Cogida grave de Emilio Mu?oz
Torre¨®n / Romero, Mu?oz, OjedaCinco toros de El Torre¨®n, bien presentados, inv¨¢lidos y descastados, excepto 2?, con genio; 6?, sobrero -en sustituci¨®n de un inv¨¢lido absoluto y sin trap¨ªo-, de Jos¨¦ Luis Marca, terciado, flojo y encastado. Curro Romero: pinchazo leve y se desploma por pura invalidez el toro (silencio); pinchazo, otro hondo atravesado bajo, rueda de peones y cuatro descabellos (silencio); estocada corta descaradamente baja (silencio). Emilio Mu?oz: cogido grave por el 2?. Paco Ojeda, que reaparec¨ªa tras su retirada: estocada baja (vuelta); metisaca escandalosamente baja, pinchazo bajo y estocada baja (silencio); estocada corta baja (palmas). Plaza de la Maestranza, 12 de abril. Sexta corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
Por cogida de Emilio Mu?oz, la corrida qued¨® s¨®lo con Paco Ojeda en escena, y Curro Romero de espectador. La cogida fue muy violenta: el toro toro le derrot¨® a Mu?oz en la cara y luego le prendi¨® por detr¨¢s lanz¨¢ndole a lo alto. Fue una de esas cogidas en las que trasciende el dolor f¨ªsico del torero y tambi¨¦n su frustraci¨®n por ver interrumpida su determinaci¨®n de alcanzar el triunfo.
Tal como planteaba su faena Emilio Mu?oz al toro encastado y ¨¢spero, era evidente que estaba dispuesto a conseguir ese triunfo al precio que fuera. Las embestidas le llegaban fuertes y las embarcaba cargando la suerte, que es la forma m¨¢s arriesgada de torear. En una de ellas, el toro detuvo levemente su galope, apart¨® la vista del enga?o para dirigirla al enga?ador, vacil¨® este, y la arrancada ya fue descaradamente al bulto. Todo dur¨® unos segundos. En la fiesta de los toros, el espacio de tiempo que media entre la tragedia y la gloria a veces es de unos pocos segundos nada m¨¢s.
Y qued¨® solo Paco Ojeda, con Curro de espectador, acomodado en la fila cero. Paco Ojeda ven¨ªa de un largo par¨¦ntesis de reflexi¨®n, y aficionados conspicuos llevaban semanas rez¨¢ndoles a los santos para que este regreso fuera para bien del torero y de la propia fiesta. Algunos rezaban un padrenuestro, y esos, lo dicho; pero otros a?ad¨ªan jaculatorias, salmos y letan¨ªas, pues no se conformaban con que el regreso fuera ¨²nicamente para bien y deseaban fervientemente que el torero hubiera descubierto en su largo tiempo de reflexi¨®n los arcanos del toreo profundo.
El torero regres¨® para bien, en efecto. Sin embargo hacen falta m¨¢s oraciones, porque no pareci¨® haber reflexionado sobre los arcanos del toreo pro fundo o, si reflexion¨®, se le hab¨ªan olvidado. En cambio, e otro toreo, el que tiene registra da la patente Ojeda made in Spain y alguno ha estado usurpando durante su ausencia, lo sigue realizando con rara perfecci¨®n. A su primer toro, un animal incierto de media arrancada, le hizo una faena emocionante, reposada, consintiendo y aguantando las escasas embestidas. Era la faena que necesitaba el toro y constituy¨® todo un alarde de valent¨ªa y de excelente t¨¦cnica muletera.
P¨²blico en general, aficionados en particular y militares sin graduaci¨®n se frotaban las manos augurando la gloria bendita que vendr¨ªa despu¨¦s, si sal¨ªa un toro bueno. Hubo uno malo, descastado, al que no pudo hacer faena Ojeda, porque no la ten¨ªa. Pero el toro bueno sali¨® al fin, y no hubo ni gloria bendita ni nada. El toro bueno, un zapatito en cuanto a trap¨ªo, ten¨ªa casta, alegre embestida, nobleza, y, Ojeda no lo supo torear. Dec¨ªan. por la plaza que no pod¨ªa con ¨¦l, y era cierto. Una cosa tra¨ªa la otra. Aquel diestro que dominaba la t¨¦cnica de torear fajao y apantocao un toro quedado, el bravo le desbordaba, y la faena se convert¨ªa en un desordenado ajetreo donde no faltaron achuchones y desarmes.
Desde la fila cero Curro contemplaba aquello con gran aflicci¨®n. Curro supo resolver mejor sus papeletas: le daba al toro unos pases de pit¨®n a pit¨®n, y asunto conclu¨ªdo. Bueno, eso dicho en idioma t¨¢urico pues, dicho en plata, lo que hac¨ªa era espantarle las moscas. Lo cual tampoco es malo: un toro sin moscas, resulta de lo m¨¢s aseado y ecol¨®gico.
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