De Salzburgo a Viena
Las dos ciudades emprenden restauraciones de lugares mozartianos
La rehabilitaci¨®n del ¨²nico domicilio que se conserva de los muchos -al parecer, 19- que Wolfgang Amadeus Mozart ocup¨® en Viena y la reposici¨®n, en el crucero de la catedral de Salzburgo, de los cuatro ¨®rganos destruidos durante la II Guerra Mundial constituyen, en cuanto a infraestructura cultural, las principales aportaciones de Austria a la conmemoraci¨®n del 200? aniversario de la muerte del compositor. Una aportaci¨®n modesta pero suficiente de un pa¨ªs que ya dispone de importantes instituciones culturales y que conserva el grueso del legado f¨ªsico y espiritual del c¨¦lebre m¨²sico.
Salzburgo, la antigua ciudad-residencia arzobispal en la que Mozart naci¨® hace, hoy, 235 a?os, "cuida con especial celo y conocimiento de causa la memoria de su hijo predilecto", seg¨²n un folleto de su oficina de turismo. La sal, que todav¨ªa en tiempos del compositor sustentaba la econom¨ªa de la corte de los pr¨ªncipes-arzobispos, ha sido sustituida por una aut¨¦ntica industria mozartiana.Mel¨®manos de todo el mundo "recorren con veneraci¨®n", indica el mismo folleto, las habitaciones donde vivi¨® el maestro y donde se conservan algunas de sus posesiones propiedad de la Fundaci¨®n Internacional Mozarteum, de la que depende, adem¨¢s, la prestigiosa escuela de m¨²sica y de artes esc¨¦nicas que tiene su sede en la ciudad. Mozart est¨¢ tambi¨¦n en la calles -un puente y una plaza llevan su nombre y un monumento le representa como h¨¦roe de la m¨²sica- y, sobre todo, en los escaparates, en los que su retrato o su nombre avalan multiples productos.
El culto que Salzburgo dedica ahora a Mozart contrasta con el fr¨ªo trato que le dispens¨® en vida. Salzburgo fue para Mozart el escenario de sus a?os de aprendizaje y el puerto de partida y de arribada de sus m¨²ltiples viajes al extranjero -Francia, Italia e Inglaterra...- durante los que el entonces ni?o prodigio cautiv¨® a los auditorios europeos.
Como su padre, Leopold, el joven Mozart entr¨® al servicio del pr¨ªncipe-arzobispo, que en enero de 1779, a la vuelta de un largo viaje del m¨²sico a Mannhelm y a Par¨ªs, le contrat¨® como organista de la corte de Salzburgo. Y es justamente esta ¨¦poca, que se prolong¨® hasta 1781 -cuando Mozart se instal¨® Viena-, la que se quiere recrear en Salzburgo con la reposici¨®n de los cuatro ¨®rganos destruidos por un bombardeo.
La huida de Mozart a Viena fue una decisi¨®n largamente meditada y provocada por su deseo de sustraerse al desp¨®tico trato que le dispensaba el entonces arzobispo Hieronymus Colloredo y para procurarse un ambiente m¨¢s propicio para la creaci¨®n musical. "Le juro por mi honor que no puedo sufrir Salzburgo ni sus habitantes. Su lenguaje, su forma de vida, se me hacen del todo insorportables", dec¨ªa el m¨²sico en una carta dirigida a su padre cuando volv¨ªa de Par¨ªs.
Mozart consideraba Salzburgo un lugar "odioso", seg¨²n una carta anterior, a causa de "la grosera, baja, descuidada orquesta de corte. ?Ah, si la orquesta funcionase como en Mannheim! All¨ª todo se hace con seriedad; Cannabich, el mejor director que haya visto es respetado en toda la ciudad, y lo mismo sus soldados. Pero es que se comportan de otra forma, poseen maneras, van bien vestidos, no van a las tabernas a emborracharse".
Y en una tercera carta a un amigo de la familia, Mozart afirmaba: "Salzburgo no es lugar para mi talento. ?No hay teatro, no hay ¨®pera!"' En similares t¨¦rminos hab¨ªa escrito a?os antes a su viejo profesor italiano, el padre Martini: "Vivo en un pa¨ªs en el que la m¨²sica no est¨¢ de suerte".
En Viena, la capital imperial, donde permaneci¨® casi sin interrupci¨®n los 10 ¨²ltimos a?os de su vida, Mozart compuso sus obras m¨¢s significativas, especialmente las destinadas al teatro; hall¨® la gloria y la indiferencia, sufri¨® penurias econ¨®micas, fue v¨ªctima de intrigas, ingres¨® en la masoner¨ªa y goz¨® de la compa?¨ªa de su mujer, Constannze Weber.
"El pa¨ªs del piano"
El 2 de junio de 1781, instalado como hu¨¦sped en el domicilio de los Weber, Mozart escribe al padre y, admirado por el ambiente musical de la ciudad, reflexiona: "Este es, seguramente, el pa¨ªs del piano". Su presencia en la casa de los Webber, de cuya hija mayor, Aloysia -entonces ya casada-, hab¨ªa estado enamorado, desat¨® los rumores sobre su pr¨®ximo matrimonio con Constanze. "Si me tuviera que casar con todas aquellas con las que he bromeado, entonces tendr¨ªa que tener unas 200 mujeres", advierte al m¨²sico.
Pero pocos meses despu¨¦s, desde una nueva vivienda, escribe: "Yo, que desde joven no he tenido a nadie acostumbrado a atender a mis cosas, no puedo pensar en algo m¨¢s necesario que una rnujer". Y a continuaci¨®n informa de su proyecto de casarse con Constanze: "No es fea, pero tampoco bonita. Toda su belleza reside en dos peque?os ojos negros y un bonito desarrollo. No tiene ingenio, pero s¨ª suficiente inteligencia como para poder cumplir sus obligaciones como mujer y como madre". El matrimonio supuso para Mozart la ruptura con su familia, un hecho que, pese a dolerle, no empa?¨® su felicidad conyugal, que el compositor -pese a sus ocasionales aventuras extramatrimoniales- alent¨® con tiernas muestras de amor expresadas, a veces, en breves notas que dejaba sobre la mesa: "Buenos d¨ªas querida mujercita. Te deseo que hayas dormido bien, que nada te haya molestado, que no te levantes demasiado pronto, que no te resfr¨ªes, no te agaches, no te estires, no te enojes con tus criados, no te caigas en el umbral de la habitaci¨®n de al lado. Evita los disgustos dom¨¦sticos hasta que yo est¨¦ de vuelta".
Antes de la boda, en julio de 1782, el estreno de El rapto del serrallo proporcion¨® a Mozart su primer gran ¨¦xito internacional y un cierto desahogo econ¨®mico. Mozart se instal¨®, un tiempo despu¨¦s, en el mejor y el m¨¢s caro de los domicilios que tuvo en Viena y el ¨²nico que se conserva convertido en museo.
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