Con Dionisio
El Dionisio del que ahora quiero hablar es Dionisio Ridruejo. Durante casi 40 a?os fui pr¨®ximo amigo suyo, y el vivo recuerdo de su amistad me obliga a defender -para muchos, a descubrir- la ¨ªntegra verdad de su vida y su persona.En muy difundida y comentada letra impresa se ha intentado liquidar la vida pol¨ªtica y literaria de mi amigo con esta sumar¨ªsima sentencia: Dionisio Ridruejo, un nazi arrepentido. Con voluntad de amistad y voluntad de verdad comentar¨¦ brevemente ese expeditivo juicio.
Si se quieren emplear con rigor y sin ¨¢nimo de injuria los t¨¦rminos a que dial¨¦cticamente se recurre, nazi fue y sigue siendo el af¨ªn a la ideolog¨ªa nacionalsocialista -la cuasi divinizaci¨®n de la raza aria, el consiguiente odio hacia todo lo no ario, semita o no, la abierta hostilidad contra toda la cultura liberal alemana, comprendidos en ella Einstein, Thomas Mann, la pintura expresionista y la UFA- y, si las conoc¨ªa -?cu¨¢ntos las ignoraron, incluso en la misma Alemania, en 1939 y 1940?-, el aceptador de las monstruosidades que ocultaron los campos de concentraci¨®n. En ese sentido, Dionisio Ridruejo dist¨® mucho de ser nazi, t¨®mese esta palabra como concepto sociopol¨ªtico o como insulto moral, durante los a?os transcurridos entre 1936 y 1942, fecha en que su biograf¨ªa tuvo tan decisivo punto de inflexi¨®n.
No, no fue nazi Dionisio Ridruejo. Hasta 1942 fue -con afecci¨®n pol¨ªtica y sentimental que luego revisar¨ªa de tan radical modo- ingenuo y equivocado creyente en que la Italia fascista, la Alemania nacionalsocialista y la posible y cada vez m¨¢s remota Espa?a falangista iban a ser la aurora de una nueva etapa de la historia en la cual, conciliados entre s¨ª el sentimiento nacional y la justicia social, instaurar¨ªan un orden nuevo. ?,Equivocaci¨®n garrafal? Por supuesto. ?Error que ideol¨®gica y moralmente hab¨ªa de ser rectificado, ya desde entonces? Desde luego. Pero, llamar "nazi arrepentido" al Dionisio Ridruejo falangista y combatiente de la Divisi¨®n Azul obligar¨ªa a despachar con la etiqueta de "estalinistas arrepentidos" -o "no arrepentidos"- a todos cuantos tuvieron noticia de los masivos cr¨ªmenes de Stalin y, sin repudiarlos, siguieron siendo entusiastas del r¨¦gimen a que Stalin tan destacadamente sirvi¨®.
Con una tajante y valent¨ªsima carta al general Franco, Dionisio Ridruejo inici¨® en 1942 su arrepentimiento. No se arrepinti¨® de la ideolog¨ªa nazi, que nunca la tuvo, sino de la ingenua y equivocada creencia en el coincidente y cooperante destino hist¨®rico de una Italia fascista, una Alemania nacionalsocialista y una Espa?a falangista. Pero liquidar con el t¨¦rmino "arrepentimiento" ese fundamental cambio de actitud ante la realidad y la historia de Espa?a y de Europa ser¨ªa en este caso soberana injusticia o avieso intento de descalificaci¨®n. Dionisio Ridruejo conquist¨® ese a?o su libertad, y a partir de entonces comenz¨® a emplearla seg¨²n los dos modos de entender la libertad que desde Kant tantos han distinguido: "libertad de" (de todo lo que antes de su ejercicio la imped¨ªa) y "libertad para" (para todo lo que tal ejercicio tuviera como fin). Dionisio Ridruejo, kantiano sin saberlo, fue "libre de" (de la ideolog¨ªa pol¨ªtica que antes hab¨ªa profesado) y "libre para" (para demostrar con palabras y con actos que su arrepentimiento era bastante m¨¢s que un gesto est¨¦tico o un desahogo ocasional).
Desde 1942, hasta 1975, a?o de su muerte, la vida de Dionisio Ridruejo fue una constante, l¨²cida y abnegada entrega a este triple y concorde ideal: la instauraci¨®n en Espa?a de un r¨¦gimen pol¨ªtico en el que la libertad y la democracia fuesen reales, la convivencia pac¨ªfica de los espa?oles ideol¨®gicamente discrepantes entre s¨ª y, tras el violento tajo de la guerra civil, la continuidad de la cultura espa?ola, de toda la cultura espa?ola. C¨¢rceles, destierros y privaciones de todo g¨¦nero fueron los gajes de esa entrega; y si hoy viviesen Rodolfo Llopis, Salvador de Madariaga y Gil Robles, dir¨ªan con m¨¢s autoridad que yo -al fin y al cabo fiel amigo suyo- lo que como conducta y como pensamiento fueron el de y el para de la conquistada libertad de Dionisio Ridruejo. Entre los espa?oles de la transici¨®n, ?ha habido uno, s¨®lo uno, con mayores m¨¦ritos que ¨¦l en la lucha por una Espa?a democr¨¢tica y libre? Lo dudo. M¨¢s amigo de la verdad que del dicterio, acaso lo demuestre con la necesaria documentaci¨®n alg¨²n doctorando europeo o americano.
Como amigo del paciente y del m¨¦dico pude asistir a la coronariograf¨ªa que se le practic¨® con vistas a una inmediata intervenci¨®n quir¨²rgica. Ante mis ojos lat¨ªa el coraz¨®n de mi amigo, tan gastado ya por tantos a?os de lucha hacia una Espa?a digna de cuantos espa?oles m¨¢s limpia y generosamente la hab¨ªan so?ado. Sirvan estas l¨ªneas m¨ªas para que sea juzgado seg¨²n lo que real y verdaderamente fue aquel castellano chico de cuerpo y rico de aventura, cuyo coraz¨®n dej¨® de latir antes de que la cirug¨ªa pudiese salvarlo, antes de que su titular y due?o pudiera ver como posibilidad real la Espa?a por la que hab¨ªa quemado su vida.
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