La ¨¦tica y su esperpento
Ante la cuesti¨®n de si es aconsejable o no que haya una asignatura de ¨¦tica en el bachillerato, confieso haber padecido cierto desgarramiento. Por una parte, es evidente que la ¨¦tica ni puede ni debe servir de alternativa apuntaladora al tiempo dedicado a doctrina cat¨®lica. Si tal concesi¨®n debe mantenerse para cumplir el acuerdo suscrito con un Estado extranjero -el Vaticano- que as¨ª sea, pero sin mezclar a la pobre ¨¦tica en el asunto. Adem¨¢s, la interesada confusi¨®n entre la actitud religiosa y la actitud moral (todav¨ªa tan presente en nuestros moralistas prof¨¦ticos, ut¨®picos y dem¨¢s savonarolillas al uso) no hace m¨¢s que viciar cualquier intento de formaci¨®n ¨¦tica aut¨®noma. La ¨¦tica no es la institucionalizaci¨®n del desasosiego apocal¨ªptico, sino la b¨²squeda racional de rectitud en lo cotidiano. La ¨²nica consecuencia pr¨¢ctica de mezclar ambas actitudes es reducir la ¨¦tica a una ret¨®rica de la denuncia contra los. grandes males del mundo, mientras en el d¨ªa a d¨ªa cada cual se las arregla como puede sin. encomendarse ni a Dios ni al diablo.Por otro lado, ninguna educaci¨®n humanista, pluralista y laica puede renunciar a transmitir algunas nociones b¨¢sicas sobre el sentido y el m¨¦todo de la valoraci¨®n moral del comportamiento. No se trata simplemente de dar unas cuantas reglas deontol¨®gicas ni de facilitar un manual de instrucciones para el buen uso de la democracia. Antes habr¨¢ que intentar aclarar de modo accesible lo que se entiende por libertad, los motivos de la acci¨®n, el reconocimiento humano de lo humano, etc¨¦tera. Ya s¨¦ que son cuestiones filos¨®ficamente muy complejas y debatidas, pero tambi¨¦n sobre otras materias dif¨ªciles hay m¨²ltiples criterios y no por ello dejan de formar parte de la educaci¨®n b¨¢sica. La mayor¨ªa de los bachilleres no va a estudiar la carrera de filosof¨ªa, pero, sin embargo, seguir¨¢n oyendo hablar de perplejidades ¨¦ticas toda su vida: algo habr¨¢ que hacer para que lo m¨¢s esencial de este tema no deban aprenderlo en la barah¨²nda de los medios de comunicaci¨®n. Colegas m¨¢s sabios que yo y sobre todo m¨¢s prudentes me dijeron que no hay modo de llevar a cabo este proyecto a esa edad sin recaer en el adoctrinamiento o en lo ininteligible. Como la m¨¢s convincente forma de probar la posibilidad del movimiento es intentar andar, acept¨¦ el desaf¨ªo y he escrito mi Etica para Amador, un libro no para ser explicado a los adolescentes, sino para ser le¨ªdo directamente por ellos y a partir de ah¨ª comenzar a discutir. Por supuesto, no creo haber resuelto ya la dificultad del caso, pero me he convencido de que hay soluciones y creo que merece la pena ir desarroll¨¢ndolas.
Puede que as¨ª logremos prevenir en lo futuro algunos de los malentendidos morales hoy corrientes. De vez en cuando gente bienintencionada suele preguntarme, en mi nada honrosa calidad de profesor de ¨¦tica: "Y qu¨¦, ?c¨®mo anda la moral en Espa?a? De capa ca¨ªda, ?verdad?". Si no les confirmo su aprensi¨®n suelen mirarme con recelo, de modo que lo m¨¢s seguro es responder cualquier evasiva humor¨ªstica. Pero aho ra que nadie me ve, procurar¨¦ ser m¨¢s expl¨ªcito. En realidad, la decencia y la indecencia moral se dan seg¨²n un c¨®ctel bastante estable en todos los lugares y en todas las ¨¦pocas. A¨²n m¨¢s, ambas se encuentran en cada uno de nosotros: ninguna persona cuerda carece de re pingos morales y hasta el m¨¢s santo comete un par de insignes vilezas al d¨ªa por lo menos. En cuanto a la sociedad en su con junto, no s¨¦ lo que la destruir¨ªa antes si la desaparici¨®n de las virtudes o la de los vicios. A este respecto, puede leerse La f¨¢bula de las abejas, de John Mandeville, o Las siete columnas, de Wenceslao Fern¨¢ndez Fl¨®rez...
