Africanos, ?los perdedores de siempre?
John y Godwin, ambos nigerianos y solicitantes de refugio, regresaron abatidos del pueblo de Madrid donde hab¨ªan ido por la ma?ana en busca de un empleo por en¨¦sima vez. Sus brillantes perspectivas de conseguir -por fin- una vida normal en Espa?a se esfumaron en cuesti¨®n de segundos cuando el patr¨®n de aquella f¨¢brica fue directamente al grano: el trabajo empieza todos los d¨ªas -s¨¢bados incluidos- a las 6.30 y termina a las seis de la tarde; la paga es de 50.000 pesetas al mes. En el pueblo no es f¨¢cil alquilar una vivienda, pero si quieren pueden arreglar un poco un antiguo establo contiguo al lugar de trabajo y dormir all¨ª."Perd¨®n, se?or, ?contrato de trabajo?". "Ya veremos, a lo mejor de aqu¨ª a unos meses. De momento volveos a Madrid, y dentro de una semana os llamar¨¦ para deciros cu¨¢ndo pod¨¦is empezar".
Aquella noche, John y Godwin se marcharon con su frustraci¨®n a cuestas a dormir al raso en el Retiro. Era el d¨ªa en que el albergue de la Cruz Roja hab¨ªa cerrado sus puertas. Por si les faltaba algo, se puso a llover.
Aquel mismo d¨ªa, en otro rinc¨®n de Madrid, dos amigos suyos -ambos ghaneanos- regresaban a las dos de la madrugada, despu¨¦s de una jornada de 11 horas en un restaurante chino, donde el jefe tambi¨¦n se ha negado a firmarles el precontrato de trabajo, indispensable para su regularizaci¨®n.
A la misma hora en que se met¨ªan en la cama, otro compa?ero de habitaci¨®n -huido de la guerra de Liberia- se levantaba para comenzar su jornada descargando camiones en Legazpi. Tambi¨¦n all¨ª le han dicho que sobre lo de la oferta de empleo no hay nada que hacer.
La otra cara
Y as¨ª sucesivamente. Es una peque?a parte de la otra cara de la moneda del proceso de regularizaci¨®n de inmigrantes puesto en marcha por la Administraci¨®n el pasado 10 de junio y que continuar¨¢ hasta el 10 de diciembre. Cuando han pasado ya tres meses, no se puede negar que la iniciativa, en s¨ª misma constituye un hecho muy positivo que coriseguir¨¢ termina con la situaci¨®n de marginalidad de algunos miles de extranjeros que llevan a?os malviviendo en nuestro pa¨ªs.
El proceso parece bastante ¨¢gil, abierto y relativamente sencillo, como demuestra el hecho de que se hayan entregado ya m¨¢s de nueve mil tarjetas unificadas de permiso de trabajo y residencia. Pero, llegado el momento de hacer un balance, una mirada a la procedencia de los que ya han obtenido la regularizaci¨®n advierte contra la tentaci¨®n de precipitarse a echar las campanas al vuelo: marroqu¨ªes, filipinos, dominicanos, peruanos y argentinos abundan entre los afortunados. D¨®nde est¨¢n los procedentes de los pa¨ªses del ?frica subsahariana?
Ellos son, seg¨²n datos recientes de los soci¨®logos del colectivo IOE, unos 55.000 en toda Espa?a. Dentro de las estad¨ªsticas de inmigrantes, son los que presentan la tasa m¨¢s alta de irregularidad (alrededor del 80%).
Ojal¨¢ nos equivoquemos, pero algunos indicios parecen apuntar a que ellos ser¨¢n, muy probablemente, los que tengan m¨¢s dificultades para regularizar su situaci¨®n, y no precisamente por falta de inter¨¦s propio.
Si as¨ª sucede, ellos ser¨¢n los candidatos m¨¢s firmes a las abundantes redadas y expulsiones que se prev¨¦n para despu¨¦s del 10 de diciembre. A los polic¨ªas no les ser¨¢ dif¨ªcil identificarlos. Obviamente, su color les delatar¨¢. ?Habr¨¢ alguna manera de evitar que ellos sean, de nuevo, los perdedores de siempre?
