La oscura muerte del doctor Malo
El autor del asesinato, hace m¨¢s de seis a?os, sigue en libertad
Juan Carlos Malo Silvestre, de 32 a?os, muri¨® de una cuchillada en el coraz¨®n cuando el 22 de septiembre de 1984 sal¨ªa de cenar en un restaurante del centro de Madrid. M¨¢s de uno habl¨® entonces de que ¨¦se era el desenlace de un crimen por encargo para cerrarle la boca y que no divulgara las presuntas irregularidades de una sociedad sanitaria. La polic¨ªa, sin embargo, siempre ha mantenido que fue obra de un vulgar atracador callejero. Seis a?os despu¨¦s, el autor del homicidio sigue en libertad.
El doctor Malo, traumat¨®logo del hospital de La Paz, casado con una enfermera y padre de tres hijas, hab¨ªa quedado citado aquella noche con sus colegas Manuel Ambite, Antonio Merina y su hijo, Tom¨¢s Merina, para debatir el proyecto de abrir conjuntamente un consultorio privado. La velada en el restaurante Land¨®, en los jardines de Las Vistillas, finaliz¨® sobre las dos de la madrugada.Los Merina subieron a su coche. Ambite y Malo se dirigieron hacia el BMW de ¨¦ste. Ambite mont¨® en el autom¨®vil y unos segundos despu¨¦s oy¨® que alguien hablaba a sus espaldas, por lo que gir¨® la cabeza y vio a su amigo con las manos en alto. Unos segundos despu¨¦s, Malo se tambaleaba mortalmente herido en el pecho, mientras que quien le hab¨ªa inferido la cuchillada corr¨ªa por la plaza de Gabriel Mir¨® sin detenerse a recoger la gorrilla que hab¨ªa perdido en la huida.
Dando tumbos
Malo fue dando tumbos hasta la puerta, del restaurante Land¨® donde cay¨® desvanecido. Manuel Ambite se qued¨® paralizado cuando le tom¨® el pulso y comprob¨® que ¨¦ste era muy d¨¦bil Los camareros del restaurante metieron al herido en un Seat Panda y lo trasladaron a la casa de socorro de Latina, desde donde pas¨® despu¨¦s al hospital Cl¨ªnico de San Carlos. La atenci¨®n m¨¦dica que recibi¨® ser¨ªa m¨¢s tarde objeto de una investigaci¨®n judicial, ya que sus familiares pensaron que no hab¨ªa sido la adecuada. La confusi¨®n fue a¨²n mayor cuando el forense que realiz¨® la autopsia opin¨® err¨®neamente que la v¨ªctima hab¨ªa sufrido tres cuchilladas.
Los hombres del Grupo de Homicidios de la Brigada Judicial de Madrid se hicieron cargo del caso. Para ellos, el asunto estaba meridianamente claro. Tanto que pod¨ªan reconstruir mentalmente la secuencia del crimen: "Un chorizo vio al doctor cuando se dirig¨ªa a su BMW, se acerc¨® a ¨¦l y le amenaz¨® con un estilete. Pero el m¨¦dico, que sab¨ªa yudo, le peg¨® un guantazo y lo tir¨® al suelo. El atracador se asust¨® y se defendi¨® lanzando un viaje contra Malo, al que atraves¨® el coraz¨®n". Para los polic¨ªas s¨®lo faltaba identificar la mano que empu?aba aquel cuchillo.
Las cosas se complicaron cuando se supo que el galeno asesinado habla hablado 20 d¨ªas antes de su muerte con un redactor de la agencia Efe, al que le hab¨ªa asegurado con rotundidad: "Con todo lo que s¨¦, puedo echar abajo el sistema sanitario espa?ol". La bomba de Malo era un informe sobre presuntas irregularidades del igualatorio m¨¦dico Asistencia Sanitaria Interprovincial (Asisa), para la que tambi¨¦n trabajaba. El traumat¨®logo hab¨ªa llegado a demandar a la sociedad, aunque el 17 de septiembre -cinco d¨ªas antes de su muerte- hab¨ªa firmado un documento por el que renunciaba a la demanda que hab¨ªa interpuesto ante la Magistratura de Trabajo.
El descubrimiento del aparentemente explosivo informe desat¨® un c¨²mulo de rumores que llevaron a m¨¢s de uno a mantener la creencia de que la muerte de Malo hab¨ªa sido el resultado de un tenebroso crimen por encargo, al m¨¢s puro estilo mafioso. Sin embargo, el responsable de las investigaciones repet¨ªa una y otra vez: "Eso no tiene sentido. ?Qui¨¦n va a contratar a un mat¨®n armado con una simple navaja? La trayectoria de la pu?alada demuestra, adem¨¢s, que el homicida no ten¨ªa intenci¨®n de matar". Las dudas tardaron en despejarse, pese a que fuentes de la propia familia Malo comentaron que "un asesino profesional le habr¨ªa rematado y no habr¨ªa actuado delante de un testigo".
'Soplones' y 'sirleros'
Los agentes encargados del caso buscaron huellas del asesino en la carrocer¨ªa del veh¨ªculo del doctor Malo. Pero no las hallaron. Sometieron a todo tipo de an¨¢lisis la gorrilla blanca que el homicida perdi¨® en su huida. Pero en ella no encontraron pelos ni ninguna otra pista ¨²til. Pusieron a trabajar a los soplones e investigaron a los sirleros (atracadores callejeros) que habitualmente pululaban por la zona de Las Vistillas. Pero las pesquisas no dieron los resultados esperados.
Decenas de delincuentes fueron interrogados en busca de un hilo que permitiera llegar al ovillo criminal. Por las dependencias policiales del viejo caser¨®n de la Puerta del Sol pasaron varios de los individuos sobre los que reca¨ªan las m¨¢s fuertes sospechas. Uno de ¨¦stos fue sometido durante tres semanas a un estrecho marcaje que inclu¨ªa el pinchazo de su tel¨¦fono por orden del entonces titular del Juzgado de Instrucci¨®n n¨²mero 3, el magistrado Joaqu¨ªn Navarro Estevan.
"Estoy seguro de que al asesino del doctor Malo lo tuvimos en la brigada, pero no pudimos reunir suficientes pruebas como para demostrarlo", dice uno de los agentes que llevaron la investigaci¨®n. Un drogadicto que sol¨ªa merodear por la zona centro de Madrid, tocado con una gorrilla, ten¨ªa todas las papeletas para ser el sospechoso n¨²mero uno. No obstante, seis a?os m¨¢s tarde, la justicia no ha logrado sentar en el banquillo al "joven, delgado, de 1,70 de estatura" que atraves¨® con el acero el coraz¨®n del doctor Malo Silvestre.
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