El torero concejal
Domecq / Mora, Paz, PonceEl diestro cal¨¦ de la tierra Manuel de Paz, a la saz¨®n dedicado a la pol¨ªtica como concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento y en defensa de los de su raza, crepit¨® en el quinto bicorn¨®n la iluminarla del arte. Super¨® para ello todas las adversidades, ya que llevaba un a?o sin vestirse de luces -desde la feria de 1990, cuando tambi¨¦n embeles¨®-, su enemigo era veleto y asti ino, y la jinda le impidi¨® clavar los pies en su otro enemigo y provoc¨® la l¨®gica desconfianza de sus paisanos.Sin embargo, como si hubiera sufrido un repentino penterre, se transform¨® casi en un jabato en ese quinto, aguant¨® algunas embestidas y alumbr¨® varias cortas ,series de redondos mayest¨¢t¨ªcos plenos de sentimiento, cambios de mano por la espalda, trincherillas y soberbios andares toreros. Los tendidos eran un volc¨¢n y bat¨ªan palmas desde la alcaldesa socialista hasta un concejal de Izquierda Unida, todo un triunfo pol¨ªtico. El fabuloso esfuerzo le impidi¨® acoplarse totalmente despu¨¦s, pero sigui¨® dibujando bell¨ªsimas pinceladas de cante hondo, de esas que se imprimen para siempre en las retinas y, desde luego, pas¨® por la feria con m¨¢s dignidad que muchas de las figuritas de mazap¨¢n que le precedieron.
Toros de Salvador Domecq, desiguales de presentaci¨®n, de aparatosas y astifinas defensas, mansos y nobles
Juan Mora: estocada tendida desprendida y descabello (silencio); pinchazo bajo y estocada en el brazuelo (bronca). Manuel de Paz: pinchazo hondo, otro perpendicular delantero, media perpendicular atravesada -aviso- y tres descabellos (pitos); pinchazo saliendo perseguido, pinchazo, estocada atravesada y descabello (vuelta). Enrique Ponce: dos pinchazos, estocada corta y descabello (vuelta); estocada tendida y dos descabellos (vuelta). Plaza de Albacete, 16 de septiembre. Novena corrida de feria. Dos tercios de entrada.
La ant¨ªtesis del edil torero fue un medroso Juan Mora, que se tap¨® con las peque?as dificultades del escurrido que abri¨® plaza, que ni supo ni quiso resolver. Su ya da?ada dignidad profesional qued¨® definitivamente hecha a?icos en el enmorrillado cuarto con el que la lidia de Mora fue un seco pedregal y al que atiz¨® el m¨¢s infame sartenazo del abono.
Enrique Ponce demostr¨® en Albacete todas las condiciones de lidiador y artista que lleva dentro, y es un ser¨ªsimo candidato al triunfador del ciclo, pese a sus fallos tizonescos que nada empa?an su rezumada torer¨ªa, pues se volc¨® siempre sobre los ofensivos y alfilerescos pitones. Esos pitones produjeron repeluzno cuando, en el sexto, acariciaban sus alamares de la cadera donde la mansedumbre del bicorn¨®n le obligaba a pararse. Ponce no enmendaba el terreno y supo enga?ar-de senga?ar su temperamento aplomado, hasta transformarlo, si no en bravura, s¨ª en manejabilidad, a base de marcar mucho el recorrido que ce?¨ªa a su cintura. lgual hab¨ªa serpenteado en el tercero, donde luci¨® m¨¢s su faceta cl¨¢sica y la infinitud del arte como requer¨ªa la menor condici¨®n mansurrona del bicho.
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