quo, los esp¨ªas tendr¨¢n que trabajar las veinticuatro horas del d¨ªa". Es la doctrina Smiley.
Guerra fr¨ªa
La guerra fr¨ªa mantiene una presencia constante en el libro. Tanto por el final anunciado de la misma como por la experiencia de los dos veteranos esp¨ªas, Ned y Smiley, protagonistas de una ¨¦poca que acaba y que hay que revisar. "Lo que importa", sentencia Smiley, "es que ha terminado una larga guerra. Lo que importa es la esperanza".Ned, por su parte, retrocede con la memoria a sus inicios, en los a?os sesenta, cuando se constru¨ªa el muro en Berl¨ªn, "la ciudad eterna del esp¨ªa", y se desataba la vigencia del espionaje. Eran tiempos de gloria para un esp¨ªa.
Las historias siguientes incluidas en The secret pilgrim hablan de la amistad, del amor, de traidores, de identidades falsas, de infiltrados... Se trata en resumen de ilustrar la vida de un esp¨ªa. Es un balance apresurado de Ned ante el final que impone su jubilaci¨®n. Hay episodios tr¨¢gicos, amorosos y c¨®micos y no faltan las referencias al traidor Bill Haydon y a otros personajes de la Com¨¦die Humaine que ha construido Le Carr¨¦ en sus novelas, ambientadas en el mundo del espionaje de la posguerra. Los escenarios son variados, con especial presencia de la Alemania de la guerra fr¨ªa. Pero aparece tambi¨¦n un detallado viaje a Gdansk, y episodios en Israel, L¨ªbano, Inglaterra y Camboya. El m¨¢s ex¨®tico de los episodios es sin duda el camboyano, que arranca de una reflexi¨®n sobre el colonialismo expuesta por George Smiley. Corresponde la aventura camboyana a lo que el narrador califica como su viaje personal "al coraz¨®n de las tinieblas", siguiendo el modelo de Joseph Conrad.
Le Carr¨¦ no esconde sus opiniones en The secret pilgrim sobre los problemas del espionaje en la actualidad. M¨¢s bien al contrario. A preguntas de los alumnos del centro de Sarratt habla de todo lo que se relaciona con este mundo cambiante. La implantaci¨®n del espionaje tecnol¨®gico, por ejemplo, no supone para ¨¦l una renuncia al esp¨ªa de siempre. "La tecnolog¨ªa del espionaje puede hacer mucho", escribe, "pero no puede reemplazar a la comprensi¨®n humana".
Sobre la conveniencia de mantener una estructura de esp¨ªas en un momento en que las guerras son televisadas en directo, como est¨¢ sucediendo durante estos d¨ªas con la guerra del Oriente Pr¨®ximo, Smiley opina: "Nueve de cada diez veces un buen periodista puede decirnos tanto de una situaci¨®n como puede un esp¨ªa. Muy a menudo comparten las mismas fuentes. As¨ª que, ?por qu¨¦ no desguazar los esp¨ªas y subvencionar a los peri¨®dicos? Es una cuesti¨®n que deber¨ªa responderse en estos tiempos que cambian. ?Por qu¨¦ no?". Y a?ade m¨¢s adelante: "Es perfectamente cierto que la mayor parte de nuestro trabajo o no sirve para nada o se duplica con el de las fuentes p¨²blicas. El problema es que los esp¨ªas no est¨¢n aqu¨ª para informar al p¨²blico, sino a los gobiernos".
Fe en el hombre
George Smiley, en su balance final, proclama su fe en el hombre por encima de todo. "S¨®lo me preocup¨¦ del hombre", dice. "Nunca me importaron un r¨¢bano las ideolog¨ªas, a menos que tuvieran que ver con la locura o el mal. Nunca vi a las instituciones como m¨¢s v¨¢lidas que sus partes o las pol¨ªticas como mucho m¨¢s que excusas para la insensibilidad. El hombre, no la masa, es el centro de nuestra llamada. Fue el hombre el que acab¨® con la guerra fr¨ªa, por si no lo sab¨ªais. No fue ni el armamento, ni la tecnolog¨ªa, ni los ej¨¦rcitos ni las campa?as. Fue s¨®lo el hombre. No fue ni siquiera el hombre occidental, sino nuestro enemigo implacable del Este, quien se lanz¨® a la calle, se enfrent¨® a las balas y a las porras y dijo: ya tenemos suficiente. Fue su emperador, y no el nuestro, quien tuvo el valor de subir a la tribuna y declarar que no llevaba vestidos".
" A veces", reflexiona George Smiley sobre la desaparici¨®n de la guerra fr¨ªa, "no hay vencedores. Y a veces nadie necesita perder".
Y Smiley, terminada la lecci¨®n, se aleja sin mirar atr¨¢s. Es el adi¨®s del esp¨ªa a un mundo cambiante.
Babelia
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