Selecci¨®n discriminatoria
La que, a mi juicio, es la verdadera clave para entender esta situaci¨®n ya la expres¨® al comienzo del proceso de regularizaci¨®n el director general de Pol¨ªtica Interior, Fernando Puig de la Bellacasa:
"Se trata de poner la pelota en el tejado de la sociedad. Siempre se ha culpado a la Administraci¨®n de ser inflexible. Ahora, los ciudadanos pueden demostrar su capacidad de acogida".
Todo ello, rigurosamente cierto. Pero, ?qu¨¦ ocurre cuando la sociedad ya ha llevado a cabo una selecci¨®n discriminatoria? Ni m¨¢s ni menos, esto es lo que sucede cuando los empleadores dan trabajo a los latinoamericanos o a los europeos del Este y no se lo dan a los africanos. ?Hasta qu¨¦ punto es l¨ªcito poner la ley a la altura de la realidad social cuando ¨¦sta es -de facto- discriminatoria hacia un determinado grupo de extranjeros?
A nadie se le oculta que a los africanos les resulta bastante m¨¢s dif¨ªcil conseguir un trabajo en nuestro pa¨ªs que a otros grupos de extranjeros hacia los que los espa?oles muestran una mayor tolerancia. Y si, finalmente, consiguen alguna ocupaci¨®n con la que sobrevivir, tendr¨¢n menos oportunidades de obtener, por medio de ella, el ansiado papel firmado por el patr¨®n en el que ¨¦ste se compromete a emplearlos por un m¨ªnimo de seis meses, en condiciones laborales no inferiores a las legales y con un compromiso de inscribir al trabajador extranjero en la Seguridad Social.
Esto es lo que les ocurre actualmente a ciudadanos africanos como Godwin, John y sus amigos de Ghana y de Liberia. Y a muchos otros. Se da, adem¨¢s, la circunstancia de que ellos han llegado a Espa?a huyendo de conflictos pol¨ªticos y ¨¦tnicos que pon¨ªan en jaque sus vidas.
En principio, se les hace extra?o tener que firmar una declaraci¨®n por la cual renuncian al refugio o al asilo en caso de que se les conceda la tarjeta unificada a trav¨¦s del proceso de regularizi¨®n. Sin embargo, dado que el 97% de los africanos que intentan acceder al asilo ven su solicitud rechazada, es muy probable que no tengan m¨¢s remedio que hacerlo,
?No servir¨¢ eso de coartada para que alguien -en una perfecta declaraci¨®n de ignorancia- declare ma?ana que de esta forma se demuestra que los solicitantes africanos de refugio son, en realidad, inmigrantes econ¨®micos, que utilizan el procedimiento de la Ley de Asilo como v¨ªa fraudulenta para entrar en Espa?a"
Y, por cierto, si "la pelota est¨¢ en el tejado de la sociedad", ?no convendr¨ªa insistir con todos los medios posibles para que esa sociedad recoja la pelota y realice lajugada con limpieza?
Hasta el momento presente, la campa?a se ha dirigido casi exclusivamente al inmigrante extranjero: la puerta abierta mostrando una apetecible claridad, que permite abandonar la agobiante oscuridad, y una invitaci¨®n a salir a la luz y ponerse en regla. Generalmente, a los inmigrantes irregulares no hay que convencerles de eso. Llevan a?os pidi¨¦ndolo a gritos. Al mismo tiempo que se les ofrece la informaci¨®n adecuada, ?no habr¨ªa pue dirigir la campa?a m¨¢s hacia los empleadores, ignorantes, unas veces del proceso, y reticentes otras a facilitar los precontratos?
Salir a la luz
En ¨²ltimo t¨¦rmino, son ellos las m¨¢s de las veces quienes tienen en sus manos la llave que permitir¨¢ a los trabajadores extranjeros abrir la puerta y salir a la luz. Ser¨ªa una pena -adem¨¢s de una flagrante injusticia- que esa llave se utilizara de forma discriminatoria, con el visto bueno de la legalidad, dejando de nuevo en la oscuridad a los perdedores de siempre.
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