Las espa?olas no denuncian el acoso sexual por miedo al esc¨¢ndalo o a la p¨¦rdida de su trabajo
Esperanza Vivar, una alicantina que llev¨® a su jefe a los tribunales en 1988 por molestarla sexualmente, no volver¨ªa a hacerlo "porque no se consigue nada y adem¨¢s termina sabi¨¦ndolo todo el mundo". Lo mismo sucede con las trabajadoras que denuncian acoso sexual en los sindicatos -30 este a?o en CC OO de Madrid- Las paraliza un "miedo hist¨®rico y laboral", opina el magistrado Jos¨¦ Augusto de Vega, para defenderse en la resbaladiza frontera que separa el requiebro del hostigamiento. Seg¨²n UGT, el 40% de las espa?olas que trabajan ha sufrido el acoso sexual de sus jefes o compa?eros en el ¨¢mbito laboral.
"M¨¢s que a denunciar, las mujeres acuden a nosotros en busca de ayuda", explica Mar¨ªa Jos¨¦ Vilches, de la Secretar¨ªa de la Mujer de CC OO. "Es verdad que se ha perdido el miedo y que la sociedad est¨¢ m¨¢s abierta a condenar este tipo de actos, pero todav¨ªa son muy pocas las que tienen intenci¨®n de seguir adelante con la denuncia y generalmente cuando son situaciones de acoso sexual que se vienen produciendo durante meses".Un estudio estad¨ªstico publicado por el sindicato UGT en 1988 revelaba que al menos el 40% de las trabajadoras espa?olas hab¨ªa sido objeto de acoso sexual por parte de sus jefes -en la mayor¨ªa de los casos- o de sus compa?eros en el ¨¢mbito laboral. Tres circunstancias concurr¨ªan en los casos m¨¢s flagrantes: ser mujeres j¨®venes, en trabajos temporales y con cargas familiares. "Las que llegan hasta nosotros", dice Luc¨ªa Villegas, de UGT, "nos piden ayuda para pedir una baja o un traslado porque se hace insoportable la tensi¨®n diaria en un asunto de acoso. '?Pero bueno, si t¨² eres la v¨ªctima!', les contestamos. En todo caso ser¨¢ el agresor el que tiene que marcharse".
Estas mujeres tienen miedo a denunciar por dos motivos. Primero, por el riesgo de ser denunciadas a su vez por difamaci¨®n. "Hay muchos casos. en los que la v¨ªctima se convierte en demandada", asegura Vilches. Y segundo, por la casi certeza para muchas de ellas de que perder¨¢n el puesto de trabajo si lo hacen. El magistrado del Tribunal Supremo Jos¨¦ Augusto de Vega lo llama miedo "hist¨®rico" y miedo "laboral".
Protecci¨®n especial
Las pocas denuncias que han llegado a los tribunales, como punta de iceberg del n¨²mero real de casos, han permitido conocer algunos t¨¦rminos de las coacciones. A Mar¨ªa Jos¨¦ L¨®pez, su Jefe le manifest¨® que "si acced¨ªa a sus deseos libidinosos, le prorrogar¨ªa el contrato y la proteger¨ªa. de forma especial", seg¨²n recog¨ªa la sentencia por abusos deshonestos dictada por la Audiencia de L¨¦rida. Fue la famosa sentencia de la minifalda, porque el juez que conden¨® al empresario Jaime Fontanet entendi¨®, no obstante, que la forma de vestir de la denunciante "provoc¨® este tipo de reacci¨®n en su empresario, que no pudo contenerse".
Hoy, dos a?os despu¨¦s, Mar¨ªa Jos¨¦ no quiere saber nada del tema. "Vaya que si lo ha pasado mal la mocica", comenta su madre por tel¨¦fono. Seg¨²n ella, ha pasado de ser una secretaria acosada por un jefe a ser una mujer acosada por los medios de comunicaci¨®n para que relate una y otra vez su. caso. Tampoco es muy proclive a ello la alicantina Esperanza Vivar, sobre todo (despu¨¦s de que su agresor, condenado a una sanci¨®n econ¨®mica por los tribunales, quedar¨¢ casi impune al declararse insolvente. En 1989, Esperanza denunci¨® a su jefe, primero a trav¨¦s de los sindicatos y despu¨¦s por la v¨ªa penal, por haberla acosado sexualmente en el trabajo. El le hab¨ªa explicado que era normal que las secretarias mantuvieran relaciones sexuales con sus superiores y que "si quer¨ªa seguir trabajando ten¨ªa que sacrificarse".
"Me qued¨¦ absolutamente frustrada con la sentencia", explica. "Claro que recomiendo a las mujeres que denuncien este tipo de casos, pero que lo hagan por la v¨ªa laboral. Por los tribunales no se consigue nada. S¨®lo dar publicidad al asunto y que al final lo conozca todo el mundo. Si me pasara de nuevo, desde luego que no lo har¨ªa", asegura Esperanza convencida.
El magistrado Jos¨¦ Augusto de Vega admite la dificultad que tienen algunos jueces para decidir sobre estos temas, ya que el acoso sexual ni est¨¢ tipificado como delito ni figura mencionado como tal en el C¨®digo Penal. Est¨¢ encuadrado como delito contra la libertad sexual entre los 4.586 que se registraron globalmente en 1990, seg¨²n la memoria de la Fiscal¨ªa General del Estado. De Vega ha emprendido una batalla, casi en solitario, para que el acoso sexual se tipifique en Espa?a como un delito aut¨®nomo. S¨®lo Francia, en el entorno europeo, lo decidi¨® as¨ª hace apenas cinco meses.
Antesala de otros delitos
La propuesta del magistrado es que se considere delito "el acoso reiterado, no querido por un particular, a cualquier persona en demanda de solicitud sexual acompa?ada de gestos, expresiones, tocamientos u otros actos inequ¨ªvocos no encuadrados en la agresi¨®n sexua". Su argumentaci¨®n se fundamenta en que el acoso sexual "es la antesala de muchos otros delitos sexuales". De Vega quiere impedir, por la v¨ªa legal, que la libertad de la mujer "para ser coqueta, ponerse minifalda suponga una patente de corso" al hombre que quiera justificar en ello su acoso a la mujer. Impedir tambi¨¦n los traumas psicol¨®gicos que arrastran las mujeres que han sido sometidas a un acoso sexual.
Casi todas las mujeres que llegan a denunciar un acoso refieren una larga etapa posterior de miedos, depresiones e, incluso, de rechazo al mundo laboral. Estas circunstancias dieron lugar en 1989 a una sentencia sin precedentes en la jurisprudencia espa?ola: el fallo de un acoso sexual como accidente laboral. Por primera vez, un tribunal, el Superior de Justicia de Castilla-La Mancha, conden¨® a la Administraci¨®n sanitaria a pagar a la enfermera Mar¨ªa de los Angeles Montero, del ambulatorio de Tomelloso (Ciudad Real), el 10% de la pensi¨®n de invalidez durante los 26 meses que dur¨® su incapacidad f¨ªsica a consecuencia del asalto sexual de que fue objeto por parte de un compa?ero.
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