No hay pir¨®manos, no es el calor
La cuant¨ªa de incendios que arrasan Espa?a no tiene precedentes. Y, desde alg¨²n punto de vista, es una cat¨¢strofe que se asemeja a la guerra civil (por aquello de "regiones devastadas"; como el terrorismo me la recuerda tambi¨¦n por aquello de matarnos). Como quiera que no entra en mis posibilidades acci¨®n directa alguna que los evite o los palie, me quedo simplemente con la congoja de saber que estos bosques de Espa?a, tan escasos de antemano, desaparecen por miles de hect¨¢reas cada a?o, sum¨¢ndose a los miles de hect¨¢reas desaparecidas en a?os anteriores, y as¨ª esperar resignadamente a su desaparici¨®n total. S¨¦ que se incendian estos bosques, y entonces, ?para qu¨¦ verlos, adem¨¢s, arder? Apago el televisor antes que sumirme en la desesperaci¨®n ante este hecho que quieren hacernos pasar como inevitable. Porque en verano -ha dicho el se?or Chaves, presidente de la Junta de Andaluc¨ªa- hay incendios porque hace calor (exactamente ha dicho: "Son las condiciones clim¨¢ticas"), y por la misma raz¨®n podr¨ªa haber dicho: en verano, naturalmente, hay pir¨®manos como hay turistas: porque tenemos calor.Ahora bien, para referirme s¨®lo a estos d¨ªas, en Le¨®n se han incendiado pinos que ten¨ªan 600 a?os; en la sierra de Hornachuelos, alcornocales y encinas de cinco siglos; en la sierra de Aracena, que acabo de recorrer hace dos semanas, los casta?os, alcornoques y encinas aniquilados son de la misma edad; en la sierra de las Nieves, de Ronda, se incendian pinsapos que est¨¢n all¨ª desde tiempo inmemorial (en 1850, un ingl¨¦s que recorri¨® aquellos montes envi¨® un curioso escrito al Ministerio de Fomento e Instrucci¨®n P¨²blica haci¨¦ndole saber que se trataba de una con¨ªfera rara, de la que hab¨ªa contado unos 4.500 ejemplares, y que deb¨ªan ser protegidos con sumo cuidado), y as¨ª sucesivamente, en Valencia, en Catalu?a, en Galicia. ?C¨®mo es posible que en 500 o 600 a?os el calor no haya sido ocasi¨®n de tales incendios, si se considera, a lo Chaves, su categor¨ªa de condici¨®n necesaria y suficiente? ?Son estos a?os los primeros que en Andaluc¨ªa (?y tambi¨¦n en Le¨®n?, ?y tambi¨¦n en Galicia?) nos hemos tenido que abanicar incansablemente al llegar mayo? Mi querido se?or Chaves: no ha hecho esta vez uso de la l¨®gica y ha dejado escapar una culpable vaciedad. Porque con su postulado exime de responsabilidad su administraci¨®n y adem¨¢s nos obliga a sumimos en la resignaci¨®n. Calor, ya lo sabemos, lo vamos a tener todos los a?os, faltar¨ªa m¨¢s. Nos quedar¨ªamos sin turistas (y, seg¨²n su raciocinio, tambi¨¦n sin incendios).
Y adem¨¢s, la piroman¨ªa. El uso de t¨¦rminos psiqui¨¢tricos baratejos para pretender decir elegantes tonter¨ªas -como si no bastasen las que decimos los psiquiatras, usando de nuestra propia disciplina, cada vez que con la psiquiatr¨ªa tratamos de aclarar lo que pasa en el mundo- es revelador de una intencionada estupidez. Las estupideces no son inocentes, y un ejemplo es ¨¦sta. Como no es inocente -y es est¨²pido- llamar clept¨®manos a los tironeros, ninf¨®manos a los violadores y hem¨®manos a los muchachos de ETA. Ahora resulta que los que querr¨ªan nuestros bosques son neur¨®ticos que han sustituido sus obsesiones de antes, inofensivas las m¨¢s de las veces para la sociedad, aunque inc¨®modas para ellos mismos, por esta otra, que les reporta diversi¨®n, aunque a los dem¨¢s nos dejen sin ¨¢rboles. Cada imb¨¦cil que califique de pir¨®mano al terrorista que quema nuestros bosques debiera ser detenido por presunto c¨®mplice del mismo, hasta tanto d¨¦ explicaci¨®n al hecho de sus caracteres epid¨¦micos. El calor es, sin duda, condici¨®n necesaria para que nuestros bosques ardan, porque los transforma en yesca. Eso lo sab¨ªan muy bien nuestros campesinos cuando usaban aquellos encendedores de mecha: la mecha hab¨ªa de estar seca. Mas esto no era suficiente: hab¨ªa que hacer saltar la chispa. Y sobre todo hab¨ªa que tener ganas de fumar. Eran las ganas de fumar lo que estaba tras aquella modesta e inofensiva maniobra de arrimar la mecha a la chispa para lograr la candela. Como tras los incendios est¨¢n las ganas -es decir, la intenci¨®n- de que el bosque arda. Y no s¨®lo para que se conviertan en zonas urbanizables, o en pastizales, o se pueda comprar madera a bajo precio, o se reconvierta el bosque con especies m¨¢s productivas. Hay tambi¨¦n que buscarla, y muy espec¨ªficamente, en la respuesta a una pregunta: ?d¨®nde queda en Espa?a un rinc¨®n sin que aparezca esta advertencia: "Coto privado de caza"?
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