El aislamiento de los comunistas de Asia
?Como evitar la bunkerizaci¨®n? ?sa es la pregunta que se plantea hoy a los ¨²ltimos reg¨ªmenes comunistas de Asia: China, Vietnam y Corea del Norte. El fracaso en Mosc¨² de los art¨ªfices de un Tienanmen a la sovi¨¦tica y la aceleraci¨®n de las reformas en la URSS hacen hoy m¨¢s palpable la soledad de los ¨²ltimos depositarios del marxismo-leninismo puro y duro.Los dirigentes chinos mantuvieron mucha discreci¨®n durante los acontecimientos de Mosc¨². Al d¨ªa siguiente del golpe, el ministro de Asuntos Exteriores, Qian Qichen, manifest¨® su convicci¨®n de que el pueblo sovi¨¦tico resolver¨¢ sus problemas por s¨ª mismo. Con la misma prudencia, Pek¨ªn salud¨® la vuelta de Gorbachov al Kremlin expresando lac¨®nicamente su respeto a la elecci¨®n del pueblo sovi¨¦tico". En los ¨²ltimos d¨ªas, los dirigentes chinos han reiterado que seguir¨¢n, pase lo que pase, en la v¨ªa del socialismo." La vuelta de Gorbachov suscita sentimientos encontrados en los dirigentes chinos. Por una parte, el arquitecto de la perestroika ha sido abiertamente considerado en Pek¨ªn, por su pol¨ªtica de reformas, como el "sepulturero del comunismo". En el plano bilateral, sin embargo, Gorbachov ha sido el art¨ªfice de la normalizaci¨®n entre los dos pa¨ªses despu¨¦s de largos a?os de conflicto.
De cualquier modo, los muy pragm¨¢ticos responsables chinos, probablemente, se preocupan no tanto de quien gobierna en Mosc¨², sino de su capacidad para restablecer un m¨ªnimo de estabilidad. Estabilidad territorial, por ejemplo, ya que las veleidades independentistas de las rep¨²blicas sovi¨¦ticas de Asia central pueden acabar contagiando a China, que tiene pendientes los problemas de T¨ªbet y Xinjiang. Estabilidad interior tambi¨¦n: no es casualidad que la televisi¨®n china, al informar de los acontecimientos en Mosc¨², no haya hecho alusi¨®n a las movilizaciones callejeras. El espect¨¢culo de los moscovitas levantando barricadas frente a los tanques pod¨ªa recordar a los habitantes de Pek¨ªn acontecimientos no muy lejanos.
Al dar preferencia a las reformas econ¨®micas sobre las pol¨ªticas, los dirigentes chinos han hecho una apuesta contraria a la de Gorbachov. ?Podr¨¢n mantener hoy este orden de prioridades, cuando los acontecimientos de Mosc¨² han puesto m¨¢s que nunca en la orden del d¨ªa, en el mundo entero, la importancia de la democracia? Para hacer realidad sus planes de modernizaci¨®n econ¨®mica, los dirigentes chinos necesitan ingentes inversiones extranjeras. Y deben convencer al mundo de que la ausencia de democratizaci¨®n en su pa¨ªs no impide los buenos negocios. Una tarea dif¨ªcil, pero no imposible
Basta ver los esfuerzos del presidente norteamericano, George Bush, para garantizar, a pesar de la oposici¨®n del Congreso, el mantenimiento de la cl¨¢usula de naci¨®n m¨¢s favorecida para China -una cl¨¢usula que Washington no ha otorgado todav¨ªa a la URSS- para convencerse de que las varas del Occidente para medir la democratizaci¨®n no son iguales en Mosc¨² y en Pek¨ªn.
Los dirigentes vietnamitas se encuentan ante la misma encrucijada: ellos tambi¨¦n han empezado la apertura por el lado econ¨®mico, como lo confirm¨® el nombramiento en Hanoi, a principios de agosto, de un tecn¨®crata, Vo Van Kiet, como primer ministro. Sometido todav¨ªa al embargo norteamericano, Vietnam ha visto reducirse durante estos ¨²ltimos a?os sus relaciones econ¨®micas con la URSS y casi desaparecer con los pa¨ªses de Europa del Este, en otro tiempo importantes socios comerciales. Tiene, por tanto, que ensanchar con urgencia el espectro de sus relaciones exteriores.
Sometidos a los mismos imperativos, los dos pa¨ªses han esbozado maniobras de acercamiento despu¨¦s de largos a?os de conflicto. Ya se estudia la posibilidad de un encuentro en Pek¨ªn, en noviembre, entre los secretarios generales de los dos partidos, el chino Jian Zemin y el vietnamita Do Muoi, para sellar la reconciliaci¨®n. Las perspectivas de un acuerdo sobre la cuesti¨®n de Camboya, hoy el gran escollo entre los dos pa¨ªses, facilitan esta normalizaci¨®n.
Inmovilismo norcoreano
A este frente defensivo podr¨ªa juntarse el pa¨ªs aparentemente m¨¢s impermeable a las seducciones de la perestroika: Corea del Norte. El desmoronamiento del comunismo se produce en un mal momento para el r¨¦gimen de Piongyang: en plena crisis econ¨®mica (el PIB ha bajado de 3,5% en 1990) y, sobre todo, cuando se avecina un proceso delicado de sucesi¨®n, ya que el Gran L¨ªder Kim Il Sung, a sus 79 a?os y despu¨¦s de casi medio siglo en el poder, prepara la entronizaci¨®n de su hijo, Kim Jong Il.
Oficialmente, nada ha cambiado en Piongyang. Con un optimismo aparentemente inquebrantable, los oficiales reaccionaron a los acontecimientos de Mosc¨² asegurando que sus objetivos segu¨ªan siendo los de "reconocer con orgullo y confianza la vitalidad y el atractivo del socialismo". Sin embargo, detr¨¢s de los clich¨¦s aparecen signos de deshielo: en mayo, el r¨¦gimen norcoreano ha propuesto, rompiendo con su posici¨®n trad¨ªcional, la admisi¨®n simult¨¢nea de las dos Coreas en la ONU.
Y es que Piongyang se encuentra m¨¢s aislado que nunca. La URSS, su primer socio comercial, ha normalizado en abril de manera espectacular sus relaciones con Corea del Sur. Gorbachov, que se encontr¨® entonces en Sc¨²l con su hom¨®logo surcorcano, Ro Tae Woo, parece hoy m¨¢s interesado por el pujante capitalismo de Se¨²l que por el tradicionalismo ideol¨®gico de Piongyang. Para evitar el aislamiento definitivo, Corea del Norte -que mand¨® a su ministro de Asuntos Exteriores a Pek¨ªn despu¨¦s del golpe en Mosc¨²- no tiene hoy m¨¢s remedio que aliarse con sus compa?eros de infortunio.
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