La dif¨ªcil b¨²squeda norteamericana
CARLOS CA?EQUELa guerra del Golfo parece haber situado a Estados Unidos en una coyuntura nueva al no poder utilizar con facilidad los argumentos que se esgrimieron en otras contiendas b¨¦licas -como en el caso de las dos guerras mundiales o en las de Corea y Vietnam- a favor de la democracia y contra los totafitarismos.
La situaci¨®n de ocupaci¨®n en Palestina por parte del estado de Israel y el hecho de que las naciones que defiende directamente EE UU -Kuwait y Arabia Saudita- mantuvieran y mantengan estructuras medievales y anacr¨®nicas que nada tienen que ver con los supuestos valores americanos, hace mucho m¨¢s problem¨¢tica la legitimaci¨®n ideol¨®gica que presupone impl¨ªcitos en la historia americana los principios derivados de una tradici¨®n liberal y democr¨¢tica. De otro lado, el resquebrajamiento del bloque comunista ha dejado el campo de batalla sin el enemigo identificable y claro que se hab¨ªa convertido en la justificaci¨®n de cualquier purga interior o exterior.Reinhold Niebuhr, uno de los m¨¢s brillantes fil¨®sofos americanos, dec¨ªa que la iron¨ªa de la historia americana consiste en la esquIzoide dualidad que plantea su paternalismo intervencionista y la pretensi¨®n exportadora de valores que remiten a los grandes mitos fundacionales como la Revoluci¨®n Americana, la Declaraci¨®n de la Independencia y la concepci¨®n del republicanismo como nueva filosofila inspirada en la virtud. Este sacralizado patrimonio axiol¨®gico, que la tradici¨®n liberal y protestante ha intentado salvaguardar a toda costa, ha propiciado un permanente debate -sobre todo entre algunos intelectuales- que plantea laldentidad pol¨ªtica y cultural de los EE UU: ?existen valores propiamente americanos?, ?es la sociedad americana consustancialmente conservadora, liberal o democr¨¢tica?
En lo ideol¨®gico y pol¨ªtico, el presunto "democratisino" americano se ha traducido muchas veces en una simplificaci¨®n de corte populista y monista tan rural como anacr¨®nica. Ejemplos de ello se encuentran, m¨¢s o menos impl¨ªcita o expl¨ªcitamente, en toda la tradici¨®n nativista de organizaciones como los Know Nothings y el Ku K1ux Klan o en las distintas corrientes fundamentalistas y antimodernistas que aparecieron a finales del siglo XIX y a principios del XX. La simplificaci¨®n de esta tradici¨®n ruralis,ta y democr¨¢tica tambi¨¦n ha hecho mella en algunas adopciones filos¨®ficas; un ejemplo de ello lo constituye la escuela del sentido com¨²n escoc¨¦s de Thomas Reid -predominante en las universidades americanas durante el siglo XIX- al desnaturalizarse en una visi¨®n optimista que ver¨¢ en la met¨¢fora del hombre com¨²n la posib¨ªlidad de construir una filosofia tan moralizante como adaptable a los valores norteamericanos. El propio Thomas Jefferson hab¨ªa considerado que la filosofila del sentido com¨²n ofrec¨ªa las bases intelectuales para el nuevo orden democr¨¢tico y moral del republicanismo americano ya que volv¨ªa a las cosas "tal como son".
Mito maniqueo .
El cine aparece en los EE UU como el gran arte democratizador y, a la vez, socializador de los valores norteamericanos. Hollywood sabr¨¢ reproducir, en el imaginativo abanico de sus g¨¦neros cinematogr¨¢ficos, el mito fundacional maniqueo en el que el Nuevo Mundo se entend¨ªa como un proyecto moral frente al que las culturas inmigratorias y los fen¨®menos urbanos. La conquista del oeste de la mayor¨ªa de los westerns es tambi¨¦n-la gran met¨¢fora de una cruzada nacional y / o intemacional que ve en el indio salvaje el s¨ªmbolo de una incompatible otroidad cultural. Las comedias de Frank Capra -se dice frecuentemente que Capra, al igual que Walt Disney, representa como nadie un cierto tipo de valores norteamericanos- ayudan a cimentar el modelo sensiblero y populista que permanecer¨¢ en el cine incluso despu¨¦s de la peculiar coyuntura del New Deal y la depresi¨®n econ¨®mica de los a?os treinta. En la visi¨®n ingenua y optimista de la solidaridad capriana encontramos al mismo af¨¢n regeneracionista y puritano del fundamentalismo americano; la solidaridad y la sencillez como el gran valor de la inocencia frente al que se sit¨²an todos los prejuicios que dan pie a la paranoia de las conspiraciones intelectuales, comunistas o secularizantes.
