Suave reactivaci¨®n
LA REVISI?N por el Ministerio de Econom¨ªa del cuadro macroecon¨®mico en el que se fundamentaron los Presupuestos Generales del Estado para el a?o en curso, cuando apenas se ha iniciado el segundo trimestre, es consecuencia de la desaparici¨®n de buena parte de las amenazas que se cern¨ªan sobre la econom¨ªa internacional como consecuencia de la coincidencia del conflicto del golfo P¨¦rsico con la fase de desaceleraci¨®n en que estaban sumidas las principales econom¨ªas, incluida la espa?ola. La eliminaci¨®n de las expectativas adversas generadas por la guerra y las decididas actuaciones reactivadoras en aquellos pa¨ªses industrializados en plena recesi¨®n (EE UU, el Reino Unido y Francia fundamentalmente) han otorgado carta de naturaleza a este nuevo periodo de relativa expansi¨®n en que previsiblemente transcurrir¨¢n los meses restantes de 1991.El aspecto sin duda m¨¢s favorable para la econom¨ªa espa?ola de ese nuevo clima es el relativo al comportamiento del sector exterior. El mantenimiento del precio del petr¨®leo por debajo de las previsiones, un mejor comportamiento de las exportaciones y el aumento de los ingresos por turismo son los factores que contribuir¨¢n a que el d¨¦ficit por cuenta corriente de nuestra balanza de pagos se mantenga previsiblemente por debajo del 3% del producto interior bruto (PIB), frente al 3,5% augurado cuando se elaboraron los presupuestos.
Menos probable es que en ese nuevo escenario se consiga mantener la reducci¨®n de la inflaci¨®n a que en cierta medida apuntaba el pasado ¨ªndice de precios al consumo (IPC), correspondiente a febrero, hasta alcanzar los objetivos anunciados por el Gobierno. Como ha reconocido el secretario de Estado de Econom¨ªa, la evoluci¨®n favorable de la inflaci¨®n depende en gran medida de la capacidad de resistencia a la baja que sigan ejerciendo los precios de los servicios, amparados mayoritariamente en una escasa concurrencia exterior, y, en consecuencia, en la pr¨¢ctica de pol¨ªticas de precios no competitivas. Esa dificultad para seguir estrechando el diferencial de inflaci¨®n con nuestros principales socios comunitarios constituye la principal raz¨®n para ser prudente en el cambio de escenario. Pero no es la ¨²nica: la desaparici¨®n de las amenazas emergentes el pasado verano, e incluso las evidencias de finalizaci¨®n de esa fase recesiva, no permite anticipar la intensidad de la recuperaci¨®n en cieenes, y mucho menos su duraci¨®n.
Por ello, las cautelas que han de exigirse a las actuaciones de la pol¨ªtica econ¨®mica, y en especial a la m¨¢s recurrente pol¨ªtica monetaria, han de redoblarse; en momentos como los actuales, tan importante como evitar que las campanas echen al vuelo -con los efectos que ello tendr¨ªa sobre los desequilibrios exterior y de precios- es no abortar las posibilidades de incorporaci¨®n a esa fase recuperadora, por corta que resulte.
Con todo, la administraci¨®n de la escasa discrecionalidad de que hoy disponen nuestras autoridades monetarias (en un contexto de disciplina cambiaria no exento de tensiones, en gran medida originadas por los elevados tipos de inter¨¦s) es preferible que est¨¦ gobernada en mayor medida por el gradualismo de sus actuaciones que por las bruscas alteraciones en la direcci¨®n de las mismas: por la transmisi¨®n de espasm¨®dicos mensajes poco propicios a la definici¨®n de las condiciones en que ha de fundamentarse la inversi¨®n. Actuar sobre esos quistes inflacionistas, perfectamente localizados sectorialmente por el propio secretario de Estado de Econom¨ªa, es hoy tan importante como tratar de neutralizar las adversas implicaciones de las pol¨ªticas macroecon¨®micas de stop and go.
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