Distrito compartido
LA ORGANIZACI?N de las universidades espa?olas en un distrito ¨²nico (o compartido), que hace accesible el conjunto de la oferta universitaria a todos los estudiantes con independencia de su procedencia, era una posibilidad contemplada ya en la Ley de Reforma Universitaria. El Ministerio de Educaci¨®n y el Consejo de Universidades han iniciado la discusi¨®n para su puesta en marcha gradual a partir del curso que viene.Una medida de esta naturaleza no se justifica ¨²nicamente basado en el posible, aunque improbable, alivio de la presi¨®n para obtener plaza en determinados centros universitarios. La movilidad estudiantil es un principio estimulado en casi todos los pa¨ªses por motivos sociales y pedag¨®gicos, y la propia Comunidad Europea ha dise?ado el Programa Erasmus con ese objetivo espec¨ªfico. Se equivocan, pues, quienes tratan de descalificar la idea como un parche contra la sobresaturaci¨®n de ciertos centros.
De otra parte, que un estudiante no pueda ni siquiera solicitar plaza en un centro que le parece acad¨¦micamente atractivo porque no tiene la suerte de residir en su entorno, mientras que ese derecho se le reconozca a otro que s¨ª tiene esa suerte, aunque sea peor estudiante, no parece una situaci¨®n especialmente justa.
De hecho, esa posibilidad de elecci¨®n es la ¨²nica manera que existe de establecer una cierta competencia entre universidades; justamente, la calidad de una universidad se mide en muchos pa¨ªses por su capacidad para atraer estudiantes.
Las autoridades catalanas han reaccionado vigorosamente contra la idea de reservar un peque?o porcentaje de. plazas universitarias para estudiantes procedentes de otras zonas de Espa?a. Esa actitud, aunque s¨®lo fuera porque se compadece mal con las pretensiones de modernidad social con tanta frecuencia evocadas, debe ser firmemente rechazada. Otro argumento que se aduce es el de una supuesta voluntad de descatalanizar la Universidad. Nadie pone en cuesti¨®n que la lengua propia de una comunidad sea tambi¨¦n de sus universidades, pero pensar que la llegada de una peque?a fracci¨®n de estudiantes for¨¢neos pueda modificar este hecho choca con la experiencia acumulada, y precisamente en las universidades catalanas, de r¨¢pida integraci¨®n de los reci¨¦n llegados a una ense?anza que discurre b¨¢sicamente en catal¨¢n.
Conviene adem¨¢s recordar que ya en la actualidad se reserva un 5% de las plazas disponibles en las universidades espa?olas para estudiantes extranjeros, sin que se tengan noticias de distorsiones especiales. Las primeras perjudicadas por esta autarqu¨ªa ante un falso temor ling¨¹¨ªstico ser¨ªan las propias universidades catalanas, que permanecer¨ªan ensimismadas frente a una Europa que debe apostar por la permeabilidad cultural. Es l¨®gico que las universidades atiendan prioritariamente a su entorno social, pero la pol¨ªtica de puertas abiertas apuntada por el ministerio no pone en peligro esta dedicaci¨®n.
Pero, al margen de las dificultades de orden pol¨ªtico, o de las meramente t¨¦cnicas, existen otras. El distrito compartido requiere una homogeneizaci¨®n de las pruebas de selectividad y de los criterios de correcci¨®n, a fin de que todos los solicitantes a una plaza universitaria concurran en igualdad de condiciones. No se nos ocultan las formidables dificultades de implantar pruebas ¨²nicas en todo el territorio espa?ol que puedan ser adem¨¢s calificadas con criterios objetivos. En ese sentido, parece pertinente que se inicien los estudios y ensayos experimentales, tal y como se ha anunciado; no ser¨ªa l¨®gico avanzar hacia el distrito compartido sin avanzar tambi¨¦n hacia la unificaci¨®n de las pruebas de acceso.
No obstante, de poco servir¨¢ el enorme esfuerzo organizativo que tal proyecto supone si no se dota a las universidades de los medios necesarios para que puedan, por un lado, organizar una oferta docente atractiva en t¨¦rminos de profesores, laboratorios, bibliotecas y otros equipamientos, y, por otro, acoger a los alumnos que acudan a ellas con un m¨ªnimo de dignidad en t¨¦rminos de residencias y servicios.
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