La caja de Pandora
Antes de que estallara la crisis yugoslava, la opini¨®n general era la de que, ante todo, no hab¨ªa que poner en duda el dogma de la intangibilidad de las fronteras por miedo a abrir la caja de Pandora. Se esperaba que el mantenimiento de las mismas podr¨ªa ser compatible con el derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos y con la protecci¨®n de las minor¨ªas -dos principios democr¨¢ticos b¨¢sicos-Estados Unidos y la Comunidad Europea comenzaron por mantener frente a Yugoslavia el mismo esp¨ªritu conservador que mantuvieron, por ejemplo, en Irak respecto al Kurdist¨¢n. Pero en poco tiempo los vientos cambiaron y Washington considera ya la hip¨®tesis de una Eslovenia y posiblemente una Croacia independientes. La CE est¨¢ dividida. Alemania e Italia se inclinan por la secesi¨®n, mientras que Francia contin¨²a afirmando sus posiciones tradicionales.El proceso yugoslavo nace de la ideolog¨ªa del siglo XIX y de la voluntad de humillar a Austria, origen tambi¨¦n de la creaci¨®n de Checoslovaquia. Nacida el 28 de octubre de 1918, Yugoslavia vio aparecer de golpe dos tendencias netamente enfrentadas: la creaci¨®n de una gran Serbia y la constituci¨®n de una federaci¨®n de eslavos del Sur, m¨¢s favorable para los croatas.El fracaso del reino de los serbios, croatas y eslovenos se manifest¨® en las matanzas a las minor¨ªas serbias de Croacia perpetradas por los ustachas fascistas durante el verano de 1941 y de las que tanto se ha hablado estos d¨ªas, pues es una gran verdad que la historia de los pueblos sale a la superficie, en los tiempos dif¨ªciles. La victoria del eje germano-Italiano fue la causa del primer fracaso del proyecto yugoslavo. La resistencia, la ideolog¨ªa comunista en lo que ten¨ªa de seductora para las masas populares o los intelectuales de izquierdas en 1945, la gran figura de Tito, permitieron al F¨¦nix renacer de sus cenizas. La segunda Yugoslavia fue capaz de crear una ilusi¨®n en tanto en cuanto la autoridad del mariscal enmascar¨® la debilidad real -y adem¨¢s creciente- de las instituciones federales, y tambi¨¦n porque el titismo aguantaba favorablemente la comparaci¨®n con el estalinismo.Durante mucho tiempo, los socialistas occidentales (y particularmente los franceses) mantuvieron el mito o la esperanza de una tercera v¨ªa, y la autogesti¨®n yugoslava les parec¨ªa un buen modelo. Todos aquellos que no se resignaban a una visi¨®n bipolar del mundo daban verdadero cr¨¦dito al movimiento de los No Alineados.
Pero, como tantos otros dictadores, Tito no prepar¨® su sucesi¨®n, y asegur¨® su largo reinado a base de eliminar a los hombres que hubieran podido hacerle sombra. Los ¨²ltimos a?os de su vida coincidieron con la d¨¦cada de los setenta, en la que la generosidad de Occidente ocult¨® el extremo deterioro de los pa¨ªses del Este. La muerte del fundador de la segunda Yugoslavia, en 1980, coincidi¨® con el agravamiento de la crisis de la deuda, cuyo coste correspondi¨® al Tercer Mundo, y que deb¨ªa acelerar la descomposici¨®n de los reg¨ªmenes comunistas. La ca¨ªda del muro de Berl¨ªn ha precipitado la segunda muerte de Yugoslavia.
En caso de producirse un desmembramiento, ¨¦ste corresponder¨ªa en primer lugar a Eslovenia y a Croacia, es decir, a las rep¨²blicas cuyo destino se une hist¨®ricamente con Europa central. Con sus dos millones de habitantes, su homogeneidad ¨¦tnica (m¨¢s del 90% son eslovenos) y su relativo avance industrial, la viabilidad de una Eslovenia independiente no es inconcebible. Muy inclinada hacia Austria (la mayor¨ªa de sus habitantes habla alem¨¢n), podr¨ªa sentirse tentada a unirse a ella. Pero Austria no parece tentada por una experiencia tan imprevisible.
El caso de Croacia es mucho m¨¢s complejo. Su poblaci¨®n, 4,7 millones de habitantes, comprende una cuarta parte de no croatas, de los cuales 600.000 son serbios concentrados en algunas regiones como Eslavonia. Belgrado ha indicado claramente que Serbia no los abandonar¨¢, y que, en el peor de los casos, exigir¨ªa correcciones territoriales. Otra dificultad potencial es Istria, una antigua provincia que Italia perdi¨® en 1947; es f¨¢cil imaginar que una independencia total de Croacia conducir¨ªa a cuestionar la vuelta al redil de dicha provincia. Si al peligro real de libanizaci¨®n a?adimos las dificultades propias de la interpenetraci¨®n de las estructuras econ¨®micas entre las diversas rep¨²blicas, o la cuesti¨®n del Ej¨¦rcito -dominado, por cierto, por los serbios y la ideolog¨ªa' comunista, aun cuando contin¨²e siendo multi¨¦tnico-, comprenderemos mejor el rompecabezas de una total separaci¨®n.
Pero, por otra parte, ?quieren los eslovenos y los croatas .una independencia total cuando nadie en el exterior parece dispuesto a asumir sus problemas? Antes de los recientes acontecimientos se pod¨ªa pensar que su deseo era m¨¢s bien lo que, parafraseando a Schumpeter, se podr¨ªa llamar "una destrucci¨®n constructiva": romper los lazos actuales para establecer otros m¨¢s equilibrados. Desde el momento en que ha corrido la sangre, el trabajo de reconstrucci¨®n ser¨¢ mucho m¨¢s dif¨ªcil. Pero, a pesar de la extrema tensi¨®n de las ¨²ltimas semanas, a¨²n no ha ocurrido lo peor, y las fuerzas exteriores act¨²an todas en el sentido de la moderaci¨®n. Hasta la amenaza de reconocimiento de la independencia de las rep¨²blicas separadas tiende, junto a la suspensi¨®n de la ayuda econ¨®mica, a incitar a los serbios a la moderaci¨®n.
Si, a pesar de todo, fueran arrastrados por la pasi¨®n, y si Occidente se encontrara cogido en la trampa de su coqueteo con la idea de la redistribuci¨®n territorial, podr¨ªa esperarse una multiplicaci¨®n de tendencias separatistas en Europa central y or¨ªental, y un aumento de la inestabilidad pol¨ªtica, lo que ser¨ªa muy negativo para el restablecimiento econ¨®mico. Los fermentos centr¨ªfugos podr¨ªan extenderse mucho m¨¢s all¨¢; a la Uni¨®n Sovi¨¦tica por supuesto, pero tambi¨¦n a Oriente Pr¨®ximo, ya que tanto en una como en otra zona las fuerzas en juego tienen el mismo origen: el contexto de la I Guerra Mundial.
Los occidentales, como es el caso de los norteamericanos, autriacos e italianos, tienen raz¨®n en no quererse encerrar en los dogmas, pero deben tambi¨¦n tener cuidado y no jugar con fuego. Las fronteras continuar¨¢n cambiando de lugar en Europa, pero es necesario que esto ocurra dentro de un orden y en el marco de un consenso interno y externo, como ha ocurrido con la reunificaci¨®n alemana.
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