Frenes¨ª criminal
EL ATENTADO del pasado viernes en Madrid, mediante la explosi¨®n de una carta bomba, contra un directivo de una de las empresas constructoras de la autov¨ªa de Leizar¨¢n y la simult¨¢nea amenaza indiscriminada contra el tr¨¢fico ferroviario son dos muestras, a cu¨¢l m¨¢s acabada, del frenes¨ª criminal que hace tiempo se apoder¨® de ETA.La organizaci¨®n terrorista no ha logrado romper el s¨®lido frente democr¨¢tico formado por instituciones, partidos y ciudadanos vascos y navarros en defensa de la nueva autov¨ªa que unir¨¢ Guip¨²zcoa con Navarra y ha intentado impedir su construcci¨®n mediante el amedrentamiento -se sabe la elasticidad que pueden dar a este concepto sus estrategas- de los responsables de las empresas adjudicatarias de las obras. A pesar del fracaso de su intento, del mismo tenor que el cosechado en sus maniobras de chantaje a instituciones y partidos, ETA sigue empe?ada en este tipo de acciones, que a nada conducen y que s¨®lo sirven para alargar todav¨ªa m¨¢s la lista de sus innumerables v¨ªctimas. Las obras de la autov¨ªa avanzan, a pesar de todo, y el momento de su inauguraci¨®n llegar¨¢, sin duda, porque as¨ª lo han decidido las instituciones representativas guipuzcoanas y navarras -Juntas Generales de Guip¨²zcoa, Parlamento foral navarro, municipios vascos- y es el deseo de la poblaci¨®n.
Esta misma obcecaci¨®n criminal, por completo desvinculada incluso de los fines que dicen perseguir los terroristas, se echa de ver tambi¨¦n en las campa?as veraniegas de ETA -la de este a?o es ya la tercera- contra el tr¨¢fico ferroviario de personas y mercanc¨ªas. ?Qu¨¦ relaci¨®n puede existir entre el perjuicio causado a decenas de miles de ciudadanos que tornan el tren en sus desplazamientos veraniegos y la libertad de Euskadi? Ninguna, y de ah¨ª que sea exacto hablar de comportamiento irracional, en el sentido de unos actos no orientados a fin alguno, cuando no directamente contradictorios con cualquier fin, imaginable. No se trata de una deducci¨®n puramente l¨®gica. Los hechos demuestran la absoluta ineficacia de tales actos: la autov¨ªa de Leizar¨¢n no ha sido paralizada, los cimientos del Estado no se conmueven ante la reiteraci¨®n de la campa?a estival de bombas en las v¨ªas f¨¦rreas, y los ciudadanos mantienen sus nervios firmes ante la barbarie de la amenaza indiscriminada.
Eso s¨ª, la provocaci¨®n permanente a la sociedad en su conjunto por parte de ETA no puede quedar impune. Cualquier atisbo no ya de comprensi¨®n, sino de indiferencia, que pudiera haber existido en alg¨²n sector minoritario de la poblaci¨®n por el proceder de ETA es cosa del pasado. La beligerancia social contra la organizaci¨®n terrorista est¨¢ a flor de piel. La sociedad ha tomado plena conciencia de la vileza de sus m¨¦todos, convertidos en manifestaci¨®n de un ¨²nico objetivo: demostrar su existencia. Precisamente porque es incapaz de hacerse notar si no es mediante el terror y el rechazo que suscita.
Es obvio que esta estrategia no puede ser producto de ninguna decisi¨®n libre, sino de la m¨¢s cruda necesidad. Es un camino que va justo en sentido contrario alque deber¨ªa conducir a las alternativas negociadoras en que ETA parece cifrar la soluci¨®n del problema vasco. La organizaci¨®n terrorista no puede pensar, ni de lejos, que esta forma de actuar pueda convertirse alguna vez en un factor serio de presi¨®n sobre los poderes del Estado. Al contrario, los fortalece y reafirma frente a sus pretensiones. Una sociedad cada vez m¨¢s ah¨ªta de cr¨ªmenes sin sentido es natural que se manifieste contra iniciativas que puedan interpretarse como una concesi¨®n a los cr¨ªminales. De ah¨ª que el posible ensanchamiento de las v¨ªas pol¨ªticas en el tratamiento de los problemas de Euskadi ser¨ªa una hip¨®tesis m¨¢s firme si ETA hiciese mutis por el foro.
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