En los a?os cincuenta, Am¨¦rica no hab¨ªa sufrido las crisis de identidad moral y estrat¨¦gica que comenzar¨¢n a aparecer a partir de Vietnam. Segura de s¨ª misma, de sus importantes logros cient¨ªficos y tecnol¨®gicos, se hab¨ªa sentido capaz de poder llevar a cabo una especie de segunda revoluci¨®n basada en las dos grandes l¨ªneas que hab¨ªan inspirado la llevada a cabo en el siglo XVIII; es decir, las que se derivan de la Reforma y de la Ilustraci¨®n, de lo espiritual y de lo racional, de la ¨¦tica del trabajo y del progreso econ¨®mico, etc¨¦tera. Pero si de un lado se hereda esta tradici¨®n europea, de otro se niega el pasado del antiguo continente ya que recuerda a un sistema socio-pol¨ªtico basado en las jerarqu¨ªas hereditarias de la monarqu¨ªa y el absolutismo. As¨ª, para los valores del protestantismo conservador, Europa, en contraposici¨®n a la Am¨¦rica moral, aparecer¨¢ como el mundo de la corrupci¨®n (de Europa llegan como una enfermedad, enemigos tan importantes de la Cristiandad como Darwin y Marx) frente al que ser¨¢ necesario luchar mediante el esfuerzo, la virtud y el trabajo que hab¨ªan inspirado la Revoluci¨®n y los padres fundadores; como dice Octavio Paz: "La orfandad hist¨®rica americana supone la afirmaci¨®n de ser un pueblo elegido que ha escapado de la historia y sus conflictos para realizarse en la No mans land del futuro gracias a la libre asociaci¨®n y el trabajo".
Pero el proyecto de ingenier¨ªa social que esta confianza en el trabajo y el progreso parec¨ªa augurar, nada tiene que ver con la realidad de las contardicciones que podemos ver hoy en las calles de las ciudades americanas y que sit¨²an a los EE UU en uno de los pa¨ªses con mayor ¨ªndice de criminalidad, marginalidad y analfabetismo de las democracias occidentales. El fundamentalismo americano y sus valores claramente en alza, est¨¢n denunciando a gritos desde finales de los setenta, y a trav¨¦s de sus sofisticados sistemas televangellstas, la "terrible corrupci¨®n nacionaV que ha llevado a castigos de Dios como el del SIDA. Apelando a esa arcadia definitivamente perdida del puritanismo primigenio, los fundamental istas como Jerry Falwell -consejero moral de las campanas de Reagan y Bush- podr¨ªan estar empujando al mundo (y la falta de cohesi¨®n europea tiene buena parte de la culpa) a una progresiva teologizaci¨®n maniquea del reciente conflicto b¨¦lico, convirtiendo a Sadam Husein en un adversario que juega al mismo juego del bien y del mal. Esta dial¨¦ctica anacr¨®nica parece haber contagiado a algunas de las figuras del bando occidental; al lac¨®nico e inoportuno 11 s¨®lo Dios sabe" con el que P¨¦rez de Cuellar terminaba su ¨²ltima intentona de paz, se pueden a?adir las constantes referencias religiosas del presidente americano y de sus m¨¢s directos colaboradores como Dan Quayle, quien dec¨ªa pocos d¨ªas antes del estallido de la guerra: "La gente de todo el mundo pensar¨¢: Dios bendiga a los valientes hombres y mujeres que sirvieron a nuestra naci¨®n en el Golf?". La identificaci¨®n entre EE UU e Israel tambi¨¦n podr¨ªa " fun damen tal izar" la guerra. Tal vez, los analistas y estrategas europeos tendr¨ªan que prestar m¨¢s atenci¨®n a libros como Escucha Am¨¦rica escrito hace m¨¢s de 10 a?os por Jerry Falwell, este colaborador del partido republicano que cuenta con una de las audiencias televisivas m¨¢s importantes del pa¨ªs; "Israel ser¨¢ atacada por sus enemigos ¨¢rabes, como dice el profeta Ezequiel (Ezequiel 38) y Rusia se pondr¨¢ al poco t¨ªempo con ellos. Pero si los ¨¢rabes y los rusos leyeran lo que Dios les tiene preparado en la Biblia, caer¨ªan llorando sobre sus rodillas pidiendo clemencia y piedad. Am¨¦rica nunca podr¨¢ abandonar su apoyo a Israel porque ser¨ªa abandonar la voluntad de Dios".
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