Merengue agridulce en Aravaca
Centenares de asistentas dominicanas 'toman' en sus d¨ªas libres la zona donde trabaja
"?C¨®mo que esto es un cabar¨¦?". Una joven dominicana cruza indignada la plaza del Centro C¨ªvico de Aravaca tras escuchar un comentario despectivo de un paseante. Desde hace meses, centenares de empleadas de hogar dominicanas se re¨²nen los jueves y domingos en la zona acomodada donde trabajan. En esas horas de asueto charlan, r¨ªen y bailan merengues, agridulces como el sabor que produce el rechazo de algunos vecinos.
Todos los jueves y domingos, la plaza del Centro C¨ªvico de Aravaca y los jardines de la avenida de la Galaxia se convierten en una prolongaci¨®n de las calles de Vicente Noble. Esta localidad, situada a 130 kil¨®metros al oeste de Santo Domingo, es para sus habitantes "una comarca agr¨ªcola donde pocos tienen trabajo". De ella proceden muchas dominicanas empleadas como "internas" en la zona oeste de Madrid.La reuni¨®n comienza los jueves a la hora de la siesta y los domingos al mediod¨ªa. Poco a poco, las dominicanas que trabajan en Aravaca y en zonas colindantes van llegando a la plaza formando corros. Cada vez que se incorpora alguien nuevo a la reuni¨®n se le recibe a voces. En la plaza y los jardines se charla, se almuerza, se merienda, se r¨ªe y se juega a los naipes. Todas tienen ganas de contar c¨®mo les ha ido la semana.
Casadas sin discoteca
"No hacemos nada especial, hablamos de nuestras cosas, y hacia las cuatro de la tarde vamos a unos cursos que organizan unas monjas de por aqu¨ª para aprender mecanografia o costura", explica Miguela, de 38 a?os y con cinco hijos en Santo Domingo. "Las casadas no vamos mucho a discotecas porque siempre hay alguien que le va diciendo a tu marido que te han visto bailando con un hombre", confiesa Mar¨ªa Gonz¨¢lez, de 30 a?os, que dej¨® un trabajo de cajera para emigrar.Araceli M¨¦ndez es joven, soltera y va de punta en blanco. "Con ese looking que t¨² tienes...", bromea con ella otra compafiera. "A m¨ª me gusta estar guapa, pero eso siempre da que hablar en el pueblo: que si somos prostitutas, que si nos vamos con cualquiera, y lo gracioso es que si en Santo Domingo te besas en la calle com o se besa aqu¨ª la gente se te cae el pelo", ironiza Araceli.
Los comentarios que relacionan a las dominicanas con la prostituci¨®n levantan ampollas. "O sea, que trabajamos casi 15 horas cada d¨ªa para sacar unas 60.000 pesetas al mes y encima, tenemos que o¨ªr que venimos a por los hombres", se indigna Miguela.
Pero esa sospecha se refleja en las opiniones de algunos vecinos, como Pepa, de 25 a?os, que acusa a las dominicanas de provocar la ruptura de muchas parejas. "Es. que soliviantan a los hombres", afirma convencida. Un comentario tan contumaz como el de un vecino de 25 a?os, cerca de donde se dan cita las dominicanas: "Es asqueroso, hacen much¨ªsimo ruido, ensucian los jardines y, para colmo, intentan llevarse al huerto a los hombres de aqu¨ª".
Pero no todas las opiniones son de esta ¨ªndole. Juli¨¢n, de 70 a?os, reside en la calle de la Osa Mayor desde siempre y cree que las dominicanas "no crean problemas". Luis Alberto Mur, de 17 a?os, es fiel a la consigna Vive y deja vivir: "A m¨ª no me molestan, y tienen derecho a reunirse donde quieran".
Algunos vecinos se han quejado a la Junta de Moncloa "por el ruido que hace esta gente y porque dejan sucios los jardines". Luis Molina, concejal presidente del distrito, afirma que por el momento no tomar¨¢ ninguna medida, ya que "las dominicanas no se han metido con nadie y no se ha producido ning¨²n acto violento".
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