Rinc¨®n contin¨²a la escalada
Osborne / Dom¨ªnguez, Rinc¨®n, Camino Toros de Jos¨¦ Luis Osborne, bien presentados, bonitos de estampa, boyantes en general, con poca fuerza.
Roberto Dom¨ªnguez: estocada corta trasera (silencio); pinchazo, otro hondo ca¨ªdo, rueda insistente de peones, estocada atravesada y rueda de peones (silencio). C¨¦sar Rinc¨®n: bajonazo (oreja); pinchazo saliendo empitonado, otro perdiendo la muleta y estocada corta (oreja). Rafael Camino: dos pinchazos y estocada (aplausos y salida al tercio); dos pinchazos y estocada (ovaci¨®n).
Plaza de Pamplona, 11 de julio. Sexta corrida de feria. Lleno de "no hay billetes".
JOAQUN VIDAL
En su escalada hacia la cumbre de la torer¨ªa, C¨¦sar Rinc¨®n conquist¨® ayer Pamplona, una de las plazas importantes de la temporada espa?ola. En tauromaquia, decir temporada espa?ola equivale a designar el universo mundo, de manera que la toma de Pamplona no es que sea la conquista de Constantinopla, pero cerca se le anda.
Tampoco se trata de que Pamplona tenga categor¨ªa de c¨¢tedra del toreo, a la manera de los hist¨®ricos cosos de Las Ventas y La Maestranza. Por ejemplo, da C¨¦sar Rinc¨®n en Las Ventas o en la Maestranza ese monumental ayudado a dos manos que instrument¨® ayer en Pamplona al quinto toro, y pone ambas c¨¢tedras boca abajo. Ahora bien, lo que no posee en ciencia Pamplona lo suple con intuici¨®n, y el detalle concreto de cada lance del toreo quiz¨¢ no acabar¨¢ de valorarlo, mas su m¨¦rito s¨ª. De forma que cuando C¨¦sar Rinc¨®n se dispon¨ªa a desplegar en el ruedo toda la t¨¦cnica y la estrategia del arte de torear, aquella plaza pamplonesa que era un guirigay de conversaciones y griter¨ªos, un estruendo de c¨¢nticos, trompeter¨ªas y tamborradas, bajaba los diapasones.
Una plaza de Pamplona en silencio absoluto s¨®lo es posible si sale a la calle todo el mundo y cierran la puerta con siete candados. Sin ir m¨¢s lejos, el llamado silencio de la Maestranza, si sediera en Pamplona, esa ser¨ªa la se?al de que ha llegado el fin del mundo. Cada plaza y cada p¨²blico tienen su estilo, ellos se entienden a su manera, y el estilo de Pamplona es, entre otras formas, no hacer ni caso al torero que les aburre.
Roberto Dom¨ªnguez no ligaba dos pases ni por casualidad, los que daba eran sin temple, y ya pod¨ªa disimular su destoreo con posturas y miradas anal¨ªticas, que el p¨²blico no le hac¨ªa ni caso. Al cuarto toro le recibi¨® con dos largas cambiadas de rodillas y entonces el p¨²blico s¨ª le hizo caso. S¨®lo entonces, a lo largo de toda la tarde.
Rafael Camino dio algunos redondos de muy buen corte y especial hondura, lo que no bast¨® para paliar su fracaso. El fracaso de Rafael Camino fue may¨²sculo, porque le correspondieron dos toros pastue?os, uno de ellos, el sexto, ideal para armar un alboroto recreando la quintaesencia del toreo. Las desigualdades, los especiales cuidados para su persona en algunos momentos de la faena, la mediocridad general con que mulete¨® ese toro so?ado, hacen dudar de si Rafael Camino quiere ser un torero de verdad o prefiere quedarse en un vulgar pegapases del mont¨®n.
C¨¦sar Rinc¨®n no planteaba tales dudas. C¨¦sar Rinc¨®n, a un toro reserv¨®n y a otro encastado que ten¨ªa su genio y su picante, les construy¨® sendas faenas con la cabeza y las interpret¨® con el coraz¨®n. Es decir, que allegando la t¨¦cnica precisa, consciente siempre de los terrenos que pisaba y las cambiantes caracter¨ªsticas de los toros, los tore¨® con hondura, lig¨® redondos de corte exquisito, abroch¨® las tandas mediante emocionantes pases de pecho o airosos cambios de mano y para engrandecer la tarea, intercal¨® aquel ayudado a dos manos que habr¨ªa puesto boca abajo las c¨¢tedras de la tauromaquia.
Todo lo cual ayudar¨¢ a explicar que Pamplona se rindiera sin condiciones y que hiciera del rinconismo su bandera. Cu¨¢nto dure la conquista, depender¨¢ del propio C¨¦sar Rinc¨®n, naturalmente, y de quienes sepan plantearle la debida competencia. Pero eso, claro, a¨²n est¨¢ por ver.
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