Giulini, el mejor del a?o
Carlo Maria Glulini (Barletta, Italia, 1914), al frente de la Filarmon¨ªa londinense, ha protagonizado el concierto del a?o, dentro del ciclo de Iberm¨²sica. Ya s¨¦ que esa frase se acu?a, incluso con relativa frecuencia, para chapuzas m¨¢s o menos ilustres, pero en el caso de Giulini se trata, nada menos, de entrar en contacto con la m¨²sica en su concepto m¨¢s alto.Hace a?os que Carlo Maria Giulini -como aut¨¦ntico grande, aut¨¦nticamente humilde expon¨ªa en qu¨¦ consiste el papel del director: "En el momento del encuentro del int¨¦rprete con la obra -una especie de romance de amor- se debe tener la m¨¢xima humildad y la m¨¢s grande profundidad a fin de comprender el genio del autor. Mas cuando se sube al podio, ante la orquesta, la humildad no est¨¢ permida. El director es Beethoven, tanto se ha apropiado de la obra a trav¨¦s del pensamiento que ha llegado a ser su propia obra. Desde ese instante hasta el ¨²ltimo acorde, no pienso en lo que soy yo: soy la m¨²sica. Unos segundos despu¨¦s, al descender del estrado, vuelvo a sentirme el hombre corriente que anteriormente era".
Orquesta Filarmon¨ªa de Londres
Director: Carlo Maria Giulini. Obras de Brahms. Auditorio Nacional. Madrid, 19 de marzo.
A veces, los grandes int¨¦rpretes diceriftases. Rara vez las tornan en principios, como en el caso de Giulini, pues cuantos asistimos a su actuaci¨®n del martes, d¨ªa de San Jos¨¦, en el Auditor¨ªo Nacional de M¨²sica, tambi¨¦n nos olvidamos de Gulin¨ª para sentir, en grado m¨¢ximo, la experiencia de la m¨²sica encarnada en la tercera y primera sinfon¨ªa d¨¦ Brahms.
Resulta intento vano tratar de medir la superioridad de un compositor sobre otros, m¨¢xime cuando podemos aceptar los m¨¢s distintos mensajes sin renunciar a uno solo. Pero en el caso de Brahms, el sentimiento derivado del romanticismo alcanza una hondura sin antecedentes ni consecuentes.
En este caso, hondura quiere decir descenso a las ¨²ltimas galer¨ªas de la intimidad y, por lo mismo, renuncia a lo exterior y, m¨¢s a¨²n, a lo espectacular. No hubo, a lo largo de las sinfon¨ªas en fa mayor y en do menor de Brahms, ni el menor exceso. Campe¨® la emotividad m¨¢s perdurable, pues estuvo lograda por v¨ªa de las m¨¢s n¨ªtidas explicaciones.
Nunca como ante el arte de Carlo Maria Glulini percibimos tan merldlanamente que la m¨²sica s¨®lo puede explicarse desde s¨ª misma, desde su sustancialidad y espec¨ªfico lenguaje, cuyo misterio procede de su carencia de sem¨¢ntica.
Universo sonoro
Cuando una sinfon¨ªa deja de ser mera m¨²sica para hacerse universo sonoro y humano completo, el nobil¨ªsimo oficio de la interpretaci¨®n arriba a su punto culminante.Y las versiones escuchadas ahora tuvieron la dif¨ªcil virtud de hacernos entender a Brahms mucho mejor que todas las biograflas y ensayos, con mucha mayor evidencia que el m¨¢s detallado an¨¢lisis profesoral. Brahms es as¨ª, ¨¦sta es la verdad, nos ¨ªbamos diciendo paso a paso, frase a frase, secci¨®n a secci¨®n, tiempo a tiempo.
Bien es verdad que para tales resultados se precisa un instrumento como la orquesta Filarmon¨ªa, Stradivarius sinf¨®nico capaz de servir el sonido demandado por el maestro, su plan de continuidad, sus acentos, matices y respiraciones, no ya con perfecci¨®n sino con la mayor naturalidad. No quito ni una letra: fue el concierto del a?o, que pervivir¨¢ en el recuerdo durante lustros. Acto de m¨²sica entera y verdadera en el que no sabemos bien si Giulini ha asumido enteramente a Brahms o qued¨® sumergido en la pasi¨®n de su oleaje.
No hay que hablar de ¨¦xito, sino de conmoci¨®n ante este arte singular de Carlo Marla Glulini, convulsivo desde la serenidad hecha extremada belleza. Bravo, maestro.
Babelia
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