De modo que la man¨ªa de ponerle el term¨®metro moral a los pa¨ªses o a la humanidad entera no me parece sino un subterfugio para no pon¨¦rselo cada cual a s¨ª mismo, que es precisamente de lo que la ¨¦tica bien entendida debe ocuparse. Digo "bien entendida" porque lo que s¨ª abunda hoy en Espa?a -y es para echarse a temblar- es el esperpento ¨¦tico. Lo representan en todos los escenarios p¨²blicos imaginables esos farsantes, cl¨¦rigos o laicos, a los que siempre les estamos oyendo decir con tono sombr¨ªo que "ya no hay valores morales", o que "los pol¨ªticos no tienen ¨¦tica", o que "la juventud no cree en nada", o que "todo el mundo adora al becerro de oro", o cualquier otra vaciedad supersticiosa semejante de esas que no pueden formularse m¨¢s que ahuecando la voz. Por si acaso sirviera de algo, formular¨¦ cinco cosas que la ¨¦tica no es, en contra de lo que el esperpento ¨¦tico habitual y sus ventr¨ªlocuos quieren hacer creer:
Primero: la ¨¦tica no es un arma arrojadiza, un repertorio de censuras y de vez en cuando alabanzas destinadas a valorar la acci¨®n del pr¨®jimo. La ¨¦tica es el empe?o que cada cual pone en dar sentido a su propia libertad. Ninguna persona ¨¦ticamente consciente se pasa la vida exigiendo a los dem¨¢s moralidad como quien exige represalias...
Segundo: la ¨¦tica es la preocupaci¨®n por hacer el bien, no por quedar bien. Esos discurseadores que siempre est¨¢n del lado de la luz, que flotan por encima de los pecados de unos y de otros, que hasta cuando se acusan lo hacen de tal modo que dan ganas de concederles una medalla, que dicen cosas tan sublimes que contentan lo mismo a tirios que a troyanos (lo primero que hacen es dejar bien claro que ellos no son ni tirios ni troyanos), no est¨¢n haciendo ¨¦tica, sino vendiendo imagen. Para ser ¨¦ticamente cre¨ªble ante uno mismo hay que aceptar ser malo de vez en cuando ante los ojos de los dem¨¢s.
Tercero: la ¨¦tica es el arte de orientar la acci¨®n, no de desentenderse de ella. A diferencia de la religi¨®n, la ¨¦tica tiene su reino decididamente en este mundo. Todas las sentencias morales cuyo deber ser nunca se siente concernido por el simple e hist¨®rico ser son pura ¨¦tica-ficci¨®n, un g¨¦nero de la literatura fant¨¢stica a la larga tan empalagoso como perverso. A quien le guste lo altisonante le conviene estudiar ¨®pera, a quien le guste lo edificante le vendr¨¢ bien dedicarse a la arquitectura, pero en cualquier caso ni lo altisonante ni lo edificante son rasgos del discurso ¨¦tico.
Cuarto: el tema de fondo cuando se estudia ¨¦tica es la relaci¨®n entre libertad y responsabilidad. Los ¨²nicos interlocutores con los que la ¨¦tica se lleva de veras mal es con quienes creen que la libertad consiste en no responder de nada ante nadie o con los que opinan que ser responsable es, renunciar a la peligrosa libertad.
Quinto: lo t¨ªpico del acierto moral, la especialidad de la casa en ¨¦tica no es la prohibici¨®n, ni la renuncia, ni el sacrificio, ni el deber, ni el "a aguantarse tocan", sino la alegr¨ªa. Puede que no todos los buenos sean alegres, pero nadie es bueno si no quiere estar alegre, si considera m¨¢s decentes las l¨¢grimas y los pucheritos que las ganas de silbar. Se me dir¨¢ que tambi¨¦n los malos quieren estar alegres; muy cierto, y ello demuestra que no son malos del todo.
es catedr¨¢tico de ?tica en la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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